javier fernández
Domingo, 17 de agosto 2014, 09:23
El simbolismo y el arraigo de la procesión de San Roque y la posterior tradicional subasta del arco engalanado de productos de la tierra con el que recorre el patrón las calles del municipio, al son del grupo de dulzaineros La Olma y con el continuo baile de jotas en su honor por parte de las asistentes cargaron ayer de emoción y sentimiento las fiestas de Quintanilla de Onésimo. En especial para la vecina Pilar Posadas y familia, que pueden presumir de haberse llevado este año el arco de San Roque, repleto de dulces del pueblo, un jamón, un queso, un pan típico gigante con la leyenda Viva San Roque, fruta variada y un amplio repertorio de botellas de vino de la Ribera del Duero de las bodegas de la zona.
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La puja, que comenzó con un valor de 260 euros, alcanzó los 290 euros que ofreció Pilar, que es el primer año que participaba en esta cita por un motivo especial: su nieta Lucía, de 15 años. «Ahora está curada de una enfermedad y se lo quiero dedicar a ella y a todos mis seres queridos (hijos, nietos, nueras). Ya lo tenía en mente desde el año pasado, tenía muchas ganas de tener este detalle y por suerte ha salido bien. Seguro que estos días disfrutamos de todos los productos y le damos un buen palo al arco», comentó con alegría Pilar.
El alcalde, Félix Redondo, destacó que más allá del contenido, que también es muy valioso, lo importante es el simbolismo que tiene para la población el arco de San Roque. «Es uno de los actos tradicionales que perdura en el tiempo con el paso de los años porque no se puede olvidar por su gran arraigo», señaló. Al igual que la merienda tradicional del viernes, declarada de interés turístico y que volvió a ser «muy participativa -más gente que el año pasado-, cargada de calidad y hospitalidad absoluta en la degustación de las viandas que prepararon los vecinos y las peñas», concretó Redondo. El Ayuntamiento repartió entre los comensales 600 litros de vino aportado por las bodegas de la zona y «el ambiente fue extraordinario».
Como en ediciones anteriores, el encargado de conducir la subasta de ayer fue uno de los componentes de los dulzaineros de Quintanilla, Chuchi, habitual en estas lides por sus dotes de improvisación y buen humor que contagia al público asistente. La subasta partió en 260 euros, pero pronto Chuchi convenció al personal de que había que rascarse el bolsillo en un día tan especial. «Entonces 270 para el señor Pepe; quien da más; 280 para la señora Pilar esto se va calentando, 285 para el señor Lucas», anunciaba. Y la puja definitiva fue la de Pilar con 290 euros.
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