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Jorge Moreno
Miércoles, 3 de septiembre 2014, 13:26
Partimos con retraso por la carga a las 11 horas. Dentro del Hércules 130, hay sesenta y dos personas y un general. Es Antonio Ruiz Olmos, jefe de la Brigada Mecanizada X , cuyos efectivos se desplegarán en parte en el Líbano. En este trayecto de reconocimiento viaja personal de Córdoba, Zaragoza y Madrid. Para algunos de ellos, el viaje se repite. Por eso van preparados con auriculares, ordenadores portátiles , tabletas, y revistas con las que distraer al tiempo.
Algunos tenientes coroneles y comandantes aprovechan para repasar las órdenes y la documentación que desde el Ministerio de Defensa se les entregó, para cumplir el cometido en el Líbano. Antes de que el ruido de los motores aumente, y que un suboficial explique dónde están la salidas de emergencia, se charla sobre los destinos anteriores y las vacaciones veraniegas.
Restan más de seis horas para aterrizar en Beirut, cuyo aeropuerto recibe principalmente vuelos de las potencias de la zona. Los más propensos a los inconvenientes de este vuelo, mascan chicles o se toman alguna pastilla. Nada que ver con las prestaciones de un vuelo comercial. Aquí dentro no hay baños, y los dos pasillos con que cuenta la aeronave de carga son un cruce de piernas. Hasta en los autobuses hay más espacio.
Treinta minutos después de salir de la base de Torrejón de Ardoz, los papeles de aluminio que envuelven dos dos bocadillos de embutidos suministrados para la comida comienzan a romperse. Hay hambre para aquellos que madrugaron a las siete de la mañana. En el resto de la bolsa de pin nic, una manzana y una botella con medio litro de agua. No hay azafatas ni carritos con bebidas calientes.
En este avión de carga de fabricación norteamericana, no hay tampoco respaldos acolchados. Solo para los dos pilotos, un joven teniente entre ellos. Así que los cuerpos se acomodan en redes de color rojo y verde, donde se inclinan las cabezas que piensan en su cometido humanitario de la ONU. Y ¿por qué no?, en la guerra que allí se barrunta. Buscando descanso, algunos previsores hinchan pequeñas almohadas para reposar y ver las películas descargadas.
Pasadas dos horas, se estiran las piernas y las miradas de los que están despiertos parecen reflejar pensamientos familiares y de asuntos pendientes en España. Difíciles de resolver a 3.000 metros de altura y sobre el mar Mediterráneo.
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