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CARLOS ÁLVARO
Miércoles, 25 de mayo 2011, 02:24
Si no fuera por el instituto que lleva su nombre, es posible que Mariano Quintanilla apenas sonara hoy en un mundo desmemoriado al que poco -o nada- parece importarle su pasado. Pero este pensador, humanista y poeta amigo de Machado dejó un legado que mantiene vigencia, y lo que es más importante, frescura. En este comienzo de siglo confuso es preciso volver sobre Mariano Quintanilla (1896-1969) para rescatar uno de los referentes morales y humanos más solventes que ha dado España. Estos apuntes son un modesto repaso de su vida y su obra, de los sueños y esperanzas de un verdadero demócrata, de un segoviano irrepetible.
Mariano Quintanilla Romero nació en Segovia el 22 de noviembre de 1896 en el seno de una familia acomodada y de noble estirpe. Era hijo de Mariano Quintanilla y Martínez, médico y concejal del Ayuntamiento, y de Ricarda Romero y Gilsanz. La familia siempre residió en la Plaza Mayor, esquina con Marqués del Arco (antes Los Leones), donde el pequeño Mariano creció rodeado de libros y conocimientos.
El muchacho cursó con brillantez la enseñanza primaria en la escuela pública de San Esteban y el bachillerato en el Instituto General y Técnico, el mismo que desde 1977 lleva su nombre. Con idéntico éxito acabó licenciándose y doctorándose en las facultades de Derecho y Filosofía y Letras, de manera que ya en 1920 consiguió una plaza de profesor-ayudante de Letras en el instituto de Segovia, donde coincidió varios cursos con Antonio Machado, con quien entabló una muy sincera amistad.
Quintanilla fue un joven con inquietudes intelectuales muy precoces, una inteligencia fuera de lo común y un espíritu dinámico que le convirtió en todo un referente para sus propios compañeros. El inicio de los años veinte se corresponde con la edad de plata de las letras y las artes segovianas. El joven Mariano se siente identificado con sus compañeros de generación y es uno de los promotores de la tertulia en la que también toman parte Blas Zambrano y Antonio Machado, que llegó a Segovia en diciembre de 1919 para asumir su cátedra de Francés en el Instituto General y Técnico.
Durante la II República fue gobernador civil de Zamora y cuando estalló la guerra, la ultraderecha no le perdonó sus ideas liberales. Regresado a Segovia, fue detenido, encarcelado y despojado de su cátedra. Al parecer, la intercesión del marqués de Lozoya, hombre de gran influencia durante la dictadura franquista, le libró de males mayores. En 1949 reingresó en el cuerpo de catedráticos y pudo volver a ocupar su puesto en Ávila. Finalmente acabó jubilándose en el instituto Cisneros de la capital madrileña.
Mariano Quintanilla Romero vivió los últimos años de su vida volcado en la investigación de la historia local, que dominaba con precisión, y en la edición de 'Estudios Segovianos', la publicación de la Academia de Historia y Arte de San Quirce, heredera de la Universidad Popular, que él impulsó. Murió a los 72 años. Como subraya Mariano Gómez de Caso, su legado es inmarcesible.
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