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ANA SANTIAGO
Jueves, 1 de septiembre 2011, 03:04
La voz es su principal instrumento para explicar la materia que imparten, para llamar la atención y conseguir que el alumnado preste interés, para mantener el orden en el aula. Fuera de las horas de trabajo, las palabras no cesan aunque relajen su volumen y esfuerzo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) hace apenas un quinquenio que incluyó las patologías que afectan al aparato de fonación en la lista de enfermedades profesionales. A pesar de las consecuencias económicas y sociales que supone el alto peso, sobre todo cuantitativo, de estas dolencias entre los docentes, apenas se consideran, ni se enseña a trabajar con la voz, ni a cuidarla, a quien va pasar toda su vida profesional utilizando este instrumento.
Estas consideraciones y el contacto diario y directo con la enseñanza y el profesorado, además de su condición de músico, son las que llevaron a Javier Centeno Martín a estudiar los 'Factores de riesgo y de protección frente a los tratamientos foniátricos de los profesores de Castilla y León del ámbito de la enseñanza obligatoria y universidad'.
El estudio de la Universidad de Burgos establece una importante relevancia de estos problemas. Así, según destaca su autor, el 57% de los profesores ha consultado a su médico de familia por problemas vocales y el 71,1% ha terminado en el otorrinolaringólogo. Las bajas laborales afectan al 37% al año y suelen tener una duración media de quince días y el 48% declara sufrir de forma habitual patologías de la voz, fundamentalmente faringitis aunque no pida una baja laboral.
El trabajo de Javier Centeno, recogido en 486 páginas, aborda fundamentalmente tres aspectos de este generalizado problema. Por una parte, la percepción que el docente tiene acerca del ambiente sonoro y del abuso o no que realiza de sus cuerdas vocales. Por otro lado, este profesor titular de la Facultad de Educación de Didáctica de la Expresión Musical, analiza la salud del aparato respiratorio y foniátrico en sí, las consultas a médicos, las alergias, faringitis o afonías, entre otros problemas concretos. Finalmente, el trabajo se adentra en los hábitos de vida y salud y su influencia en el docente, tales como el tabaco, el consumo de bebidas frías o el hábito de trasnochar para finalmente establecer posibles caminos de investigación o medidas de prevención.
Centeno ha basado su tesis en una muestra de 675 profesores de las nueves provincias de la comunidad tanto de centros públicos como privados y urbanos como los de zonas rurales.
El estudio abarca asimismo docentes de los diferentes niveles académicos, desde el infantil hasta el universitario, y aunque los profesores de todas las etapas escolares padecen problemas, las patologías se agudizan especialmente en las clases de los niños más pequeños debido «fundamentalmente a la necesidad de alzar la voz» entre los niños que siempre son más revoltosos y provocan más algarabía que los de edades más avanzadas y, sobre todo, más que los universitarios.
Asimismo, la tesis detecta que son más frecuentes estas dolencias foniátricas entre los profesores más jóvenes, en los primeros años de profesión «porque los nervios y la falta de experiencia llevan más a recurrir a alzar la voz, a forzarla». Esto se detecta sobre todo en los primeros cinco años de enseñanza.
Educación Física
Por asignaturas también hay diferencias sustanciosas. Son los profesores de Educación Física los que más patología sufren, son los que más gritan para marcar el ritmo del aula, un 38% de estos preparadores tienen problemas. Otra temática con alta incidencia es la formación de Ciencias, afecta al 21% de estos docentes sin que se encuentre, como en el caso de la gimnasia, una explicación clara. La de menor problemas, con el 6%, es la clase de Música, tal vez «por la formación vocal y el conocimiento de técnicas respiratorias por parte de estos docentes, su laringe está más acostumbrada».
Javier Centeno destaca que son los «profesores que mayor descontrol del aula perciben los que más hablan por encima del ruido de fondo de la clase, por lo que confirman esta hipótesis».
Aunque desde los años 60 y 70 apenas hay bibliografía sobre la temática que trata esta tesis, el estudio y la percepción actual es que «ha empeorado mucho la situación, de forma vertiginosa, a la par que lo ha hecho la problemática educativa, hacia unos comportamientos más negativos y violentos por parte del alumnado, los roles estaban antes mejor y más definidos».
En cuanto a los problemas de hábitos poco saludables asociados a una mayor prevalencia de los foniátricos, esta investigación detecta lo que, en principio, parecía una contradicción o, al menos, una relación no esperable como es el hecho de que personas fumadoras hayan tenido menos tratamientos foniátricos que los que no tenían este tipo de adicción.
Finalmente, una revisión de los datos del estudio en busca de correlaciones aclaró que estos afectados acuden mucho menos al médico que las personas que no fuman por aquello de no oír al especialista que lo primero que han de hacer es abandonar el tabaco.
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