Hombre y escritor

LtextoCon Raúl del Pozo me ocurre algo parecido a lo que me ocurría con Miguel Delibes, aunque yo no llegué a conocer a Delibes. Leí muchos libros suyos y me gustaba mucho, pero su fama de hombre bueno e íntegro corría el peligro de superar su fama de escritor, puramente escritor, hombre que escribe, el prestigio propio y de sus libros. Yo sí que conozco a Raúl del Pozo, y tengo el orgullo y la satisfacción de conocerlo, de que sea mi amigo. Además, Raúl es de los que ejercen de amigo, totalmente; ser amigo suyo es algo muy importante porque para él ser amigo de sus amigos lo es. Me gustan mucho sus libros y sus columnas, con su estilo tan característico, su sabor tan literario, pero a veces creo que me gusta más, o aún más, como persona. Las grandes personas tienen el inconveniente -si es que lo es, que en realidad no lo es- de que su calidad humana pueda nublar su calidad profesional. Pero ahora sé que eso no es así, porque esa calidad humana impregna todo lo que hacen, y por supuesto su actividad profesional, algo que cubre gran parte de nuestra vida, algo fundamental, medular en nuestra vida. La gran persona alimenta al gran escritor que es Raúl del Pozo, como alimentaba al gran escritor que era Miguel Delibes. Me gusta encontrar a escritores que destacan por su faceta humana, porque muchos piensan que el talento literario es patrimonio de la rapacería, de la maldad o de la cabronería. Puede, y de hecho así es, que muchos grandes escritores fueran calamidades humanas -si se investiga en sus vidas uno ve que no eran tan malos-, pero también ha habido y hay grandes escritores que fueron y son excelentes personas. Raúl del Pozo es uno de ellos.

Una vez me dijo un periodista, así como sin quererlo, que Raúl era una persona que si te podía echar una mano te la echaba. Luego pude comprobar que esto era cierto. A mí cada vez me gustan más sus columnas, donde se alían la buena información con la sabiduría de hombre madurado por la vida, información, sabiduría y estilo literario. Un estilo que es, al mismo tiempo, moderno y heredero de los mejores clásicos españoles y universales, él que tan amante es del Siglo de Oro, de los latinos y de todos los escritores que le llaman la atención. Raúl, cuando escribe, dice cosas -que no todos las dicen-, y las dice bien. Además, es lo que entendemos por un hombre listo, muy listo, pero esto me parece que sólo lo sabemos los que nos hemos acercado a él, los que convivimos con él más o menos cerca. Raúl es un hombre que se mueve con los pies en la tierra y la pluma en el cielo. No me acaba de gustar la frase, pero dice lo que quiero decir. Hubiera sido muy amigo de Quevedo, de Cervantes, de Lope, de Góngora, de Calderón, y muy amigo también, contemporáneo de todos ellos, de los grandes clásicos de Roma, a los que ama y renueva.