Lagarto, lagarto

Si un andaluz ve una culebra, rápidamente exclamará: «lagarto se vuelva». Y es que la creencia popular considera a los lagartos como protectores del hombre, por eso se suele decir dos veces «lagarto, lagarto», como contrahechizo a cualquier situación que pueda resultar perjudicial. Yo, que no soy supersticioso, entre otras cosas porque trae mala suerte, me he ido a esta tranquila y apartada población palentina de Lagartos, cuyo término hace frontera con la de León. A él pertenecen otras dos pedanías más, que son Terradillos de los Templarios y Villambrán de Cea, que con su nombre deja bien claro que por allí discurre el leonés río Cea, corriente fluvial que durante muchos siglos fue línea divisoria, y por lo tanto frontera entre los no siempre bien avenidos reinos de León y de Castilla.

Lagartos es una pequeña población que duerme recostada en la ladera de una pequeña loma. Hay por allí una vieja fuente, posiblemente tan antigua como los orígenes del pueblo, a la cual acompañan unos chopos y un par de palomares, con lo que hace una buena estampa.

En el centro del pueblo, y sobre un altozano, se instala la sencilla iglesia de San Vicente Mártir.Visitándola por dentro puede verse que es de una sola nave con cubierta plana, teniendo en el presbiterio un bello y sencillo artesonado mudéjar con pinturas en sus vigas, pero que está muy necesitado de restauración. A él se une un pequeño retablo barroco con decentes tablas pintadas en el banco, así como una imagen de la Virgen con el Niño, cuyas manos nada tienen que ver con el resto de la que es una buena talla románica.