La enfermedad más hermosa: la belleza
Con tanta inflación de obras, hay públicos que buscan el 'soto voce' teatral
ANTONIO CORBILLÓN
Viernes, 27 de mayo 2011, 23:08
Valladolid no es Florencia, la ciudad que da nombre al 'síndrome de Stendhal'. Esta sería quizá una de las enfermedades que no le importaría sufrir a más de uno: la taquicardia, el vértigo e incluso las alucinaciones producidas por el exceso de exposición a la belleza. Sobre esta materia llevan varios años explorando (y transmitiendo) para el Festival de Artes de Calle de Valladolid la compañía Sinónimos Flamencos. Su trilogía 'Stendhal' se cierra este año con el cante (antes fueron el toque y el baile). Saetas desgarradas en la plaza de Watemberg, con la fachada gótica del Colegio de San Gregorio al fondo. 'El viento de levante... menos mal que la trilla ha terminado' gime una implorante voz desde un balcón. El público se deja mecer, a veces la vista se pierde en esa fachada, atribuida a la escuela de Gil de Siloé. Stendhal ronda cerca...
Cuando el Festival alcanza su ecuador, algo que ocurre entre ayer y hoy, la inflación de propuestas es tal que la mente se queda a veces con los detalles. No cabe más, tal vez ni debe. Como la deliciosa propuesta de los belgas D'irque&Fien, una 'delicatessen' que estará todavía hoy y mañana (20:00 horas, plaza San Miguel). Impregnado de la espontaneidad que debe tener el teatro callejero y con los necesarios elementos circenses, crean un circo de hoy. No hay payasos ni piruetas. Pero sí un 'país de las maravillas' en el que los sueños hacen volar a los hombres y los pianos de cola son trapecios. Y se puede hacer humor sin una nariz de payaso.
La mañana de los viajes desde lo íntimo, casi 'soto voce', también llegaron del otro lado del Atlántico. En Brasil llaman 'lambe-lambe' (chupar-chupar) a esas cajas de fotógrafo antiguas. Desde Salvador de Bahía han creado una escuela que se ha extendido hacia el resto del país como nuevo formato para mirar el teatro. En Valladolid pueden verse cuatro propuestas tan cortas (dos minutos) como pequeñas de tamaño. Como meter el teatro en una caja y llevárselo a cuestas por el mundo. Historias que se suman al boca a boca que siempre funciona en este festival y que ya sitúan el minúsculo y detallista teatro de objetos de Tête de la Pioche entre las cosas que dejarán alguna huella este año.
Entretener sin más
Pero el humor de trazo más grueso también gusta en la calle. Y los jinetes de Les Goulus consiguen que olvidemos dónde acaba el equino y empieza el humano. Unos límites que no quedan tan claros con la propuesta de Fadunito, que primero dejaron que su silla eléctrica de minusválido recorriera vacía la calle Santiago para reflexionar sobre la movilidad humana, parcela en la que son los últimos como se demostraron los ancianos que se subieron al vehículo por la tarde.
Y también, las ofertas de grandes dimensiones, como la de los vallisoletanos Xtrañas, otros viejos conocidos de la parroquia, que pintarrajean la fachada del Patio Herreriano con una reflexión sobre la dominación cultural protagonizada por los grafitis de Banksy.
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