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Manuel Gimeno entre las plantas que cultiva y vende en su vivero.

«Las obras públicas deben prestar más atención a los árboles y a la vegetación»

Con la colaboración de las empresas locales, como viveros Gimeno,se contribuye a enriquecer la diversidad verde de la zona.

vidal arranz

Martes, 16 de septiembre 2014, 18:39

Manuel Gimeno es un enamorado de los árboles. Seguramente, él mismo estaría de acuerdo en que tal cosa no tiene demasiado mérito, porque, en su caso, es algo que ha mamado desde niño. Y porque toda su vida profesional ha estado ligada a las plantas a través de la empresa familiar Viveros Gimeno, un clásico de la jardinería de Valladolid. Nacido en Aragón, pero arraigado en la capital desde que la sociedad abrió su primera sede en 1970, Gimeno todavía busca el árbol perfecto. O, cuanto menos, sueña con especies nuevas que le sorprenden por lo hermoso, lo distinto, o por la capacidad de adaptación a un clima extremo, tan difícil como el de Valladolid. Una localidad «en la que costó mucho introducir árboles diferentes a los que había», pero que ahora valora con un sobresaliente: «Ha cambiado mucho».

Aún recuerda que cuando su familia se asentó en la ciudad, esta era una urbe en la que podían verse solo unas pocas variedades: plátanos, aligustres y poco más. Es a partir de los años ochenta, con la llegada de las instituciones democráticas, cuando crece la preocupación por la vegetación de la provincia vallisoletana. Y la conjunción del mayor interés de la administración local -que dedica recursos a nuevos parques, jardines y plazas- con la colaboración de las empresas locales, como Viveros Gimeno y otras, contribuye decisivamente a enriquecer la diversidad verde de la zona.

De este modo, empiezan a aparecer por las calles los perales, de la familia pirus; los almeces, liquidámbar, variedades de arces, árboles de la familia de los prunus, como los ciruelos, cerezos o albaricoques. Gimeno le tiene especial cariño a la modalidad de pirus (cumbre nevada) «que es el que mejor resultado ha dado», asegura. Puede vérsele en la calle Magallanes y en las aceras de barrios de reciente creación como El Peral, o clásicos como Covaresa.

«Valladolid ha evolucionado mucho desde que llegamos. Será probablemente de las ciudades que más han mejorado en este terreno, gracias a los muchos parques y zonas verdes que se han creado», opina Manuel. «En conjunto la valoración es muy positiva. Creemos que mantener verde una pradera de césped es fácil, pero no lo es, y menos con este clima. Y aquí, en general, se hace un buen mantenimiento».

Cuestión distinta es el modo en que los vecinos tratan a esos seres vivos que pueblan las calles vallisoletanas. Aquí la valoración no es tan positiva. «La gente todavía no tiene vergüenza en pisar una zona con plantas si cree que le viene bien para cruzar, y no son pocos los que arrancan flores si les apetece». En materia de cuidado de las plantas, «hay todavía mucho que mejorar», afirma Gimeno.

Un medio adaptado

Quizás condicionado por las necesidades de las administraciones, o simplemente forzado por los imperativos de la realidad, a este jardinero le preocupa mucho que las especies nuevas que se introduzcan en la ciudad aseguren un fácil mantenimiento y reduzcan los problemas. Su conocimiento, y el de otros, ha permitido traer árboles que necesitan poco mantenimiento, más resistentes a las enfermedades en especial al pulgón y al clima. «Los árboles de ciudad no se pueden tratar igual que los del campo. Aquí es más difícil podar, por las molestias que entraña para los vecinos, por eso, se suele podar menos veces y de una forma más extrema. Y los tratamientos fitosanitarios no se pueden hacer como quisiéramos porque hay gente alrededor», remacha Gimeno.

Pero en el caso de Valladolid influyen otros factores. El clima uno de los más difíciles de la península. Pero también la calidad del suelo y el agua. «Las aguas aquí son muy duras. Es preferible utilizar para el riego agua procedente del río Pisuerga o de otros cauces, antes que agua potabilizada», comenta Manuel. Así es como hace en el Ayuntamiento de Valladolid, «acertadamente». La razón es que la depuración del agua supone eliminar elementos nutritivos que a las plantas les vienen bien.

