Concierto de Kiko Veneno y Delafé y las Flores Azules en Peñafiel

Kiko Veneno puso el duende y Delafé y las Flores Azules la adrenalina. El veterano cantautor fue como un gran reserva: estructurado, con cuerpo, equilibrado, redondo; un vino para paladearlo a pequeños sorbos compartiéndolo con grandes amigos durante una tranquila velada. Sus paisanos fueron un joven roble con ligeras notas de madera, explosión de fruta y por supuesto, con toques florales. Un tinto servido más bien fresquito para compartir más de una botella, también con buenos camaradas, durante una noche en la que salir a darlo todo, que es lo que hicieron el dúo formado por Helena Miquel y Oscar Daniello.

Así, en pleno corazón de la Ribera del Duero, en Peñafiel, discurrieron los recitales que ofrecieron Kiko Veneno y Delafé y las Flores Azules la noche del lunes y arranque de la madrugada del martes. Muchos vecinos y bastantes foráneos se acercaron hasta la plaza de los Comuneros para seguir en vivo y en directo a estos artistas de primera línea, que por regla general no suelen prodigarse en entornos pequeños, como puede ser un municipio como el peñafielense. Lógicamente, el caché de estos profesionales escapa a los presupuestos municipales. En esta ocasión estas dos actuaciones han sido posibles gracias a un programa cultural llamado Música con Denominación de Origen que Peñafiel ha compartido con el municipio pontevedrés de Cambados, que han contado con una importante subvención del Ministerio de Cultura y Deporte. Música, exposiciones fotográficas, cine y teatro para niños, son algunas de las actividades que se están llevando a cabo en ambos municipios.

Tras la salida del escenario, Kiko Veneno declaró sentirse muy satisfecho de la actuación y de la respuesta del público. «Es un día de fiesta, un día de verano bueno y agradable, la gente ha estado muy a gusto y nosotros también. Nos hemos tomado un vino de la tierra y hemos tocado con mucho sentimiento. Ribera del Duero saca los duendes, claro que sí», subrayó el artista.

Comunicación relajada y complicidad entre el músico y el público, el catalán comentó que «a mí me gusta mucho este tipo de concierto porque no es usual, no es lo que se suele dar; la gente escucha la música y eso es un placer para los músicos que nos sentimos reconocidos en nuestro trabajo. Es mucho más bonito tocar cuando la gente te está escuchado y no cuando la gente se está haciendo un selfie comentado sus cosas, o distraída, y en realidad no están echando en cuenta el concierto. Eso no se ha producido, la gente ha escuchado el concierto y eso para nosotros es el estado óptimo».

Con otro registro, con las revoluciones del motor al máximo y con mucho ánimo para agradar y ganarse al público, Oscar y Helena acabaron también muy satisfechos de su paso por la villa ribereña. Oscar afirmó que «muy bien durante el concierto; un tipo de conciertos que a veces son un reto porque te enfrentas a un público que no es el tuyo como el que va a una sala a verte. Es una satisfacción acabar el concierto y ver las caras de felicidad y ver a gente que ha visto a la banda por primera vez y le ha gustado». «Eso es lo bonito», destacó Helena, quien indicó que «aquí tienes que ganarte a la gente porque hay personas que te acaban descubriendo; es lo agradecido de este tipo de actuaciones».

Como es habitual, el derroche físico y artístico fue total sobre el escenario, se entregaron en cuerpo y alma ya que «por desgracia, por la crisis, es difícil llegar a lugares así, entonces es un plus de ilusión y tienes muchas ganas de hacerlo bien. Pero en general siempre nos entregamos al máximo, somos muy dedicados a nuestro trabajo, que nos gusta mucho, y en directo disfrutamos generando movimiento y, para conseguir eso, el primero que tiene que moverse es uno mismo», anotó el cantante.