Coma-Cave (Lesotho) . El palentino Daniel Landa posa con varios niños de la localidad en abril de 2008. :: FOTOS CEDIDAS POR DANIEL LANDA
PALENCIA

Daniel Landa, el último aventurero

El palentino triunfa en televisión con el documental 'Un mundo aparte', en el que refleja la vuelta al globo durante dos años

J. J. López

Domingo, 8 de enero 2012, 15:19

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En el mirador de Autilla del Pino (Palencia) empezó todo. Fue su particular santuario de inspiración. Después de miles y miles de kilómetros de selva, desierto o fiordos helados, ningún paraje ha sido capaz de evocar una sensación parecida en el periodista Daniel Landa, el último aventurero. «Dicen que ya no hay exploradores, sino turistas», bromea pese a haberse sentido como Roald Amundsen en la carrera por descubrir el Polo Sur durante dos años de rodaje constante, en el que Landa desafió al paro y a la crisis con una expedición alrededor del globo terráqueo. Desde la estepa siberiana hasta la inhóspita selva amazónica, en la que llegó a creerse uno de los protagonistas de Parque Jurásico.

El aventurero palentino cogió la brújula un 18 de julio de 2002. «Era un día de mucho calor, de agobio en Madrid. Me acababa de quedar en paro, y tenía que hacer algo», comienza el director del documental 'Un mundo aparte', un proyecto audiovisual que emite en la actualidad La 2 de Televisión Española y el fruto de su expedición. Desde ese momento, su meta fue convertir su «mapa de los sueños» en una travesía realizable tanto física como económicamente. «Fuimos ambiciosos y tratamos de buscar grandes rutas que unieran diferentes continentes. Por ejemplo de España a Cabo Norte, de San Petesburgo a Vladivostok o toda la Panamericana», comenta.

De su Autilla paradisiaca, salió el 5 agosto de 2006. La preparación se alargó cuatro años hasta lograr 750.000 euros de presupuesto. Landa, quien se alejó de las nuevas tecnologías durante dos largos años, acudió a ellas para reclutar a su equipo. En Internet encontró a José Luis Feliu y al argentino Alfonso Negrón. Feliu, entusiasmado con la determinación del periodista y realizador palentino, llegó a vender su casa para financiar el viaje, junto a otros patrocinios. Todo para llegar a los confines de la Tierra. El resultado: más de 300 horas de película en la que se plasma la vida de tribus perdidas de Suazilandia o «la nobleza» de los nómadas del Gobi en Mongolia. «Hemos estado casi un año y medio para editar el documental de 13 horas», explica Landa sobre un producto que ha comercializado a infinidad de televisiones y que ya está en poder de National Geographic. Su estreno en España, el pasado 30 de diciembre, logró un 5,8 de audiencia dentro de 'Grandes Documentales'. «En eso no pensábamos cuando partimos de Madrid con destino a los países nórdicos», confiesa. Fue su primer destino.

De sus primeros meses recuerda los robos que sufrió en Suecia. «Es una contradicción, hablamos de uno de los países más seguros del mundo y yo me quedé sin la ropa que llevaba para el viaje», recuerda. Pese a atravesar decenas de estados considerados de alto riesgo e inestables, la expedición solo tuvo problemas en el país escandinavo y en Rusia. «Mejor que no se te pierda un papel en Rusia, porque puedes tener un problema, y gordo», añade al tiempo que explica que nunca han pecado de temerarios en su viaje. «El único sitio donde a lo mejor nos la jugamos fue en el Amazonas», expresa.

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En el pulmón del mundo -y pese a haberse vacunado contra todo «y contra todos», subraya- la malaria acechaba en un tramo perdido de la selva brasileña. En la carretera BR-319, abandonada a su suerte durante 800 kilómetros en el continente americano, Landa y sus compañeros tuvieron que escoger entre «cocerse» en su Toyota Grand Cruiser KXR o exponerse a lo desconocido. «Nos habían advertido de las consecuencias y de los problemas que podíamos tener con la malaria, pero era eso o asfixiarnos», rememora. «No había nada, pero nada de nada. El camino estaba lleno de vegetación y parecía que los árboles nos iban a comer. No sé qué hubiera pasaso si hubiera llovido, con el barrizal que se podía haber provocado», afirma. Sin aldeas, sin gasolineras, pero en un tramo lleno de vida. «Abrimos las ventanillas, y nunca olvidaré aquellos sonidos», matiza. «Se habla de especies desconocidas, de lo inhóspito de la selva. Allí estaba todo», recuerda Landa, en cuyos ojos aún se aprecia la pasión por uno de sus pasajes favoritos del viaje.

Los orígenes del hombre

En el Amazonas también conoció la historia de tres tribus. Como si de una fábula se tratara, conoció los efectos del descubrimiento de diamantes en los cintas larga, los suruis (conocidos mundialmente por su acuerdo con Google para plasmar vía satélite los efectos de la deforestación) y una tercera tribu. En la primera, la codicia por los diamantes les llevó a la destrucción. «Padecieron episodios de drogas, hubo asesinatos. Colocaron una puerta en su poblado y se autoeliminaron», comenta el explorador palentino de 37 años.

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Los suruis continuaron con su vida, fieles a la máxima que preside su sociedad, en la que no es más rico el que más tiene, y sobrevivieron. Los terceros en discordia, después de superar la 'fiebre del oro', acordaron olvidarse de ella y desaparecer en la selva, hasta el día de hoy. «Al final, pese a las peculiaridades de cada sociedad, todos somos muy parecidos», asegura Landa, quien destaca la hospitalidad de los pueblos árabes. «A veces la televisión nos transmite una imagen muy distorsionada», analiza.

'Un mundo aparte', rodado entre 2006 y 2008, no padeció los efectos derivados del 11 de septiembre, ni los del 11 de marzo. «Nos han abierto las puertas de todas las casas, nos han invitado a dormir, a comer... Aquí sería impensable», revela Landa, quien se ha metido de forma completa en la piel del explorador del siglo XIX y ha aprendido a valorar sociedades totalmente opuestas a las occidentales. «Para mis compañeros, lo más difícil ha sido la comida», explica. Desde degustar la carne de oso polar junto a los esquimales hasta la salsa de termitas en el continente africano.

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África fue otro de los parajes destacados en la producción. «Aprendimos a tratar con tribus totalmente jerárquicas», comenta, al tiempo que recalca los altos costes de moverse por el territorio africano. Peajes, permisos... y sus respectivas comisiones fueron un suplicio. «Tuvimos que aprender a marchas forzadas para facilitarnos las grabaciones», indica. Los sacos de sal, azúcar y otras especies se convirtieron en enseres vitales. «Utilizábamos el trueque para ganarnos el favor de los jefes de las tribus. Nos arrodillábamos, aplaudíamos... Cualquier cosa para ganarnos su favor». Así se convertían en «una especie de embajadores» a los que protegía el cacique de turno. En este sentido, el deporte español también les echó una mano. «El fútbol es universal y nos servía para limar asperezas. Lo mismo que en Rusia puedes entablar conversación con una botella de vodka», comenta. Trucos de aventurero a imagen de aquellos conquistadores hispanos que utilizaban las cuentas de colores para obtener el oro de los mayas, de los aztecas... Soluciones para sobrevivir en un mundo en el que, a juicio del explorador palentino, las distancia son más cortas de lo que inicialmente parecen.

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