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Pedro Muñoz posa para la entrevista en la calle Teresa Gil.

«Ahora es un buen momento para dedicarse al comercio»

Pedro Muñoz Empresario, propietario de la red de tiendas Justo Muñoz y 50 Yardas

Vidal Arranz

Sábado, 18 de octubre 2014, 17:46

Pedro Muñoz es uno de esos comerciantes que se quitan el reloj cuando llegan al trabajo por la mañana. Al menos de forma metafórica: se olvidan del tiempo. Así se lo enseñó su padre y así lo ha transmitido a sus hijos: el suyo es un trabajo que exige esfuerzo y sacrificio. Gracias a esos ingredientes ha logrado pervivir, durante un siglo, un negocio familiar que hoy suma ocho tiendas en Valladolid y que se cuenta entre los pocos que han logrado expandirse en plena crisis. Contra todo pronóstico, Muñoz asegura que «es un buen momento para ser comerciante y para invertir». Su deseo para su ciudad: un sector comercial más dinámico e imaginativo, que no tema a las multinacionales.

La historia de Justo Muñoz se remonta a comienzos del siglo XX, cuando el patriarca que da nombre a la saga montó 095 el equivalente de la época a los actuales todo a cien. Aquella tienda fue sustituida por un bazar y la actividad fue creciendo. Tras la muerte del fundador, Pedro Muñoz y su hermano tomaron las riendas del negocio y montaron una juguetería y una sección de deportes. Pero desde hace ya dos decenios, Muñoz regenta el negocio en solitario, con la colaboración de sus hijos, que han jugado un papel decisivo en el proceso de expansión de la marca. No se atreve a asegurarlo, por prudencia, pero es muy posible que Justo Muñoz sea el único comercio vallisoletano (o, como mínimo, uno de los pocos) que ha abierto tiendas nuevas en medio de la más grave crisis económica vivida por el país.

Quizás es que la solera da seguridad. O quizás que él es capaz de ver lo que otros no. Pero lo cierto es que Pedro Muñoz anima a invertir en nuevos negocios y a reformar los existentes. Ahora, sí, justo ahora. «Este es un buen momento para invertir porque el dinero está muy barato y el crédito se ha desbloqueado», asegura. «La relación con los bancos no es ya ni parecida a como era hace un año, y no digamos hace dos, tres o cuatro». Pero es que, además, como consecuencia del derrumbe inmobiliario y el descenso de actividad, el precio de los alquileres ha descendido de forma muy significativa. «Entre un 40% y un 60% pueden haber bajado, dependiendo de las zonas», aventura. Por eso insiste en que «no es mal momento para ser comerciante».

Siempre, claro, que se tengan las ideas claras, un proyecto definido, voluntad de trabajo y capacidad para competir en precios con el resto de los rivales. Para lograrlo, cree que el único camino es que los negocios se asocien en grupos de compra, como él mismo ha hecho con otras dos grandes empresas españolas. «Es el único modo de negociar en igualdad de condiciones con las grandes cadenas y multinacionales. En algunos casos nosotros logramos incluso mejores acuerdos que ellos», presume Muñoz. Y es que el precio es esencial. También para competir con internet. «Las personas preferimos ver las cosas, poder tocarlas, sobre todo en España. Por ello creo que las tiendas físicas tienen futuro. Pero el requisito es ser muy competitivos. Si lo eres, no tienen por qué echarte del mercado».

Londres, una escuela

Para sobrevivir a la competencia con otros hace falta, también, renovarse constantemente y preocuparse por aprender de los que más saben. Y viajar mucho, para ver. En su caso, todos los meses va dos veces a Londres «que es la Universidad del comercio, mucho más que ningún otro sitio del mundo». En Nueva York, explica, es posible aprender sobre estrategias comerciales agresivas, o sobre la eficacia de las promociones por tiempo limitado, pero Londres es una escuela de elegancia en presentación de producto, iluminación, escaparatismo o sobre el mejor modo como el dependiente debe tratar al cliente. «No podemos llegar a esos niveles, pero nos encantaría», asegura.

