«España nunca ha robado a Cataluña; si acaso, lo ha hecho el señor Pujol»
Cayetana Álvarez de Toledo, Portavoz de la Plataforma Libres e Iguales
Mar Domínguez
Martes, 30 de septiembre 2014, 20:03
La periodista y diputada popular por Madrid, Cayetana Álvarez de Toledo, expone en esta entrevista las propuestas que la plataforma Libre e Iguales, a la que representa, promueve para evitar el secesionismo catalán. El acto de presentación de este colectivo será este miércoles a las 20:00 horas en la Facultad de Derecho.
Legalidad aparte, ¿qué se ha hecho mal desde el resto de España para que haya aumentado el número de independentistas en Cataluña?
Lo que hemos hecho mal es creer que habíamos hecho algo mal y actuar de acuerdo con ese complejo. Hemos sido excesivamente indulgentes con el nacionalismo, hemos aceptado el papel de culpables a perpetuidad que los nacionalistas nos habían asignado de antemano, y les hemos concedido poderes estructurales a cambio de apoyos políticos coyunturales. La democracia no tiene ninguna deuda con el nacionalismo. Ni política, ni económica, ni desde luego moral. Es al revés. El nacionalismo es el que tiene una deuda histórica con la democracia española, a la que ha tratado con desdén y deslealtad.
¿No cree que cuanto más se ataca a los catalanes más se enrocan en la idea de pertenencia a 'otra patria'?
¿Quién ataca a los catalanes? Nadie en su sano juicio. Lo que hacemos algunos es criticar a los nacionalistas catalanes. Esta distinción es esencial. Así como no todos los nacionalistas son catalanes, no todos los catalanes son nacionalistas y mucho menos independentistas. Una de las grandes victorias del nacionalismo ha sido que el conjunto de los españoles admitamos esta sinécdoque reductiva, esta perversa confusión de la parte por el todo. Quienes atacan a los catalanes, sus libertades, su convivencia interior y sus oportunidades, son los nacionalistas.
¿Cuál es su propuesta para desactivar el sentimiento independentista?
Hay que empezar por desmontar la inmensa fábula de la que se alimenta el independentismo. Hay que decir la verdad. La verdad sobre la historia de España, una compleja arquitectura solidaria que ha durado siglos y de la que Cataluña siempre ha formado parte. La verdad sobre la democracia, que no se limita al ejercicio del voto y que no existe al margen de la legalidad. La verdad sobre la Constitución de 1978, que fue capaz de integrar a todos los españoles, incluidos los nacionalistas, y que ha hecho posible la etapa más justa y fértil de la historia de España. Y la verdad sobre el nacionalismo, una ideología reaccionaria que ha causado estragos a lo largo de la historia y que desprecia los fundamentos de la modernidad política: la libertad, la igualdad, el pluralismo y la solidaridad.
Igualdad y privilegio
Los cambios constitucionales serán promovidos desde el Parlamento español. ¿Acaso cree su plataforma que sucederá lo contrario, que la centralidad se plegará ante las demandas catalanas?
De momento, esos cambios constitucionales forman parte de la palabrería política. Quienes los plantean siguen refugiados en una comodísima ambigüedad. Hablan de terceras vías, de reformas federales, del necesario reconocimiento de la singularidad catalana, pero no concretan nada. No explican qué vía es esa que permitiría impedir no el famoso choque de trenes, expresión absurda que coloca al Estado y a quienes pretenden destruirlo en pie de igualdad, sino que el tren secesionista siga avanzando en sentido contrario a la razón y a los tiempos. Tampoco dicen qué federalismo es aquel que sería capaz de satisfacer a quienes propugnan lo contrario del federalismo, que es la desigualdad. Y por supuesto no reconocen que, en el diccionario nacionalista, singularidad es el eufemismo de privilegio cuando no directamente de soberanía. Nosotros subrayamos lo evidente: no existe un punto medio entre igualdad y privilegio. Y la democracia no puede negociar su derrota.
¿Cree que fiscalmente Cataluña está siendo tratada injustamente?
