Galardones que afianzan la comunidad
Los Premios Castilla y León, creados para reforzar la identidad de los ciudadanos con la recién estrenada autonomía, reconocen a los mejores de los nuestros
ENRIQUE BERZAL
Domingo, 17 de abril 2011, 03:25
La iniciativa no era inocente ni su creación obedecía a un mero ataque de originalidad. Tanto la fecha de su puesta en marcha como los objetivos de la misma apuntaban al proceso político más importante de aquel momento: el reforzamiento de la comunidad autónoma, recién constituida a efectos administrativos.
Por algo los Premios Castilla y León nacieron con la idea de reivindicar, reconocer y encumbrar la excelencia de tantos castellanos y leoneses que esgrimían una labor ejemplar y contrastada en la ciencia, el arte y las humanidades. La iniciativa arrancó, como señala el primer presidente de la comunidad, Demetrio Madrid, al mes de haber ganado las elecciones autonómicas de mayo de 1983:
«En el terreno simbólico, junto a la celebración de Villalar, que instituimos por Ley como nuestra fiesta oficial, nos propusimos añadir otro importante evento dirigido igualmente a afianzar la construcción de esta comunidad. Me estoy refiriendo a los Premios Castilla y León».
Impulsada la idea por el presidente y su entonces consejero de Cultura, Justino Burgos González, el Decreto 54/1984, de 5 de julio, dio luz verde al Premio Castilla y León. «Distinguir y proclamar la labor de aquellas personas, grupos e instituciones cuyo trabajo u obra de creación haya contribuido de alguna manera a resaltar o enriquecer el patrimonio artístico, científico o cultural de la comunidad; así como reconocer los méritos de aquellos castellanos y leoneses que, dentro o fuera de la región, hayan participado en el desarrollo científico, artístico y humanístico universal», decía el preámbulo.
Una intención no solo de celebración, sino también reivindicativa, pues los galardones trataban, en palabras de Demetrio Madrid, de «frenar la diáspora de tantos castellanos y leoneses destacados en las artes, las letras, la ciencia..., hombres y mujeres que eran referente para muchos ciudadanos». Al mismo tiempo, los Premios buscaban potenciar la estima por lo propio, ensalzar la riqueza y la valía de los castellanos y leoneses como un medio de rebatir el victimismo histórico, tan arraigado en estas tierras
Los Premios arrancaron con cuatro modalidades, cada una premiada con dos millones de pesetas: Letras, Artes, Investigación Científica y Técnica, y Ciencias Sociales y Humanidades. La primera edición fue modélica: Miguel Delibes, Juan Manuel Díaz Caneja, Joaquín de Pascual Teresa y Antonio Tovar.
Más adelante, un nuevo decreto, esta vez de 11 de octubre de 2001, añadió las de Protección del Medio Ambiente, Valores Humanos y Restauración y Conservación del Patrimonio. En 2003 se sumó la octava: Deportes. Más modalidades y más dotación: de los dos millones de pesetas se ha pasado, desde el año 2005, a 18.500 euros.
La nómina de premiados recoge nombres y trayectorias ineludibles, tanto de personas concretas como de instituciones y exposiciones. Baste señalar, por ejemplo, a los que también han sido Premio Príncipe de Asturias: Miguel Delibes, equipo de Atapuerca, Julián Marías, Juan Iglesias Santos, Amable Liñán, Torrente Ballester, Enrique Fuentes Quintana, Carmen Martín Gaite, Claudio Rodríguez y Abel Antón como miembro del equipo español de maratón.
Aunque también denota ausencias que muchos califican de imperdonables: sobresalen José Luis López Aranguren, Juan José Martín González, Francisco Umbral, Ramón Carande y José Luis Martín. También, presencias que otros consideran bastante cuestionables, tanto por la modalidad en cuestión (Marcelo González, Luis del Olmo o Ramón Tamames, por ejemplo) como por la vinculación real a estas tierras (José María Valverde o Carlos de Prada, entre otros).
La importancia del Premio Castilla y León y el hecho de que en ambas administraciones -gobiernos central y autonómico- gobernara el PSOE explica que las primeras ediciones contaran con miembros del gobierno nacional: el ministro de Cultura Javier Solana, en la de 1984, celebrada el 7 de junio del año siguiente en la Capilla del Museo Nacional de Escultura, y el entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, el 22 de abril de 1987, en el Teatro Lope de Vega. Ello sin olvidar el compromiso adquirido en 1986 por la familia real, materializado el 18 de abril en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid, con la presencia de la infanta Cristina.
