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Sábado, 27 de agosto 2011, 02:05
Convento de Portacoeli
Las Calderonas, como se conoce a la congregación de monjas de Teresa Gil por el apellido de su benefactor, procesan a Don Rodrigo, como le llaman ellas, devoción absoluta desde que compró el convento en el siglo XVII. Para ellas un santo, para la historia, un hombre que supo medrar hasta conseguir una fortuna envidiable, con la que no pudo frenar su caída cuando el rey Felipe III le retiró su apoyo. Acusado de 214 cargos fue ejecutado más tarde en la Plaza Mayor de Madrid.
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