VALLADOLID

Tres muertos, tres desconocidos

Emeterio Estefanía, el primer 'mártir del Alzamiento', y los militares Riobóo y Liberal fueron las primeras víctimas de la sublevación en la ciudad INICIO DE LA GUERRA CIVIL EN VALLADOLID CAPÍTULO X

POR ENRIQUE BERZAL

Domingo, 10 de julio 2011, 11:45

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En la mañana del domingo 19 de julio se producía en Valladolid el primer muerto reconocido del Movimiento Nacional. Era un joven monárquico de Renovación Española llamado Emeterio Estefanía».

El nombre de este joven aparece, con calificativos entusiastas y párrafos laudatorios, en las crónicas oficiales del alzamiento y en la famosa Causa General franquista. Era, en efecto, el primer 'mártir' de la sublevación en España. Dos militares le acompañaron en su desdicha aquel 18 de julio de 1936; los tres, pese a inaugurar el rosario de víctimas en el Valladolid en guerra, siguen siendo unos perfectos desconocidos para muchos aficionados a la historia local. Conviene aclarar su trayectoria: una de ellas, de hecho, deparará una curiosa sorpresa.

Lo cierto es que pocas, muy pocas noticias encontrará en la hemeroteca quien pretenda ahondar en la trayectoria de Emeterio Estefanía. Antes de julio de 1936, El Norte de Castilla apenas aporta más datos que su constante actividad deportiva: figura, en efecto, en los campeonatos de tenis más destacados del momento.

Abogado de profesión, era hijo de Enrique Estefanía de los Reyes y Josefa Cuadrao, y había nacido en Castrourdiales, provincia de Santander. En el momento de su muerte tenía 29 años y estaba prometido con Pilar del Hoyo Enciso. Trabajaba, según el certificado de defunción, como 'Delegado de S.A. accidentes'.

Su compromiso político aparece diáfano en septiembre de 1935: en esa fecha, Estefanía figura como vocal en la junta directiva de las juventudes de Renovación Española, organización que en Valladolid presidía Antonio Planas y que decía combatir «la labor destructiva de la masonería y de la organización judeomasónica», esto último en alusión a la republicana Federación Universitaria Escolar (FUE).

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Radicalizado

Radicalizada en un sentido antidemocrático desde tiempo atrás, Renovación Española (RE) adoptó un compromiso aún más serio con la conspiración militar tras el asesinato, el 13 de julio de 1936, de su líder nacional, José Calvo Sotelo.

Durante la guerra, la formación monárquica contó con sus propias milicias, cuyo cuartel general quedó instalado en la antigua residencia de la Compañía de Jesús, en la calle Ruiz Hernández. Sin embargo, Emeterio Estefanía, al que el historiador Luis Castro sitúa en contacto con los planes conspirativos de Onésimo Redondo días antes de la sublevación, ingresó en las milicias de los Voluntarios de España, al margen de cualquier organización política.

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Con el afán de contribuir a la rebelión y en relación, por tanto, con el «Estado mayor golpista», el joven abogado acompañó a Andrés Saliquet y demás militares a la sede de Capitanía. Junto a él figuraban, también como civiles, José María y José Antonio Cuesta y Esteban Valverde.

Durante el forcejeo con el entonces capitán general de la VII División, general Molero, el ayudante de este, el comandante Ruiperto Riobóo, abrió fuego y una de las balas le alcanzó mortalmente. Era el primer 'caído' del bando sublevado en toda España, y así lo quiso expresar el multitudinario funeral celebrado el día 20: «Una inmensa comitiva salió del hospital militar, tras el primer caído del Alzamiento Nacional. Las calles del tránsito ofrecían repletas las aceras y los balcones no podían soportar el peso que sobre ellos gravitaba. La comitiva discurría rompiendo el silencio moteado de disparos».