Tensiones
Los graves disturbios ocurridos en la campa de Villalar en 1986, cuando las autoridades fueron apedreadas por militantes de UPC, y 1987, año en que murió un joven apuñalado, tocaron de lleno a la gala de los Premios: cuando en junio de 1987 José María Aznar llegó a la presidencia de la Junta, decidió hacer coincidir la entrega con la fiesta en la campa, dividiendo así las celebraciones del Día de la Comunidad. La reacción de la oposición no se hizo esperar: queda como testigo el artículo de Demetrio Madrid en contra de la decisión, titulado, gráficamente, 'Siervos y menestrales'.
Desde 1988, la entrega de los Premios tendrá lugar el 23 de abril de manera itinerante, cada año en una provincia de la comunidad, desde el convento abulense de Santo Tomás hasta el Hostal leonés de San Marcos. La 'normalidad' en la celebración no regresaría hasta el año 2000, con Juan José Lucas al frente del ejecutivo autonómico: ese año, la entrega de los Premios ya se celebró el día 22 en el vallisoletano Monasterio de Prado.
La impronta política del evento también lo ha convertido en foco de disputas históricas: especialmente tensa fue la celebración en el Hostal leonés de San Marcos, el 23 de abril de 1996, cuando el discurso de Lucas se vio enturbiado por insultos pronunciados en el templo por los representantes de la UPL y el intento de estos de desplegar una pancarta reclamando autonomía de León.
Anécdotas políticas y también, desde luego, personales. Entre ellas merece destacarse la emotiva carta enviada a Demetrio Madrid por Tierno Galván cuando, muy enfermo, recibió la noticia de la concesión del Premio de las Ciencias Sociales y Humanidades: lo recogió su viuda el 18 de abril de 1986. El escultor Baltasar Lobo, por su parte, solo puso una condición al galardón: que el dinero fuera entregado a su pueblo natal, Cerecinos de Campos; la enfermedad del zamorano hizo que lo recogiera en su nombre el alcalde de su localidad, Manuel Felipe González.
Todavía resuena la atronadora bronca que un nonagenario Esteban Vicente le 'regaló' a Ramón Tamames, acompañado de su ayudante Aída Nizar, a cuenta de la excesiva alegría del catedrático durante la comida de los premiados, mientras Javier Castroviejo, premio Castilla y León del Medio Ambiente 1995, a punto estuvo de perderse el acto a causa de su pasión por la naturaleza: madrugó para ver el urogallo en las montañas de León, y llegó al filo de la inauguración.
De enorme generosidad hizo gala también Marjorie Grice-Hutchinson, quien donó la cuantía del Premio de Ciencias Sociales y Humanidades 1996 para una beca de investigación sobre la 'Escuela Económica de Salamanca'.
Solo un ingenuo puede calificar de casualidad la designación, el pasado año, coincidiendo con la ofensiva desde Cataluña contra la fiesta de los toros, de Santiago Martín, 'el Viti', como Premio de las Artes, único torero hasta el momento que goza del galardón. Y no menos asombro generó ver publicada en un rotativo de Salamanca, semanas antes de que se reuniera el jurado, la noticia del premio Castilla y León del Deporte 2009 a Vicente del Bosque.
Solo en dos ocasiones el premio ha sido compartido: en 1985, en las Artes (Baltasar Lobo y Antonio Baciero) y en 2004, en Deportes (Abel Antón y Fermín Cacho). Cuanto menos extrañeza suscita el hecho de que el Premio de Investigación Científica y Técnica de 1987 quedara desierto, sobre todo a tenor de la valiosa nómina de galardonados que le siguieron, empezando por el del año siguiente, Pedro Gómez Bosque.
Algunos colectivos sociales aprovecharon la importancia del acto para convertirlo en centro de sus reivindicaciones: así ocurrió en 1998 en el vallisoletano Monasterio de Prado, cuando trabajadores de Nicas protestaron contra el cierre de la factoría. El mismo Gonzalo Santonja, premio de las Letras y encargado del discurso en nombre de los galardonados, añadió al mismo un breve apéndice en solidaridad con los manifestantes.
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