VÍCTOR M. VELA
Miércoles, 16 de noviembre 2011, 01:35
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Una vez demostrado el importante papel de España en el exterior (con más de dos millones de microcréditos concedidos en doce años y hasta 750 millones de euros prestados en el exterior), y después de situarse como segunda donante internacional (por detrás de Estados Unidos), España trabaja ahora para desarrollar en el interior de sus fronteras los programas de microcrédito como herramienta de inclusión social y para favorecer el autoempleo. Es la principal conclusión de la jornada de trabajo celebrada ayer en el centro cultural Miguel Delibes, dentro de la Cumbre Mundial del Microcrédito, que por primera vez analiza el sector de las microfinanzas en el país anfitrión del encuentro.
Y estos son los resultados del análisis. En el exterior, creciente presencia. En el interior, saliendo de una crisis y a la espera de una clara definición. «Nos volcamos mucho con instituciones de microfinanzas en el extranjero, pero no hay tantas que trabajen dentro de España», asegura Jaime Durán, profesor e investigador de la Universidad Pontificia de Comillas.
Por partes. ¿Qué ocurre más allá de nuestras fronteras? El Fondo para la Promoción del Desarrollo (Fonprode) ha asumido este año la labor desempeñada hasta ahora (y desde 1998) por el Fondo para la Concesión de Microcréditos (FMC). En estos doce años, el FMC ha tramitado la concesión de esos dos millones de microcréditos, el 60% dirigidos a mujeres y la mayor parte, encaminados a la implantación de un negocio por parte del usuario que recibía el dinero. El 59% de estos fondos se ha destinado a América Latina, seguida por Asia (15%), Europa y los Balcanes (14%) y África (11%). «Nuestro objetivo ahora es incrementar estas buenas prácticas en inversión responsable, promoviendo la transparencia en el sector, llegando a nuevas regiones, trabajando con moneda local y pasar así de la mera aportación de capital a una presencia más activa», tal y como ha señalado José Moisés Martín Carretero, de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
O sea, que España trabaja bien en el uso de los microcréditos como herramienta para el desarrollo en el extranjero. ¿Y aquí? ¿Qué ocurre aquí? Lo explican Mari Cruz Lacalle, de la Universidad Autónoma de Madrid, y Silvia Rico, del Foro Nantik Lum de Microfinanzas. «En España no se puede hablar de microfinanzas porque solo trabajamos, de momento, con microcréditos», aseguran. Las grandes impulsoras de este tipo de préstamos han sido, desde el año 2001, las cajas de ahorro, «instituciones financieras que conceden el acceso al capital con la intermediación de organizaciones sociales o de las ONG, que son las que sirven de puente con los beneficiarios».
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El máximo desarrollo de los microcréditos en España (por encima de los 65 millones de euros) se alcanzó en 2008 y el sector atravesó entonces un bache motivado por la crisis financiera. «Pero desde 2010 estamos viviendo un resurgimiento», asegura Lacalle. No solo con un repunte en el número de préstamos, sino también con la constitución, en 2010, de un grupo de trabajo que componen más de cien instituciones que trabajan en red para fomentar este tipo de prácticas en España (son cajas de ahorro, la Fundación ICO, el Banco de España, ONG, fundaciones...). Incluso han consensuado una definición de microcrédito, como aquel de «hasta 25.000 euros, sin avales ni garantías, para personas físicas excluidas de los cauces tradicionales de financiación en España cuya finalidad sea poner en marcha o reforzar actividades productivos y/o mejorar las condiciones de calidad de vida». Esta es la definición.
Pero, ¿quién hay detrás? ¿Quiénes son los beneficiarios? Pues son personas que no pueden acudir a los cauces habituales de crédito porque no tienen ingresos estables. «Y cada vez son más», asegura Jean Claude Ferrera, fundador de la Asociación de Comunidades Autofinanciadas, una iniciativa de grupos de ahorro que funciona en España desde el año 2004. «No queremos ser competencia de la banca y por eso nos dirigimos hacia otro tipo de público», señaló Durán. Es el reto de las microfinanzas en España.
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