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DANIEL A. VALDÉS
Lunes, 15 de agosto 2011, 03:06
Fue un 14 de diciembre del año 1984 cuando la carretera, el mismo asfalto que había dado la gloria a Alberto Fernández, le arrebató la vida de forma cruel. Un accidente de tráfico entre Burgos y Segovia cortó de forma abrupta la trayectoria del mejor ciclista español de la época, precursor de los éxitos que luego llegarían de las piernas de Pedro Delgado o de Miguel Indurain. El destino traicionó al corredor aquella mañana de diciembre, cuando Alberto Fernández venía de recoger de Madrid el premio 'Superprestigio Unipublic' al mejor ciclista español del año y se dirigía a Aguilar de Campoo, el pueblo que le había visto formarse, para disfrutar de un homenaje que, a la postre, se convirtió en un triste y multitudinario entierro.
El corredor nació el 15 de enero de 1955 en Cuena, Cantabria, a menos de diez kilómetros de la localidad palentina de Aguilar de Campoo. A la edad de siete años sus padres se trasladaron a Castilla por motivos laborales, y allí comenzó Alberto Fernández su trayectoria como ciclista. Apodado 'el Galleta' debido a la industria galletera que ha hecho famosa a la localidad aguilarense, ingresó en la escuela que Moncho Moliner desarrollaba en Valladolid donde, en las filas del equipo Volvo, logró sus primeros triunfos como corredor juvenil, según recuerdan en el club ciclista que lleva su nombre. En la ciudad del Pisuerga formó parte de otros dos equipos, el Novostil-Helios en 1978 y un año más tarde en el Moliner-Vereco donde coincidió con otros grandes corredores como José Luis López Cerrón o Perico Delgado, quienes guardan un gran recuerdo de él. «Como 'amateur' coincidí con él en Valladolid, pero Alberto pasó a profesional antes que yo, se fue al equipo Teka», recuerda López Cerrón.
La Vuelta a España
Con 24 años debutó como profesional en el equipo Teka bajo las órdenes de Domingo Perurena. En 1980 consiguió la Vuelta al País Vasco, el primero de sus grandes triunfos en las filas de uno de los mejores equipos de España, aunque los éxitos más destacados del ciclista se produjeron en las grandes rondas.
En el Tour de 1982 Alberto demostró su valía como escalador al finalizar tercero en la mítica cima del Alpe D'Huez y, un año después, ya en las filas del equipo Zor, sumó a su palmarés un tercer puesto más dos victorias de etapa en el Giro de Italia, y repitió sitio en el cajón en la Vuelta por detrás de Mariano Lejarreta y del campeón francés Bernard Hinault. El Galleta firmó un gran año en su nuevo equipo y confirmó que se trataba de uno de los mejores corredores de la época. En palabras de Perico Delgado, «era la referencia del ciclismo español en el Giro y el Tour. Lo recuerdo con admiración, era muy sólido en todos los terrenos, andaba bien en la montaña y en la contrarreloj». Su fortaleza en todos los terrenos era la cualidad más destacable de un ciclista que iba encaminado a ser el sustituto de Luis Ocaña.
Alberto Fernández rozó las mieles del éxito en 1984, su último año. En una de las Vueltas más apretadas de la historia, tan solo seis segundos separaron al español de lograr el jersey de campeón en la ronda española. Fue el año en el que un jovencisimo Pedro Delgado se daba a conocer desde el equipo Reynols y en el que Fernández demostró que la montaña era para él, con dos terceros puestos en las etapa con final en los Lagos de Covadonga, y en una cronoescalada dos días después. En su camino se cruzó el ciclista francés Eric Caritoux arrebatándole el liderazgo y, a la postre, su última oportunidad de obtener una victoria final en una gran vuelta por etapas.
La tragedia de los seis segundos quedó olvidada con los hechos de diciembre. Alberto Fernández abandonó la concentración que el Zor había planeado en Sierra Nevada para dirigirse a Madrid a recoger el premio en reconocimiento a sus méritos deportivos. López Cerrón rememora el momento: «Veníamos de 15 días en Sierra Nevada, se fueron Rupérez, Mínguez y él para Madrid para recoger el premio de Unipublic al mejor ciclista. Al día siguiente nos íbamos a ver en un homenaje en Aguilar de Campoo, pero cuando bajábamos de entrenar esa mañana nos salieron a buscar para decirnos que había sucedido el accidente. Fue un mazazo, una impresión para todos». Al día siguiente el Galleta debía estar en Aguilar, el pueblo que le había dado su apodo y le había visto crecer, pero un choque frontal contra otro vehículo silenció el homenaje que iba a recibir, llenó de lágrimas los ojos de los personajes de mundo del ciclismo y frenó los éxitos del mejor ciclista español del momento. Su mujer falleció junto a él y en Cantabria quedó el hijo de la pareja, actual ciclista del Xacobeo, que quedó huérfano a los tres años.
Sueño roto
La prematura muerte de Alberto provocó que el ciclista se quedara sin lograr la gran vuelta que tan cerca estuvo de conseguir. Perico Delgado asegura que «con su muerte brusca no terminó de rematar un mejor palmarés» mientras que López Cerrón va más lejos al analizar las opciones que el fatal destino arrebató al de Aguilar: «Podía haber llegado a cotas altas, no sé si a ganar un Tour pero a hacer buenos puestos sí, y aquella Vuelta a España fue una desgracia. Él no tenía que demostrar nada, era en aquel tiempo una de las figuras».
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