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POR ENRIQUE BERZAL
Viernes, 21 de octubre 2011, 21:20
Fue una auténtica sorpresa informativa. Aunque los rumores llevaban tiempo sonando; aunque dentro de su partido, y hasta de su propio Gobierno, no cesaban de tenderle trampas; pese a todo ello, la noticia fue impactante. Demetrio Madrid, primer presidente de la Junta de Castilla y León, había decidido dimitir. Era la tarde-noche del 29 de octubre de 1986. El próximo sábado se cumplen 25 años. Un episodio marcado a fuego en la historia reciente de esta comunidad, pero desconocido en su profundidad.
Porque la causa más inmediata, su procesamiento por la Audiencia Territorial a cuenta de un conflicto laboral en su Zamora natal, precipitó una auténtica riada de presiones, producto de la sorpresa desatada por su victoria electoral.
En efecto. El imprevisto desenlace de aquella primera legislatura es incapaz de ser comprendido en toda su complejidad sin atender a la conjunción de dos graves circunstancias que acecharon a Demetrio Madrid desde el comienzo mismo de su mandato: los problemas de su empresa textil y la configuración, dentro del PSOE, pero también de su propio equipo de Gobierno, de una corriente política dispuesta a desalojarle de la presidencia autonómica.
Ya desde enero de 1984, los problemas de su empresa textil, 'Pekus', habían ido cobrando mayor envergadura y ocupando un espacio relevante en los medios de comunicación regionales. Dichos problemas, basados en las dificultades económicas para sufragar los diferentes gastos de gestión empresarial, fueron los argumentos que utilizaron sus adversarios políticos para minar su autoridad. Una campaña de acoso que contará, además, con aliados mediáticos de enorme fortaleza.
Un dato a tener en cuenta: a Demetrio Madrid lo eligieron democráticamente sus colegas socialistas como secretario regional y para encabezar, en mayo de 1983, las listas del partido a las primeras elecciones autonómicas, tras la sorpresiva renuncia del vallisoletano Juan Antonio Arévalo. El zamorano dijo sí a regañadientes; ni siquiera se encontraba en aquel cónclave reunido para escoger un candidato que, pensaban, se estrellaría contra el muro de la derrota en una Comunidad históricamente conservadora y sin apenas sentimiento regional. Pero no ocurrió así: aquel 8 de mayo, Demetrio Madrid encabezó la lista ganadora y se convirtió en el primer presidente de Castilla y León.
Por si fuera poco, el primer acto oficial, la semana de las Fuerzas Armadas celebrada en Burgos, lo colocó mano a mano y en su despacho con el Jefe del Estado y la familia real al completo, así como con buena parte del Gobierno de Felipe González. Cucharada de ricino para envidiosos.
Demetrio Madrid: técnico textil a quien los vericuetos profesionales habían convertido en empresario, impulsor de cooperativas industriales y de vivienda, histórico militante cristiano contra la dictadura de Franco, regionalista convencido, diputado constituyente y consejero de Urbanismo y Vivienda en el preautonómico Consejo General de Castilla y León; un hombre, en definitiva, con acreditada voluntad y vocación política regional. No tardaría en sufrir en sus propias carnes la animosidad de sus colegas.
Ataques internos
Para comenzar, nada más regresar de Estrasburgo, donde el 27 de enero de 1984 había participado en la Conferencia de Regiones de Europa como presidente de la Comunidad. 'Sectores del PSOE de Castilla y León intentan sustituir al líder regional Demetrio Madrid', rezaba el titular de 'El País' del día 20. Premonitorio. Era un aviso antes de la celebración, en Burgos, los días 28 y 29, del Congreso Regional extraordinario del PSOE. Una corriente contraria, liderada por el entonces diputado nacional y secretario provincial del PSOE vallisoletano, Juan Colino Salamanca, pidió su cabeza esgrimiendo una serie de argumentos que, paradójicamente, serían luego utilizados por la oposición política.
La frase de Colino apareció de manera textual en los informativos: «No es posible que un presidente que no es capaz de gobernar sus asuntos personales sea capaz de dirigir una Comunidad Autónoma». A ello se sumó otra crítica que tuvo su efecto en las bases del partido: la política de contrataciones llevada a cabo por alguno de sus consejeros, que sus adversarios tildaron de desmesurada. Los 'populares' no tardaron en acusarle de «amiguismo».