Más delicado es el problema de los suelos. Sus características son esenciales, de ellas depende el que una planta o un árbol necesite más o menos riego y que exista más, o menos riesgo, de exceso de agua, lo peor que le puede ocurrir. «El suelo de la ciudad no es adecuado para los árboles», opina el propietario del vivero. «Algunos no sé como sobreviven en alcorques con sus raíces rodeadas por tuberías, hormigón y zahorra». A su juicio, en las obras públicas debería prestarse más atención a este aspecto, incluyendo partidas para eliminar tierras deficientes y sustituirlas por otras más nutritivas y adecuadas para las plantas. Y dado que a menudo las raíces se asfixian por falta de ventilación, propone introducir tubos de drenaje para favorecer su aireación, como ya se hace en otras ciudades, para así tomar medidas preventivas.

Trato inadecuado

En conjunto cree que, pese a lo que se ha avanzado, en España todavía queda mucho camino por recorrer. «Estamos muy retrasados en esto; somos tercermundistas en relación con países como Estados Unidos o Alemania», enfatiza Gimeno. Por ello reclama una mayor atención para las obras de jardinería en las obras públicas, para los diseños, y para los presupuestos. Demanda algo que ya se hace en otros países de alrededor: separar el presupuesto y el proyecto de jardinería del resto de la obra. «Es el único modo de mejorar. Que todo el mismo paquete, hace que al final cuando el gasto se dispara y se impone la necesidad de recortar, siempre son los árboles los que pagan las consecuencias», argumenta con resignación el empresario.

Por otra parte, y aunque valora positivamente lo mucho que la ciudad ha cambiado, Gimeno lamenta algunas intervenciones inadecuadas. A su juicio, fue un error plantar chopos en el parque Ribera de Castilla. «Es un árbol que está bien en las riberas de los ríos, sobre todo si se quiere usar para la producción de madera, pero no es adecuado para la ciudad porque genera una pelusa muy molesta y muy inflamable» advierte Manuel. Y añade: «Convendría tener un plan para remplazar los chopos por fresnos, a medida que se vayan muriendo», advierte

«La vegetación del Auditorio Miguel Delibes y la nueva sede de las Cortes es muy mejorable. En el primer caso, quizás hubieransido preferibles menos árboles, pero de más entidad, mientras que en las Cortes se colocaron árboles de gran porte pero de un modo que apenas lucen», subraya Manuel.

«Es importante que haya especies de hoja caduca que marquen las estaciones»

A Manuel Gimeno se le ilumina el rostro cuando habla de cómo cambia la hoja una determinada especie, y del espectáculo que supone poder contemplarlo en primavera. A diferencia de la mayoría, es un enamorado de los árboles de hoja caduca. Donde los demás solo ven el incordio de una materia orgánica que hay que recoger del suelo cada otoño, él percibe otras dimensiones. «Aconsejo a mis clientes diversidad. Es muy importante que haya árboles de hoja caduca; no todos pueden ser de hoja perenne», explica. «El árbol de hoja caduca te marca las estaciones, en verano te da sombra y en invierno deja pasar los rayos de sol. No te roba calor». Esas hojas tan aparentemente molestas «sirven de sustrato que puede alimentar otras plantas».

A Gimeno también le ha afectado la crisis de la construcción. En su Centro de Jardinería, del camino de Renedo, almacena decenas de árboles de gran porte que fueron importados, o cultivados, en los tiempos de la bonanza y que ahora se acumulan en busca de comprador. En muchos casos, su precio ha bajado, porque descartado su destino para obras públicas, no son tantos los particulares con espacio para plantar en su jardín ejemplares de siete metros de altura y un calibre (diámetro del tronco) de 70 o 75 centímetros. Árboles que ahora pueden conseguirse por 700 u 800 euros, menos si son plátanos(200 a 250 euros). Si hablamos de palmeras, la cosa cambia. El precio puede subir hasta los 3.000 euros.

Lo habitual es la compra de plantas más modestas, aptas para los reducidos espacios de las casas urbanas. «Lo que más se vende son las flores de temporada. En primavera y verano, las petunias y en invierno, los pensamientos, alhelíes y plantas bulbosas como los jacintos. «Y también las rosas, que en este clima van bien» asegura Manuel. Una visita a su vivero evidencia el creciente peso de todo lo que lleva el apellido «ecológico»: semillas, fertilizantes, plantas «Todo lo que sea mejorar la calidad de los productos es una ventaja y depende de cómo se controle», advierte.

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