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Jornada crucial

Pero Estefanía no fue la única víctima. Otros dos hombres, militares de profesión, perdieron la vida en aquella primera jornada, crucial para los insurgentes. Eran el citado Riobóo y el también comandante de Infantería Ángel Liberal Travieso. Ambos, igualmente desconocidos para muchos.

Fue Ruiperto Riobóo Llovera quien, el 18 de julio de 1936, inició en la Capitanía General las hostilidades que finalmente terminarían con su vida. De convicciones republicanas, había nacido en Solsona, provincia de Lérida, el 8 de junio de 1889, y era hijo de Rafael Riobóo y Dolores Llovera.

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Su relación con Molero se había intensificado en julio de 1932, cuando entró a formar parte de la VII Brigada de Infantería, mandada por aquel. Dos años después, concretamente el 9 de marzo de 1934, partió desde Barcelona a Valladolid, sede de la VII Región Militar, en compañía del también comandante -y posterior víctima- Ángel Liberal Travieso, nombrado igualmente ayudante de Molero.

Que este confiaba en ellos lo demuestra la decisión de nombrarlos ayudantes de campo, junto al comandante de Artillería Francisco Lezcano Guarinos, nada más ser designado ministro de la Guerra. Casado con Primitiva Soles Ortiz, con la que no tuvo descendencia, cuando el 18 de julio de 1936 los golpistas, con Saliquet a la cabeza, hicieron acto de presencia en Capitanía para hacerse con el poder, Riobóo no dudó en disparar; el fuego cruzado lo tocó de lleno: fallecería en el Hospital Militar de Valladolid el 25 de julio de 1936, tal y como señala su acta de fallecimiento, aunque su expediente militar lo dé por muerto el día 21.

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Lo que pocos saben es que la otra víctima, el también ayudante de Molero y comandante de Infantería, Ángel Liberal Travieso, terminaría siendo declarado muerto en campaña merced a ciertas testificales que lo posicionaron en actitud afín a los sublevados. Natural de San Juan de Puerto Rico, donde había nacido el 27 de marzo de 1891, era hijo del matrimonio formado por Ángel Liberal Rodríguez y Providencia Travieso.

Había actuado en África a las órdenes, ni más ni menos, que del entonces general de Brigada Miguel Primo de Rivera, dictador entre 1923 y 1930, con quien luchó en Beni-Amrán e Izarduy; pero también con el general de brigada Severiano Martínez Anido -futuro presidente del Consejo de Guerra que condenaría a Molero-, en el poblado de Beni-Salem.

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El mismo mes en que el futuro capitán general de Valladolid obtuvo el ascenso a general de la VII Brigada de Infantería, es decir, en noviembre de 1931, Liberal fue nombrado su ayudante de campo. Desde entonces acompañará a Molero en diversos e importantes actos, además de contribuir a sofocar, en 1932, el «movimiento sedicioso revolucionario que estalló en las cuencas del Cardoner y Alto Llobregat», reza su expediente militar.

Casado desde 1920 con María Concepción Lucini Blanch y padre de cuatro hijos (María Concepción, Ángel, María Gloria y Eduardo), la fatalidad lo arrolló aquel 18 de julio de 1936: el tiroteo iniciado por Riobóo en Capitanía lo alcanzó de manera fortuita, causándole la muerte dos días después en el Hospital Militar.

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Lo curioso es que en la causa seguida contra Molero, testigos que protagonizaron los hechos refrendaron la versión que situaba a Liberal más cerca de los militares sublevados que de los defensores de la legalidad republicana. Así hicieron, en efecto, el teniente Gonzalo Silvela, el general Enrique Uzquiano («no había tomado parte en la refriega y simpatizaba con nuestra causa», declaró) y, sobre todo, el teniente coronel Ángel Gómez Caminero: «Cree, y desde luego afirma, que el ayudante del general Molero, comandante liberal, era partidario del Movimiento Nacional pues varias veces había hablado con él y siempre habían coincidido en la misma idea y si no formó parte desde los primeros momentos activamente entre los que trabajábamos por el Movimiento Nacional, fue por el cargo que ocupaba».

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