Quienes abanderaban la corriente crítica no se escondían. A Colino se unieron hombres como el mismo Jesús Quijano, entonces procurador y miembro de la ejecutiva regional; el ex secretario regional del PSOE y dimisionario reciente, Juan Antonio Arévalo; el entonces senador Octavio Granado; Tomás Rodríguez Bolaños, alcalde de Valladolid en esa época; el senador burgalés Juan José Laborda; y el propio consejero de Gobierno Interior y Administración Territorial, José Constantino Nalda; también, el diputado por Salamanca Ciriaco de Vicente, el alcalde de Segovia, Miguel Ángel Trapero, y el entonces alcalde de Turégano, Jesús Bravo Laguna, entre otros.
Poco antes del Congreso ya se barajaban públicamente tres candidaturas para sustituir a Madrid al frente del socialismo castellano y leonés: las de Quijano, Arévalo y Laborda. Finalmente, y gracias en buena medida a la labor de mediación de Carmen García Bloise, secretaria federal de Organización, Madrid vio refrendada democráticamente su candidatura a la secretaría regional de los socialistas por 56 votos a favor, 22 en contra y 18 abstenciones. En mentideros políticos y periodísticos aseguraban que hubo de ser la dirección central del PSOE la encargada de poner orden de manera tajante en el seno de los socialistas castellanos y leoneses, que se resistían a aceptar democráticamente el resultado del Congreso.
Nalda amaga
Aun así, las cábalas no cesaban; tampoco, desde luego, los enfrentamientos internos. El 31 de enero de 1984, el citado Nalda hacía unas declaraciones a medio camino entre la amenaza de dimisión y el reto a Demetrio Madrid para que lo cesara. Finalmente, en una reunión celebrada el 1 de febrero, ambos acordaron sosegar los ánimos en espera de una futura reestructuración de las Consejerías. Esta tendría lugar en el mes de septiembre con la salida del consejero de Presidencia, Francisco Javier Vela, y la fusión de su Consejería con la de Nalda. Sin embargo, este no vio cumplida su ambición de ser nombrado vicepresidente.
Pero el momento culminante de la batalla interna socialista tuvo lugar en el transcurso del IV Congreso Regional celebrado en la Escuela de Ingenieros Agrícolas de León, los días 9 y 10 de marzo de 1985, bajo el lema 'Una realidad solidaria'. Lo que se vivió fue, más bien, 'Una realidad dividida'.
Dos meses antes, justo cuando terminaba el plazo para la presentación de ponencias y corrientes de opinión, se había hecho pública la creación de una llamada Corriente Socialista de Castilla y León en la que figuraban, como principales exponentes, los 'antidemetristas' Juan Antonio Arévalo (Valladolid), Juan José Laborda (Burgos), Ciriaco de Vicente (Salamanca), Miguel Ángel Trapero (Segovia) y varios alcaldes y parlamentarios.
A Arévalo, De Vicente y Laborda los presentaba la prensa como serias alternativas a Demetrio Madrid para ocupar la secretaría regional del partido. Su principal caballo de batalla consistía en la separación de la secretaría regional del PSOE y la presidencia de la Junta de Castilla y León, postura de la que disentía Madrid, quien expresó su voluntad de presentarse a la reelección.
También se presentaron, como corrientes críticas y alternativas, la minoritaria de Izquierda Socialista y la liderada por Jesús Quijano, catalogada en algunos medios como 'tercera vía o grupo renovador' dentro del partido. En ella figuraban, según los informantes del momento, el consejero de Economía y Hacienda, Javier Paniagua, el primer presidente de las Cortes regionales, Dionisio Llamazares, y el mismo Juan Colino, quienes habían ayudado a Quijano a elaborar la ponencia.
Finalmente, este IV Congreso Regional supuso la frustración de Demetrio Madrid en su intento de ser reelegido para la secretaría regional. Fue aquella una jornada maratoniana, plagada de tensiones y negociaciones de pasillo, y no se resolvió hasta bien entrada la noche del domingo día 10. Estuvo presente 'Txiki' Benegas, valedor -aun sin decirlo expresamente- de Juan José Laborda.
A pesar de los paños calientes que trató de poner Carmen García Bloise, el 60% de los asistentes votó a favor de la lista encabezada por el citado Laborda, portavoz del PSOE en el Senado y delegado por Burgos que mantenía muy buenas conexiones en la madrileña calle de Ferraz. Laborda se hizo con la secretaría regional y Quijano, el hombre de la 'tercera vía', con la vicesecretaría.
Demetrio Madrid pasó a ocupar la presidencia, que, según sus propias palabras, no era un «puesto de lujo», sino un cargo con contenido. La mecha llevaba tiempo prendida; la noticia no tardaría en estallar.
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