UXI GARRIDO
Martes, 3 de enero 2012, 01:13
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Anochecía el día de Año Nuevo de 1962 cuando los mozos de Castrillejo de la Olma, que regresaban de pasar la tarde en Villoldo, dieron la alarma del inminente desbordamiento del arroyo Botín y del río La Cueza, haciendo sonar las campanas de la iglesia a rebato.
A medianoche, las calles eran ríos, el agua inundaba ya algunas casas y los vecinos decidieron trasladar a mujeres, ancianos y niños hacia la zona más alta del pueblo, donde se dispusieron a pasar la noche esperando a que bajase la riada.
A las cinco de la madrugada, llegó la Guardia Civil del puesto de Villoldo, comunicando que el nivel de las aguas seguiría subiendo porque los pantanos del norte de la provincia ya no podían almacenar más agua y tendrían que abrir las compuertas. En ese momento, decidieron evacuar el pueblo y trasladar a todos los habitantes hacia la Dehesa de Macintos, cuyos vecinos habían acudido con tractores para prestar auxilio a los castrillejeros. En total, unos cien vecinos tuvieron que abandonar el pueblo debido a la riada, como consecuencia de las lluvias torrenciales y también de las precarias infraestructuras de la cuenca del río La Cueza.
Cuando la caravana salía del pueblo, se produjo un incidente que pudo ocasionar una tragedia mayor: el transformador que suministraba la luz eléctrica se quemó y todo quedó a oscuras. Los vecinos, empapados y asustados a bordo de los remolques, no tenían otro remedio que continuar por el camino de Torre de los Molinos, oculto bajo las aguas turbias y dejarse conducir a ciegas por la hilera de chopos que bordeaba la senda.
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Finalmente, llegaron a Macintos, donde les recibieron con los brazos abiertos: con ropa seca, leche, una alubiada del colono Quico y, sobre todo, con ánimo y mucho calor humano.
Cuando los vecinos creían estar a salvo, la Guardia Civil ordenó nuevamente la evacuación porque el Cuérnago también se estaba desbordando. Así, sobre las doce del mediodía del día 2 de enero de ese año 1962, tanto los vecinos de Castrillejo como los de Macintos subieron de nuevo a los tractores y remolques para cruzar el Cuérnago y las aguas desbordadas del río Carrión por el pago del Piconote.
Seguía lloviendo a mares, los remolques comenzaron a inundarse, y los motores de los tractores Lanz (que llevaban el tubo de escape en lo alto), anegados, se pararon en medio de la corriente.
Las autoridades y vecinos de Villoldo, alertados por el grave peligro, llegaron con las caballerías más grandes y mansas del pueblo para suplir a los tractores y vadear el río Carrión con los evacuados a lomo de los équidos. Fueron momentos de pánico, en los que una madre gritaba «¡me falta una niña!», y una vecina de Villoldo le respondía: «¡yo la tengo!».
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También un matrimonio joven había quedado aislado en la finca de los Seco y las comunicaciones con Palencia estaban cortadas porque en el puente de Villafolfo el agua ya llegaba por el blanco pintado en los chopos. Se pidió ayuda a Carrión, de donde trajeron una barca, y en ella fue evacuada la última familia de Castrillejo, incluida una embarazada, que durante el rescate cayó al agua, pero que afortunadamente el 21 de febrero de ese mismo año dio a luz a una niña, bautizada bajo el nombre de María de los Milagros de la Soledad.
Los vecinos de Villoldo hicieron hueco en sus hogares para acoger a las familias evacuadas y les prodigaron todas las atenciones que aquellos duros tiempos permitían. Tres días después, en la víspera de Reyes, los Magos llegaron con el más preciado regalo en las alforjas: los cien vecinos de Castillejo de la Olma retornaron vivos a su pueblo.
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Ayer se cumplieron cincuenta años de aquellos hechos, que devuelven a los vecinos de Castrillejo de la Olma la necesidad de agradecer a sus paisanos de Macintos, Villoldo y de la comarca del Bajo Carrión que acudieran en su ayuda.
Los castrillejeros quieren agradecer a quienes, en momentos tan difíciles, dieron una lección de solidaridad entre pueblos vecinos. Asimismo, también quieren dar un toque de atención para las instituciones provinciales y regionales que, en estos cincuenta años, no han aportado las soluciones necesarias para corregir las defectuosas infraestructuras que a punto estuvieron de causar incluso una tragedia humana.
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El agradecimiento de los castrillejeros tiene memoria y quiere tener futuro. «Recordaremos siempre al jinete que arriesgó su vida para salvar la nuestra en medio de la corriente, a la familia que nos brindó su casa y su cariño y a todo el pueblo de Villoldo, a los que están y a los que nos dejaron. Nosotros y nuestros hijos no olvidamos vuestra ayuda, y nuestros nietos y biznietos serán transmisores de un capítulo de historia que terminó felizmente gracias a vosotros. Esperamos también que toda la comarca tenga el futuro que merece», resaltan Juliana Pérez e Hilarino Garrido al cumplirse medio siglo de aquella riada que inundó el pueblo.
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