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S. ESCRIBANO
Lunes, 26 de diciembre 2011, 10:56
Un centenar de empleados de la Junta han estrenado una nueva modalidad de jornada laboral que les permite trabajar desde sus casas de uno a tres días a la semana. Son teletrabajadores y trabajan por objetivos. Se les pone una tarea y la pueden hacer de madrugada, por la mañana, después de dar de merendar a los niños o de acostarlos. Lo imprescindible es que cumplan el encargo. Esa es la filosofía del teletrabajo, opuesta al presencialismo que consiste en calentar la silla, independientemente de que durante ese tiempo se desarrolle tarea efectiva o no.
«Todos ganamos. Es beneficio para la Administración, porque la cantidad y la calidad del trabajo no se ven mermados, y bueno para el trabajador al permitirle conciliar la vida laboral con la familiar», argumenta Rocío Lucas, viceconsejera de Función Pública, departamento adscrito a la Consejería de Hacienda que dirige Pilar del Olmo. Lucas destaca que esos empleados no trabajan de forma aislada, puesto que la «interconexión con sus departamentos es continua».
La implantación de este tipo de jornada no surge de la nada. Los responsables de personal de la Junta saben que no merma el trabajo porque en 2010 la entonces Consejería de Administración Autonómica llevó a cabo una experiencia piloto en la que participaron 99 funcionarios durante seis meses. La evaluación del programa fue muy buena por parte de los trabajadores, pero también por parte de sus jefes.
La Junta de Castilla y León es la primera administración autonómica que ha regulado con carácter general, como una modalidad más de jornada, el trabajo no presencial de sus empleados. Lo hizo en marzo y el personal con nómina autonómica con al menos dos años de antigüedad lo puede solicitar desde el 23 de mayo en sus consejerías.
Puestos idóneos
Se han presentado 321 peticiones, según los datos facilitados por Hacienda, de las que alrededor de un centenar han obtenido el visto bueno y 70 esperan el inicio de la tramitación después de comprobar que cumplen los requisitos. Son personas cuya presencia en el centro de trabajo no es imprescindible para desarrollar su labor. El equipo necesario para efectuar su tarea y estar conectados con la oficina lo ponen ellos. En la nómina autonómica hay alrededor de 87.000 empleados. De ellos quedan excluidos directamente el personal docente y sanitario o los agentes medioambientales y aquellos trabajadores que están en oficinas de atención al público. La jornada no presencial se cierra también a los puestos de dirección, coordinación y supervisión desde la categoría de jefe de servicio en adelante y a secretarias y secretarios de altos cargos. Fuera de estas excepciones, los responsables de personal de la Junta consideran puestos «susceptibles» de amoldarse al teletrabajo aquellos en los que se hacen estudios y análisis o se elaboran informes, los de asesoría, redacción, corrección y tratamiento de documentos, los de inspección y los de gestión de sistemas de información.
Existen también unos criterios preferentes de autorización que se aplican cuando varios empleados del mismo servicio solicitan trabajar desde casa y no hay posibilidades de rotación o acuerdo entre ellos. Para deshacer empates se atienden a cuestiones de conciliación de horario laboral con el cuidado de familiares, situación personal, distancia al centro de trabajo desde el domicilio o a asuntos de estudios y formación.
Experiencias personales
Javier Prada y María José Herrero forman parte del batallón de pioneros del teletrabajo en la Junta. El primero es jefe de sección en la Consejería de Familia e Igualdad. Acude tres días a su despacho en las dependencias que la consejería tiene junto al hotel Balago de Valladolid y dos días trabaja desde casa. «Para elaborar documentos e informes se saca más provecho al trabajo desde casa, porque evita las interrupciones de la oficina y la concentración es mayor», explica Prada, con la información para elaborar pliegos para la limpieza de dependencias en su ordenador y su mesa.
Con el fin de evitar comentarios que puedan dar lugar a equívocos -por ejemplo, que se aprovecha esta jornada no presencial para empalmar fines de semana-, Javier Prada decidió descartar el lunes y el viernes como días de labor en casa y optó por miércoles y jueves. «La gente puede tener una idea equivocada, es una cuestión educacional y de mentalización», afirma este jefe de sección, que participó en 2010 en el programa piloto, no por cuestiones familiares, «sino por cuestión de mejora de mi trabajo, de mayor rendimiento». Ahora, trabajar desde casa no quiere decir que esté aislado de lo que pasa en el edificio en el que están sus compañeros. El móvil y el correo electrónico son decisivos para «solucionar las incidencias del día», explica Prada. Contratiempos de limpieza, de informática, de conexiones, de luz, de mobiliario, de averías... Su teléfono debe estar operativo todos los días, incluidos los no laborables.
María José Herrero también es reincidente en esto del teletrabajo. Es auxiliar en la Dirección General de Función Pública, participó en el proyecto piloto del año pasado y desde primeros de noviembre trabaja tres días en casa, entre documentos, oficios y escritos sobre procesos de selección personal, y dos en la oficina. Su nueva jornada laboral le ha permitido que sus dos hijos coman en el domicilio y prescindir de una persona que fuera a recogerlos. «Te dicen lo que tienes que hacer y te organizas. Si no termino por la mañana, me pongo por la tarde o cuando acuesto a los niños. Se trabaja más rápido en casa porque hay menos elementos de distracción», afirma Herrero.
En el servicio de María José hay tres teletrabajadores. Reconoce que su situación provoca curiosidad e incluso hay quien puede pensar que es un privilegio. «Algo que se superará con el tiempo y que exige un cambio cultural. Es un error pensar que te llevan el sueldo a casa por hacer nada. Se trabaja incluso más para justificar la ausencia física de la oficina y demostrar que sí trabajas y sacas tarea adelante», confiesa Herrero. Son la punta de lanza de un nuevo modo de trabajar.
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