Jorge Moreno
Viernes, 12 de septiembre 2014, 11:59
Para los militares profesionales que son pareja, trabajar en una misma unidad del Ejército después de haberse conocido es motivo de fortuna. Y parece que el sargento de Caballería Miguel Ángel Sánchez (Valladolid, 1984) la ha tenido puesto que su esposa, la teniente Ana García Quintanilla, está con él en el Líbano, en la misma base de Marjayoun, donde trabaja en la enfermería.
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En el desayuno, en la comida y la cena se sientan juntos. La normativa del Ministerio de Defensa no permite («por ahora») que en estos casos los matrimonios puedan compartir camaretas en zonas habilitadas dentro de los cuarteles.
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La ocupación del suboficial vallisoletano no es una tarea fácil. El mando le ha encargado ser escolta personal del general jefe de la Brigada de UNIFIL en Marjayoun, Andrés Chapa Huidobro.
En el año 2009, Miguel salió con el despacho de sargento. No era su primer empleo en las Fuerzas Armadas, en las que entró en el 2003 como soldado, siendo destinado a la base del Empecinado de Santovenia de Pisuerga. El hecho de que Valladolid disponga de un centro de formación, como es la Academia de Caballería, hace que muchos de los militares del Ejército de Tierra que están en el suelo libanés hayan pasado por la capital vallisoletana. Defensa calcula que el 11% de los mandos españoles que están actualmente en el Líbano ha tenido relación con este centro. De los 560 militares de la Brigada XXI del Líbano, 245 son del arma de Caballería (183 de tropa).
El sargento recuerda, a 3.000 kilómetros su etapa colegial vallisoletana y a sus padres, que también residen en La Vega de Arroyo de la Encomienda. Desde hace 5 años trabaja con su mujer en Zaragoza.
Ella, Ana García Quintanilla (Madrid, 1979) ejerció la enfermería durante años en una mutua empresarial, a la vez que hacía guardias en el servicio de Emergencias SUMMA de Madrid. En el año 2010, Quintanilla ingresó en el Ejército de Tierra. «Esta es nuestra primera misión juntos, aunque por separado ya hemos estado fuera», explica.
Es la segunda vez que Miguel está en el Líbano, y cuatro años después asegura que la situación ha mejorado. En aquella ocasión estuvo asignado a un equipo de Policía Militar, pero a partir de mayo de este año, ese grupo comenzó a operar aparte. Ahora se encarga como jefe de la seguridad del general Chapa, y tiene a varios guardias civiles a su cargo.
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Aunque el vallisoletano vino antes al Líbano, para realizar labores de reconocimiento del lugar, su esposa, la teniente, lo hizo más tarde, ya que los enfermeros están menos tiempo.
«El trabajo que hago es muy interesante, pues te permite estar al día de lo que hace la máxima autoridad de la base. Pero a la vez tiene un nivel de exigencia y preparación, porque somos un equipo que funciona autónomamente», explica.
Con sus despliegues se busca evitar que, en este caso el general, sufra riesgos y atentados. «No tiene nada que ver este tipo de protección en España como la que hacemos en un país como es el Líbano. Hay que tener en cuenta todas las opciones. ¿Que si hemos tenido situaciones complicadas en estos meses? Lo cierto es que no, por cuanto lo que veo aquí es un estado de calma controlada. La seguridad que hay en el sector Este es muy alta, y la sensación que tenemos los militares españoles de UNIFIL es que estamos bien. Lo que ha sucedido este verano en la franja de Gaza aquí no lo hemos vivido. Yo, que me muevo mucho, lo que he observado si comparo con mi anterior destino aquí es que los libaneses están más satisfechos con nuestra presencia, y que colaboran más con nosotros, incluso hasta las Fuerzas Armadas del Líbano. Naciones Unidas está haciendo un trabajo importante y la población lo ve».
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El sargento Sánchez no duda en alabar a su jefe, el general Chapa, porque «deja que todo el mundo tenga su área y se deja aconsejar por distintas opiniones». «No es porque sea el jefe, es que es así», apostilla.
«Lo que más echo de menos de Valladolid es a mi familia. Ahora estoy en el Líbano cuando allí son las fiestas de la capital. Te da envidia al ver las fotos que te envían estos días por Internet», dice.
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Localización de minas
La oficial Quintanilla acumula ya tres misiones en el exterior, una de ellas en el 2011 en Afganistán. «Nuestras misiones son algo más cortas. En la anterior ocasión, que estuve en el Líbano, teníamos que realizar labores de desminado», recuerda.
La guerra libano-israelí del año 2006 dejó al terminar una gran cantidad de explosivos que no detonaron. Los cascos azules de UNIFIL desplegaron parte de su actividad en localizarlos, y por si acaso un equipo médico acompañaba a los artificieros. «Es como si fuera una UVI móvil en lo civil», apostilla Ana.
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El ambulatorio de Marjayoun es un Role 1 y asiste las urgencias que se producen en la base. No cuenta con quirófano, que sí lo posee el hospital chino que está allí. En el equipo español están dos médicos, dos enfermeros, un farmacéutico, un veterinario, cuatro sanitarios y dos auxiliares veterinarios. La relación con los chinos «es buena, y les derivamos a los pacientes para que les hagan analíticas de sangre. Lo más común aquí son las lesiones deportivas y las gastroenteritis», dice.
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