Borrar
La Plaza Mayor en la apertura de las fiestas de 1975.

Tragedia en la 'madrugada de San Mateo'

La Feria y Fiestas de 1975 terminaron de la peor manera posible: con una joven de 21 años arrollada por el camión encargado de repartir el vino

Enrique Berzal

Sábado, 6 de septiembre 2014, 13:57

Pretendía ser una novedad festiva de carácter popular que hiciera las delicias de todos los vallisoletanos, pero se convirtió, sin esperarlo, en el infortunio luctuoso más horrible del año. Ocurrió en la madrugada del 20 al 21 de septiembre de 1975, esto es, a pocas horas de la clausura de las Ferias, durante el estreno de la llamada «madrugada de San Mateo».

Consistía en un multitudinario y gratuito reparto de vino y bocadillos de salchichas en la Plaza Mayor, mientras actuaban los conjuntos musicales Los Chimberos, Los Pomposos, Los Peruanos y Los Cinco de Bilbao. Sin embargo, como señalaba El Norte de Castilla, «todo discurrió por cauces muy distintos de los que en principio se habían marcado los responsables del Ayuntamiento».

En efecto, lo primero que llamó la atención fue la intempestiva llegada de público; hacia la una y veinte de la madrugada, la Plaza Mayor ya estaba a rebosar. Según el decano de la prensa, los congregados sumarían más de 20.000 personas ávidas de vino, música y salchichas. Una cifra tan desmesurada como, a decir del periodista, ciertamente inesperada. Solo quedaba libre una amplia zona en el centro, con dos plataformas valladas para actuaciones musicales.

Poco después de la una y media hizo aparición el camión encargado del reparto de vino; había sido contratado en Cubillas de Santa Marta. Nada más llegar a las calles aledañas, el vehículo fue «asaltado» por grupos de muchachos que se encaramaron a la cisterna. El tránsito era imposible.

Lo peor ocurrió en la calle de la Manzana. Fue entonces cuando el camión inició su lenta andadura «entre falsas maniobras provocadas por la barrera humana que tenía delante. Es posible que una de estas maniobras en precario fuese la causa de que una muchacha resultara alcanzada por el vehículo», señalaba El Norte.

Acababan de comenzar su actuación «Los Pomposos» cuando el drama se apoderó de la Plaza. En uno de los movimientos del camión, una joven fue arrollada por las ruedas, que le aplastaron el cráneo. Ingresó cadáver en el Hospital Provincial, donde fue conducida en una ambulancia situada en las inmediaciones. Se llamaba Belén Paunero Álvarez y tenía 21 años.

«Resulta inexplicable luego se pedirían explicaciones por las personas agrupadas frente a la puerta del Ayuntamiento que el camión comenzase el reparto del vino justo en el momento en que mayor era la afluencia de personas, hasta el punto de que apenas era posible transitar por la zona», apuntaba El Norte.

Así lo debieron de interpretar también los miles de jóvenes amontonados alrededor del vehículo, pues no dudaron en abrir las puertas del mismo y abalanzarse sobre el conductor, al que apalearon hasta el extremo de provocarle varias cortaduras y contusiones en la cara, de las que hubo de ser atendido en el interior del edificio consistorial.

Acto seguido, la multitud enfurecida dirigió su ira contra las autoridades que asistían al espectáculo desde el balcón. Eran las dos menos veinte de la madrugada cuando comenzaron a arreciar los gritos: «¡Menos fiestas y una niña muerta!», «¡Asesinos!», «¡Una explicación!». Una lluvia de palos y botellas comenzó a caer sobre la fachada del Ayuntamiento.

Las autoridades se retiraron hacia el interior mientras la Plaza se convertía en escenario no de música festiva, sino de actos vandálicos. Ardieron los contenedores que estaban en el porche del Consistorio, ardieron las pancartas de los clubes y de las peñas juveniles, ardió incluso una bandera de España. A las tres de la madrugada todavía quedaban cerca de 3.000 personas en la Plaza. Cuando media hora más tarde hicieron acto de presencia seis vehículos de la Policía Armada, dos furgonetas y cuatro jeeps, la estatua del Conde Ansúrez se quedó prácticamente sola.

De inmediato, la Corporación redactó una nota oficial con objeto de «expresar su sentimiento por el lamentable accidente que tuvo lugar en la Plaza Mayor, que ha costado la vida de una joven, aún sin identificar a la hora en que se redacta esta nota (cuatro y cuarto de la madrugada) y, al mismo tiempo, expresar públicamente su condolencia a la familia de la finada.

Con este motivo se suspende la recepción que para los alcaldes de la provincia estaba programada en la mañana de hoy en el patio de la Hospedería de San Benito».

El Norte de Castilla, que también había comenzado a redactar su crónica de urgencia a las 4:30 de la madrugada, acompañada de impactantes fotografías de Cacho, reconocía que «es difícil a estas horas pretender personalizar las responsabilidades de la trágica convocatoria nocturna. La muerte de la joven es el triste colofón de lo que inició con aire de fiesta aun con la protesta folclórica de quienes se han sentido marginados del programa festivo y concluyó con los ribetes de la desgracia en una noche que será recordada como la más penosa del largo itinerario de la feria y fiestas de San Mateo».

Dos días después, el decano de la prensa llamará la atención sobre la necesidad de una más exhaustiva investigación, sin menoscabo de la «imprevisión municipal» que, a su entender, había rodeado todo lo relacionado con aquella «madrugada de San Mateo». Otros medios escritos abundaron en lo inadecuado de este novedoso cierre de fiesta, dando la razón a quienes, como Ricardo Ruiz en las páginas de Pueblo, habían arremetido, días antes, contra dicha idea.

El Ayuntamiento de Valladolid quiso salir al paso de tales acusaciones con una nota, publicada el 25 de septiembre, en la que desmentía las acusaciones de improvisación y señalaba «que la totalidad del festejo, hasta sus más mínimos detalles, había sido cuidadosamente estudiada para que se llevase a cabo felizmente», de modo que los doce puestos instalados hubieran podido repartir 21.600 bocadillos en treinta minutos; el Consistorio acusaba directamente a «pequeños sectores de 200 a 300 personas- cuya misión se vio claramente que consistía en boicotear un acto eminentemente popular y abierto a todos», al tiempo que reiteraba «nuestra consternación y dolor por el trágico accidente que costó la vida a la joven María Belén Paunero Álvarez».

Al funeral, celebrado el 22 de septiembre de 1975 en la iglesia de San Pedro, acudieron, por parte del Consistorio, el teniente de alcalde Francisco Fernández Santamaría y los capitulares Vicente Garrido Capa, Bernardino Vergara Gil, Emilio Martín Calero y Jesús de Vicente Mingo. El alcalde, Julio Hernández Díez, se excusó por enfermedad.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Tragedia en la 'madrugada de San Mateo'

Tragedia en la 'madrugada de San Mateo'
logo

Debido a un error no hemos podido dar de alta tu suscripción.

Por favor, ponte en contacto con Atención al Cliente.

logo

¡Bienvenido a ELNORTEDECASTILLA!

logo

Tu suscripción con Google se ha realizado correctamente, pero ya tenías otra suscripción activa en ELNORTEDECASTILLA.

Déjanos tus datos y nos pondremos en contacto contigo para analizar tu caso

logo

¡Tu suscripción con Google se ha realizado correctamente!

La compra se ha asociado al siguiente email