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Julio Mínguez, de 93 años y antiguo trabajador de las dos fábricas de harinas de Viloria, pasea por el municipio. :: FOTOS: LORENA SANCHO
El páramo de harina y achicoria
VALLADOLID

El páramo de harina y achicoria

La industria alcanzó su apogeo en Viloria en el siglo XX con cuatro fábricas

LORENA SANCHO

Sábado, 30 de julio 2011, 02:55

Rodeada de pinos, en un páramo limítrofe con la provincia de Segovia de donde se extrae la piedra que viste un sinfín de fachadas, algunas de ellas como posando para un cuento, y especialmente su Plaza Mayor, coqueta, recogida y admirable por el trazo de sus bellas casas. Hace treinta años que el encanto escondido de Viloria, huérfana del apellido 'del Henar' en los registros oficiales, cautivó al alemán Heinz Fischir, residente en el País Vasco. Acudió con su mujer para visitar a un cuñado y el flechazo entre el pueblo y este matrimonio no se hizo esperar. «Mi mujer decía que aquí no le dolía la cabeza ni las cervicales, empezó a tener gallinas, a hacer la matanza... y de tres veces que veníamos al año finalmente nos quedamos», relata este ahora septuagenario mientras departe con algunos vecinos del pueblo.

El matrimonio Fischir se integró entonces en un pueblo que hace alarde de ser acogedor. Tanto, que pronto adquirió parte de una de las dos fábricas de harina que albergó el municipio en el siglo pasado para convertirla en su morada. Aquí residen, entre los muros que un día fueron testigos de las moliendas de trigo que empleaban a un buen número de vilorianos. Uno de ellos fue Julio Mínguez, a punto de soplar los 94 años, quien trabajó en las dos fábricas de harina y en el molino de su padre. «Lo menos estuve 23 años», rememora a la puerta de su casa mientras se ajusta la boina. «Esto -dice al respecto y como paréntesis- con la moda de las viseras y las gorras se ha ido arrinconando».

La industria alcanzó a mediados del siglo pasado su apogeo en este pueblo de casi 400 vecinos de la mano de las dos fábricas de harina, una de galletas que empleaba a un buen número de mujeres y una más de achicoria, el sucedáneo del café que acaparó el cultivo del valle hasta hace unas décadas. Cándido, agricultor ya jubilado -«ochenta y tantos años»- da fe. La sembraba, la sacaba y la vendía, pero después, nada de probarla. «¿A qué ton y a qué santo voy a tomarlo yo?», se pregunta con espontaneidad.

En cualquiera de los dos bares que abren sus puertas al público en Viloria tienen la respuesta. En La Bodega, por ejemplo, su regente suele servir a diario entre ocho y diez achicorias. «Se pone más café, pero la gente sigue tomándola, sí», precisa. La adquieren en Cuéllar (Segovia), a ocho kilómetros de distancia por una carretera que atraviesa a pocos metros de Viloria el venerado Santuario de Nuestra Señora del Henar. En término segoviano, a ningún vecino de Viloria se le escapa que fue a un pastor de este pueblo al que cuentan que se le apareció la Virgen. Y ahora, en cambio, apenas hay relación con el santuario que custodia a la patrona de Villa y Tierra.

Las misas aquí se celebran en la iglesia de Santa María de las Nieves, cuyo tejado aguarda desde hace años el regreso de una cigüeña que ya no sobrevuela el arroyo del Henar. La conocieron Tina, Secundina y Engracia, de 92, 85 y 84 años, respectivamente. «Y se la echa de menos, pero nada, no anida», coinciden.

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