«Las empresas con solera son más difíciles de tumbar, pero te tienes que saber adaptar a los tiempos e invertir en tecnología, publicidad e instalaciones», opina. Esto no todo el mundo lo ve con la misma claridad. Muñoz cree que el sector comercial vallisoletano ha mejorado mucho y se ha modernizado en los últimos años, pero que aún queda mucho trabajo por hacer. «Ha cambiado mucho en Valladolid, pero necesitamos cambiar mucho más para evitar que vengan tantas multinacionales».

Su diagnóstico es que hace falta invertir más, trabajar con más imaginación y renovarse para combatir el paso del tiempo. «Falta inversión y hay envejecimiento porque no hay una adecuada sucesión en los negocios. El comercio se hace mayor, como todos, y debe renovarse. Las nuevas generaciones no pueden limitarse a repetir lo que se hacía antes, deben adaptarse a los tiempos. Hace falta imaginación, mucha más imaginación».

Eso por lo que se refiere a los propios comerciantes, porque también las administraciones pueden hacer más para ayudar a un sector que es «el que da vida, alegría y entusiasmo a las ciudades». En concreto, Pedro Muñoz les reclama que sean «mucho más ágiles en la concesión de licencias», y que no olviden nunca que el señor que hay detrás «está gastándose un dinero en un alquiler al que todavía no puede sacarle ningún beneficio». Agilidad, pero sin renunciar al rigor y al control urbanístico, porque Muñoz admite que en Valladolid «se han tolerado barbaridades». Y no lo dice pensando en los monasterios o palacios que desaparecieron en los años del desarrollismo, sino en otro tipo de patrimonio desaparecido: el de los viejos comercios y establecimientos que no han logrado superar la prueba del tiempo. «Había en la ciudad farmacias magníficas que ya no se ven. Y es una pena que no pudieran salvarse de algún modo comercios como Pelayo, en la calle Santiago, o Hijos de Moliner y Comestibles Mata, ambos en Fuente Dorada, o también Ambrosio Pérez». Y eso por no hablar de tantos bares y cafeterías históricos desaparecidos. Pedazos de la historia de la ciudad, pedazos de la vida de generaciones enteras de vallisoletanos, de los que ya no queda ninguna huella.

Hartazgo de pintadas

  • Muñoz reconoce que Valladolid es una ciudad que cuenta con un excelente servicio de limpieza, capaz de recoger en pocas horas, por ejemplo, las toneladas de basura acumuladas durante las fiestas. Pero a su modo de ver el prestigio de ciudad limpia que ostenta se ve empañado por la proliferación de pintadas, grafitis, carteles y papeles de todo tipo. «Da asco ver tantas pintadas y carteles por la ciudad», lamenta. «En el caso de los papeles que se usan para buscar piso o trabajo lo lógico sería que fueran a la sección de anuncios por palabras del periódico, como se ha hecho toda la vida, en vez de ensuciar tanto la calle».

  • La Plaza Mayor, en cambio, cree que ha mejorado muchísimo, aunque de la plaza Fuente Dorada no se atreve a emitir un juicio « No sé si es bonita o fea porque he conoido entre ocho y diez modificaciones».

El propietario de Justo Muñoz no está en contra de las peatonalizaciones mientras esté asegurado el aparcamiento en las inmediaciones, pero cree que el Ayuntamiento podría estudiar medidas especiales de apoyo a los comerciantes. Por ejemplo, estudiar la posibilidad de que en algunas calles peatonales sea posible aparcar durante un periodo limitado de intensa actividad comercial, como las navidades, por ejemplo, para facilitar el acceso de los clientes a los establecimientos. «Sé que dirán que es una barbaridad, pero el Ayuntamiento podría estudiarlo con los comerciantes para buscar alguna fórmula».

Otro aspecto que le preocupa es la situación de algunos mercados municipales como El Campillo, actualmente a medio gas por causa de muchos ceses de actividad por jubilación. «El Campillo es una joya que tendríamos que explotar mucho más. No entiendo por qué no se ha convertido en referencia para la distribución de productos propios de Castilla y León. Sería un lugar ideal».

Más optimista es respecto al futuro del Val, del que está seguro que cobrará nueva vida tras su remodelación.

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