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MIGUEL LORENCI
Jueves, 3 de marzo 2011, 01:48
Quiénes somos y qué nos ocurre antes y después de la vida. A preguntas tan ambiciosas trata de responder 'El ángel perdido' (Planeta). Supone el regreso del Javier Sierra (Teruel, 1971) al reinado del 'best-seller'. A los siete años de convertirse en el primer autor español en la lista de los diez libros más vendidos en Estados Unidos con 'La cena secreta', Sierra se reinventa con una intriga de mitos, ángeles, espías y alta tecnología que recorre el mundo en 72 horas frenéticas. El reto es repetir aquel 'bombazo' mundial traducido a más de 40 lenguas que vendió casi tres millones de ejemplares. Arrancó con 200.000 copias, cuatro días después, primera reimpresión, presentación ante el Obradoiro e inicio de gira promocional de mes y medio y 10.000 kilómetros en 'Sierrabús', una gira que le trajo ayer a Valladolid, hoy le lleva a Burgos y mañana a Soria.
-¿Cómo reinventarse y triunfar sin repetirse?
-Eludiendo sociedades secretas, nazis, el santo Grial y todo lo que es ya un tópico en el género del misterio. Con algo nuevo. He ido a los mitos esenciales. Al ciclo del fin de la civilización y su principio.
-Mitología, intriga, aventura, espías, tecnología, ángeles... menudo cóctel.
-Prima la investigación para que la aventura proporcione la adrenalina a la que el lector del siglo XXI es adicto. Es el más exigente y es imposible pegársela.
-¿Dónde está el alma de 'El ángel perdido?
-En la aventura que hoy necesitamos más que nunca y en la trascendencia. En cada novela trato de dar con un arquetipo, una idea fuerte, troncal. En este caso es el fin de la civilización. Todo nos anuncia que el modelo que tenemos se agota, que está en los estertores. ¿Qué vendrá después?
-¿Final de ciclo como el del mítico diluvio universal?
-En efecto. La civilización se destruye para volver a empezar. Los mitos son la fórmula de los antiguos para transmitir información esencial de generación en generación con la herramienta nemotécnica más poderosa: el cuento. En un relato interesante se inyecta la información que deseas transmitir. El mito del diluvio es realmente universal. Común a 240 culturas y conectado con el pasado, nos dice que hubo un cataclismo climatológico global que cambió el planeta. Los geólogos confirman que fue el final de la era glacial. El hielo polar se derritió, subió el nivel del mar y arrasó las costas habitadas por el hombre prehistórico. La destrucción creó el mito.
-Presente en proto-culturas pero ¿citado en el Pórtico de la Gloria en su versión más antigua?
-Sí. Es un anacronismo sorprendente que provoca que la novela acabe y empiece en Santiago. Cuando el maestro Mateo realiza el pórtico conserva figuras que vienen del pórtico anterior. Entre ellas y en la base, un ser con barba aferrado a dos leones. Es Gilgamesh, el héroe sumerio que reclama a los dioses la inmortalidad, el que sobrevivió al diluvio dos milenio antes de la era cristiana, el primer Noé. Conocemos su epopeya sólo desde el siglo XIX, cuando se descubren en la biblioteca de Nínive las tablillas de barro con escritura cuneiforme. ¿Cómo el maestro Mateo y su predecesor conocían a Gilgamesh?
-¿Porque la historia repite cíclicamente sus mitos?
-Sin cesar. Cada civilización 'tunea' las creencias de las anteriores para no perder el control sobre ese sistema de dogmas.
-¿Qué hace diferente nuestro final de era?
-Nosotros hemos perdido la capacidad de hablar con dios. No sabemos quién nos salvará. Vivimos un periodo muy material que ha perdido el impulso del espíritu. No nos preocupa morir, aun sabiendo que moriremos. Es la gran diferencia y la clave del libro, que casa magia y ciencia para rellenar ese vacío.
-¿Necesitamos a los ángeles para hablar con dios?
-Sí. Pero no a esos seres con alas de la tradición católica. Es un icono sin sentido. En el Antiguo Testamento, los ángeles que visitan a Lot para decirle que Sodoma será destruida son de carne y hueso. Despiertan el deseo carnal. Seres como nosotros visitan a Abraham en su tienda y comen con él. Esos son los que me interesan, quintacolumnistas capaces de infiltrarse entre nosotros y pasar desapercibidos.
-¿Cómo fue su viaje físico y creativo tras los ángeles?
-Intenso. Un largo periplo de 350.000 kilómetros que arranca y termina en Santiago, pasa por Armenia, Turquía, Irán o Washington... por los archivos nacionales que revelan la obsesión de la CIA por el monte Ararat y la 'anomalía' que vieron en la cresta e interpretaron como el Arca de Noé.
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