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JOSÉ MANUEL SÁEZ
Domingo, 1 de mayo 2011, 03:06
El día primero de mayo de 1964 tan taurino, a las cinco y media de la tarde, un mozo palentino, vestido de obispo y oro, el 'traje de los valientes' cruzaba animoso, el ruedo de la tercera plaza madrileña. Iba, nada más y nada menos, que a matar seis toros con toda la barba de la ganadería de Isabel Rosa González. Las fotografías de los toros se expusieron en el Bar Minguez, en la boca plaza de la Calle Mayor de Palencia.¡Hum....¡ Marcos de Celis, anunciado para matar aquellas reses, hace meses que regresó de Bélgica, donde acababa de colgar el traje de minero, dispuesto a reverdecer laureles conseguidos en los cosos taurinos. Un hombre que después de haber saboreado las mieles del éxito decide cambiar de rumbo y trocar sedas y oros por el candil y el pico, no es fenómeno que se da todos los días; Marcos, enfundado en una guayabera de cuero, pocas horas antes de la corrida y a la vera de la plaza de toros de San Sebastián de los Reyes, que iba a ser escenario de su hazaña hace un aparte para contar su vida, esa vida que lleva sujetas doce astas de toros, ya enchiquerados y que vayan ustedes a saber lo que llevan dentro.
El diestro palentino está contento y cuenta muy divertido, su primera salida a un redondel. Fue en Venta de Baños. El alcalde cada vez que lo veía aparecer con su maletilla, gritaba asustado: «El niño, arriba»... Y, bien mirada la cosa, tenía razón:11 años no era edad adecuada para jugarse la piel. Tan solo al año siguiente pudo volver, con todas las de la ley, al mismo ruedo, y quedó muy bien. El alcalde respiró satisfecho.
El chico fue hacia arriba, como deseaba el alcalde; pero no al tendido, sino en brazos de una fama que inició, como tantos, en las duras capeas pueblerinas, hasta que un día de San José hizo el paseíllo en las Ventas con 'Solanito' y 'El Pirri', confirmando en sucesivas ocasiones la buena impresión causada con su arte y valentía en la afición madrileña.
Ese año fue superior para el chico palentino: cincuenta y seis novilladas postineras y embalado para tomar la alternativa, que le concedió Julio Aparicio, con Antonio Ordóñez de testigo, el 18 de marzo de 1.956, en las corridas de las fallas valencianas. El 29 de abril, Juan Posada se la confirmó en Madrid. Cornada en Huesca y treinta y tres corridas antes de ir a Lima, donde en su segunda actuación supo de nuevo de las caricias de los toros.
Veintiuna corridas en 1957; otras tantas al año siguiente.
-«Creo que mi mejor momento lo tuve en 1961, en que toreé cinco tardes en Madrid y, aunque quedé bien, si saber por qué, iba perdiendo cartel y vi como se alejaban mi sueños de llegar a ser una figura del toreo. Fue entonces cuando -yo no he nacido hormiga...-, acomplejado y sin dinero, marché a Bélgica, en busca de nuevos horizontes. ¿Dónde pagan más? ¿En las minas? Pues sería minero y mi nombre cartelero se convirtió en el número dos mil novecientos sesenta. Dos años así. Y nostalgia, quebraderos de cabeza.. Yo no he sido nunca un mal torero; me sentía joven y fuerte. ¿Qué pintaba allí, en un pozo minero? Volví a España y en Palencia me encerré con una corrida, de único espada. ¡Qué bien se dio la cosa! Poco después actué en la feria de mi pueblo, con Paco Camino y 'El Viti'. A los pocos días una vaquilla me fracturó la columna vertebral. La vida es así...».
Capaz de cualquier cosa
Pero cuando moría el primer toro, un colarao con respeto, Marcos de Celis oía, entre barreras, comentarios halagadores: ¡Como viene este torero!.. Un hombre que ha estado dos años en una mina es capaz de cualquier cosa, hasta, como ha hecho Marcos en esta tarde, escuchar ovaciones clamorosas a la muerte de los cinco primeros toros y cortar dos orejas en el segundo y otras dos en el cuarto.
Marcos de Celis -lo consiguió gustoso- no ha sacado la mano derecha vendada; no ha empleado espadita de madera; no se ha manchado el traje. Ha estado en maestro, en figura. Antonio Bienvenida, que estaba allí, aplaudía cuando Marcos brindó al empresario la muerte del berrendo y en seguida, ¡como no! , 'los listos' que ofrecen corridas, el oro y el moro, porque ¡aquí hay un torero! González Vera, empresario de la plaza de toros de Palencia, le envió una tarjeta que decía «el l7 toreas en Palencia», y efectivamente, el 17 toreo en Palencia en compañía de Paco Corpas y Efraín Girón con toros de Dionisio Rodríguez.
Todo iba a pedir de boca. La ultima faena de la tarde. Sonaba la música. Y de pronto, un grito y el torero, que no quiso cortar la faena porque así lo pidió un sabio del tendido, pasa del olé al huele con una cornada grave, rubricada de sangre a la hazaña de un valiente y primera página de una nueva historia que abre Marcos de Celis en un anhelo shakesperiano: ser o no ser.
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