¿Lo está siendo Madrid? ¿Y Valencia? ¿Y Baleares? Como en cualquier Estado complejo, nuestro sistema de financiación puede tener errores, pero nunca injusticias. Una injusticia es la expresión de una voluntad deliberada de hacer daño a alguien y evidentemente ese supuesto no se da en España. Las quejas sobre el trato fiscal injusto a Cataluña forman parte de un viejo relato victimista que ha culminado en el burdo España nos roba. España nunca ha robado a Cataluña. Si acaso lo ha hecho el señor Pujol.
¿Contemplan presentarse a las próximas elecciones catalanas?
Libres e Iguales no es un partido político ni el embrión de un partido político. Somos un movimiento cívico transversal, abierto a todos los ciudadanos que defienden los valores de la moderna España constitucional. Y nuestro ámbito de actuación es el conjunto de España. Lo es por dos motivos. Primero, porque el desafío secesionista afecta a los derechos de todos los ciudadanos españoles. Y segundo, porque la defensa de la democracia frente a los intentos de secesión exige la movilización del conjunto de la opinión pública española.
¿Tiene alguna responsabilidad el nacionalismo español más extremo en la radicalidad a la que se ha llegado en Cataluña? Recordemos la agresión que supuso la irrupción de ultraderechistas en la sede de la representación catalana en Madrid
El nacionalismo catalán ha querido confundir un intolerable acto delictivo contemplado en el Código Penal con el nacionalismo español. Insisto en lo que Libres e Iguales dijo en un acto convocado con motivo de la Diada en Madrid: ¿Qué nacionalismo es ese, qué insólito nacionalismo el que aún no ha pronunciado una sola palabra de exclusión contra sus compatriotas? ¿Qué extraño nacionalismo el que en vez de fábricas de extranjería insiste en la casa común española? Solo hay un nacionalismo español: el que fija, con sus equívocos pero con su emocionante voluntad de integración, la Constitución española de 1978.
Al margen de la ilegalidad de la consulta, ¿qué debería hacer el Gobierno central en caso de que Mas saque las urnas a la calle? ¿Debería actuar la Guardia Civil, como reclaman algunos?
La que tiene que actuar es la Ley y la Ley la aplican una variada gama de servidores del Estado. En todo caso, es importante subrayar una cosa: las consecuencias de la aplicación de la ley, sean las que sean, no son imputables a quien aplica la ley, sino a quien la rompe. El señor Mas es responsable de lo que a él o a las instituciones catalanas pueda sucederles como consecuencia de su ataque a la legalidad.
¿En su opinión, cómo se puede revertir la situación antiespañola en Cataluña?
No hay una 'situación antiespañola' en Cataluña. Lo que hay es una usurpación de la posición del conjunto de los ciudadanos de Cataluña por parte de una minoría antiespañola. No negamos que exista un problema político en Cataluña, que haya ciudadanos que quieran la independencia. Lo importante, sin embargo, es si lo que esa minoría, pequeña o grande, defiende es compatible con la verdad, con los valores democráticos y con la convivencia pacífica. Nuestra respuesta es no.
¿No cree que el aumento del nacionalismo catalán es irreversible y que, tarde o temprano, Cataluña será un Estado?
Claro que es reversible. Hace dos años, el porcentaje de catalanes favorables a la independencia no superaba el 15%. Hoy llega al 35%. Estamos ante un fenómeno artificial, inflado en base a técnicas elementales, mezcla de miedo, egoísmo, xenofobia y promesas de imposible cumplimiento. De esa misma forma la burbuja nacionalista se puede pinchar.
¿Cuál es su propuesta para buscar un mejor encaje de Cataluña en el resto de España?
El nacionalismo busca que la democracia española se desencaje. Y ese riesgo existe. El gran reto de España no se limita a Cataluña. Es mucho más profundo. Los españoles tenemos que mejorar nuestro encaje en la democracia y en la ley. Tenemos que asegurarnos que la democracia que ganamo entre todos en 1978 sea cada vez más fuerte.
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