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J. I. FOCES
Martes, 28 de junio 2011, 02:50
A las pocas semanas de haberle nombrado consejero de la Presidencia y portavoz de la Junta, hace ahora cuatro años, el presidente Juan Vicente Herrera cenó con un importante empresario de la comunidad. A la hora de despedirse, Herrera se dirigió a su interlocutor y le espetó: «¡Ah! Y si algún día tienes alguna duda sobre lo que pienso de algún asunto, habla con Pica; es quien mejor interpreta lo que pienso».
A José Antonio de Santiago-Juárez López le corre la política por las venas. La lleva escrita en su ADN. Es hijo de don Antolín de Santiago (hay nombres a los que es un sacrilegio quitarles el 'don'), quien fuera, entre otros cargos públicos, alcalde de Valladolid, y como tal el inventor de lo que décadas después es uno de los festivales de cine más prestigiosos del mundo, la Seminci. Como si de la parábola de los talentos se tratase, don Antolín ha visto mejorada en su hijo José Antonio la labor pública, entendida como él siempre la entendió, servicio a los demás, desde la base de las ideas, el pensamiento, la acción política y la iniciativa.
Si se analiza la biografía política de este vallisoletano por los cuatro costados, uno llega a la conclusión de que si José Antonio de Santiago estuviera en Sevilla en una hermandad de Semana Santa, sería costalero; si estuviera pisando el albero, solo ante un toro, sería una mezcla de Rafael de Paula (considerado por los puristas de la tauromaquia como el mejor capote de todos los tiempos y en cuyo toreo Antonio Gala encontró «una sutil música callada») y Luis Miguel Dominguín (a quien le unen lazos familiares, que no de sangre; el diestro madrileño era íntimo de don Antolín y apadrinó en la pila bautismal a Miguel, hermano del consejero). En su vida política ha cargado con todo lo que le han echado sobre sus hombros y lo ha ejecutado muchas veces con una discreción digna de una media verónica de las de 'verdá'.
Cuando Juan Vicente Herrera llegó a la Presidencia de Castilla y León, hace ahora once años, le encomendó la negociación del traspaso de la competencia de más personal, recursos y presupuesto de todas las que ha recibido Castilla y León, la sanidad. Selló el traspaso con éxito.
Así llegó Herrera a 2003 y tras ganar sus primeras elecciones autonómicas, encargó a José Antonio de Santiago-Juárez el puesto de portavoz del PP en las Cortes, para negociar sus planes de lucha contra la despoblación y la reforma del Estatuto de Autonomía, la definitiva.
Así llegó a 2007, y tras volver a ganar en las urnas, se lo llevó al Gobierno regional, donde le encargó una nueva consejería, la de la Presidencia, de apoyo al presidente, y las funciones de portavoz.
Así llegó Herrera al pasado 22 de mayo, y tras ganar las elecciones, ayer decidió encargar a su alter ego (que es lo que, en corto y por derecho, es José Antonio de Santiago-Juárez para el presidente) todas las competencias que tenía en 2007 y además las de Administración Territorial (es decir, relaciones con ayuntamientos y diputaciones), Ordenación del Territorio (o sea, todo el conglomerado de iniciativas y normativa que tiene que ver con el futuro de los municipios y la prestación de servicios con unos mínimos de calidad) y la Justicia (es decir, el traspaso más incómodo de los que faltan por asumir; el del Duero lleva años intentando que el Gobierno de Zapatero se avenga a sentarse a negociarlo).
Con una imagen firme y práctica, ganada a pulso en horas y horas de negociaciones y de trabajo, lleva años actuando de pararrayos de la Junta de Castilla y León en multitud de asuntos en los que los responsables políticos correspondientes, pese a ser del PP, se han puesto de perfil.
En el plano personal es un hombre hogareño donde los haya. Quienes le conocen saben que José Antonio de Santiago-Juárez no es nada ni nadie sin Concha, su esposa, y Paula, su hija. Las dos son las niñas de sus ojos, sus manos, su pensamiento, su sustento emocional, su bálsamo, su refugio, su principio y fin y, lo que es más importante, su corazón y su cabeza. Un segundo libre, para Concha y Paula. Un instante de reposo y el pensamiento vuela hacia Concha, su Concha del alma, y Paula, su Paula de su corazón.
«Es quien mejor interpreta lo que pienso», dijo Herrera de él a un empresario hace cuatro años. Interpreta lo que piensa el presidente mejor que ninguno, pero también lo ejecuta. Por algo le encargó sus tres programas electorales. Los de las tres victorias.
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