El templete y la pérgola

Hoy, como manda la tradición, debería de estar en la capital palentina celebrando a su patrón, San Antolín, o en la importante población vallisoletana de Medina del Campo, donde además podría visitar la exposición 'Passio' de las Edades del Hombre que se instala en su iglesia de Santiago el Real. Pero ya ven ustedes, por no faltar a mi casi diaria cita en esta tribuna, aquí estoy en Villovieco, el último municipio por orden alfabético de los que componen la provincia de Palencia.

Llego a Villovieco siguiendo el antiguo atajo que utilizaban los peregrinos para buscar amparo en el ya desaparecido Hospital de Todos los Santos. Antes de cruzar el río Ucieza, en cuya margen izquierda se sitúa esta villa desde tiempos casi prehistóricos, me instalo en el área de descanso que para el disfrute de los vecinos y peregrinos allí se ha construido. Allí me encuentro con medio pueblo, así como con algunos forasteros, pues un frontón, un templete y una pérgola, junto con mesas y barra de bar, lo han convertido en uno de los mejores espacios lúdicos urbanos del pueblo.

De allí, y sin mucha prisa, me voy a ver un buen conjunto de palomares que se localizan a la salida de Villovieco si se va por el camino de Arconada, y ya de vuelta, visito la iglesia de Santa María, que es un sencillo edificio de una sola nave y crucero, construido en estilo renacentista avanzado y en el que sobresale entre otros su retablo mayor del XVIII, un buen Crucificado gótico y la cajonería de nogal de su sacristía, una de las mejores de la provincia de Palencia, obra de Alonso de Hoz, que la realizó a finales del siglo XVI.