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ENRIQUE BERZAL
Lunes, 31 de octubre 2011, 17:15
Como las fichas de dominó, lo que ocurrió en el PSOE tras la dimisión de Demetrio Madrid fue un continuo e imparable caer hacia la derrota. De la división interna, al inesperado fracaso electoral. Y eso que lo sondeos demoscópicos que manejaba el PSOE en 1986 le auguraban una victoria más abultada que la de Bono en Castilla-La Mancha.
Pero las disputas internas y determinados posicionamientos en plena campaña, extremadamente impopulares, condujeron al PSOE a los bancos de la oposición y encumbraron a un político de escaso carisma, a un recién llegado a la política autonómica que no pocos, incluso en su partido, tildaban de 'paracaidista': con José María Aznar dieron comienzo los 24 años consecutivos de gobierno del Partido Popular en Castilla y León.
Las controversias generadas entre los socialistas con la elección de José Constantino Nalda como presidente y sucesor de Demetrio Madrid condicionó sobremanera el siguiente paso orgánico: la elección del candidato a la presidencia de la Junta en las autonómicas de junio de 1987.
Este puesto se lo reservaba el secretario regional, Juan José Laborda, quien, una vez efectuada la dimisión de Demetrio Madrid, se apresuró a pactar con Ferraz la ruta a seguir: nombramiento de Nalda para presidir la Junta de manera provisional y proclamación, poco después, de su candidatura a la presidencia de la Junta. Esto último se produjo el 3 de marzo de 1987, tras la pertinente reunión de la Comisión Ejecutiva Regional.
Una decisión no por unánime menos paradójica: dos años antes, en el tormentoso Congreso socialista celebrado en León, Laborda había abanderado la oposición a Demetrio Madrid proponiendo todo lo contrario que acababa de hacer: separar los cargos de presidente de la Junta y secretario regional del PSOE. Si entonces lo consiguió, ahora daba marcha atrás. Preguntado por los periodistas ante tamaña contradicción, Laborda adujo el «cambio de ciclo» por el que atravesaba el partido en la región.
La cercanía de las elecciones explica que el 14 de marzo de 1987, el Comité Regional del PSOE, en un claro esfuerzo por dar imagen de unidad, apoyara de forma unánime al candidato; la prensa no tardó el destacar el voto favorable de Demetrio Madrid.
Aznar ataca
El desgaste continuado de los socialistas le serviría de provechosa munición electoral a la oposición 'popular', liderada desde finales de 1985 por José María Aznar, que un día después de la investidura de Nalda había sido proclamado en Burgos candidato a la presidencia de la Junta. En su discurso se refirió «al despilfarro, la ineficacia y el gorroneo» del Gobierno regional socialista; palabras y calificativos que, aclaró, no eran de su cosecha, sino que los había tomado prestados del propio Laborda.
Manuel Fraga, presidente nacional de AP, apostaba fuerte por Aznar para acometer la conquista del Gobierno de Castilla y León, bastión determinante para incrementar el poder de la formación ante las generales de 1990. Claro que la tarea no era fácil.
Madrileño de nacimiento y diputado por Ávila merced al apoyo político de Feliciano Blázquez, Aznar también generó reacciones contrarias en el seno de su propia formación. Algunos lo consideraban un auténtico 'paracaidista' y hasta el actual alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, que luego formaría parte de su equipo de gobierno como consejero de Cultura y Bienestar Social, alzó la voz en una reunión celebrada en el hotel Montico de Tordesillas: «¿Nadie hay en la región que tenga que venir uno de fuera?», vino a decir.
Esta condición de 'paracaidista' tendría incluso su correlato judicial. El 12 de mayo de 1987, el polémico procurador Francisco José Alonso Rodríguez, líder del PANCAL, interpuso una denuncia contra su candidatura ante el presidente de la Audiencia Territorial de Valladolid por presunta infracción de la Ley Electoral Regional; según Alonso Rodríguez, Aznar, aunque residente en Madrid, se había empadronado apresuradamente en la sede provincial de AP en Ávila para concurrir a los comicios autonómicos.
El entonces alcalde abulense, Mario Galán Pérez, se encargó de extender el pertinente certificado que, atendiendo al requerimiento de la Junta Electoral de Castilla y León de 7 de mayo de 1987, acreditaba el empadronamiento de Aznar, un mes antes, en el municipio. Según parece, también los socialistas de Castilla y León valoraron la posibilidad de seguir la senda del PANCAL y recurrir el empadronamiento del entonces líder de AP, pero finalmente desistieron al considerar las escasas posibilidades que tenían de que prosperarse el recurso.
Conversión
El reto más determinante para el candidato aliancista consistía en disciplinar a su partido en torno al proyecto regional. Un cometido nada fácil, por cuanto AP llevaba promoviendo procesos secesionistas desde antes incluso del arranque de la comunidad.
De hecho, si en junio de 1983 el grupo popular en el Senado había presentado sendos recursos de inconstitucionalidad en torno a la incorporación de León y Segovia, militantes de AP de Burgos hicieron otro tanto contra la decisión de ubicar el legislativo autonómico en el Castillo de Fuensaldaña y las sedes de la Junta en Valladolid.
Aunque ninguno de estos recursos próspero, las tendencias 'centrífugas' seguían latentes entre los aliancistas de Castilla y León. Y contaban, desde luego, con líderes muy valorados en sus respectivas provincias, desde Modesto Fraile y Carlos Gila en Segovia hasta, por ejemplo, José María Suárez en León, entre otros muchos.
Junto a esa tarea de pragmática 'conversión' regionalista, Aznar explotó al máximo la división interna de los socialistas y las acusaciones de despilfarro lanzadas contra la Junta por los sectores antidemetristas del PSOE; y contó, inesperadamente, con una baza electoral sobrevenida: el impopular apoyo de Laborda al proyecto del Gobierno central de instalar en la localidad salmantina de Aldeadávila de la Ribera, en los Arribes del Duero, un cementerio nuclear o IPES (Instalación Piloto Experimental Subterránea). Era mayo de 1987 y los socialistas se granjearon la enemiga de buena parte de los salmantinos. La fuga de votos no se hizo esperar.
Así que, contradiciendo las encuestas que manejaba Demetrio Madrid poco antes de su dimisión, los resultados de aquellas elecciones de junio de 1987 no pudieron ser más desfavorables al PSOE: los 42 procuradores de 1983 se quedaron en 32; los mismos que AP. Ambos partidos perdieron votos en favor del CDS, que con 18 escaños se hizo con la llave de la gobernabilidad. Precisamente, el pacto con los centristas otorgó a Aznar la Presidencia de la Junta y al candidato del CDS, Carlos Sánchez Reyes, la de las Cortes. Desde entonces, el PP no solo no se ha apeado del Gobierno regional, sino que desde 1991 lo ejerce con mayoría absoluta.
El mismo Laborda, en una entrevista concedida a este periódico el 4 de diciembre de 2007, al poco de anunciar su retirada de la primera línea política, reconocía el error histórico de su partido a escala regional:
«De no haber existido esta división; de no haberse producido la desconfianza de parte del partido, entre los que me incluyo, hacia Demetrio Madrid; el no tener experiencia... nos llevó a desaprovechar las ventajas con las que contábamos. Podíamos haber hecho de Castilla y León lo que ha sucedido con Castilla-La Mancha. Cometimos todos un error, que fue no dar importancia a lo que supuso Demetrio Madrid en la Presidencia de Castilla y León, y yo soy el primero en reconocerlo».
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