Al volante de un coche que no se cala nunca
Á. B.
Sábado, 5 de febrero 2011, 01:25
«¿Dónde se arranca?». «Ya está arrancado, solo tienes que acelerar». Al conductor que se sube por primera vez a un coche eléctrico le cuesta creer que aquel vehículo que hace el mismo ruido que una plancha desenchufada esté ya en marcha. Tan silencioso es, que los modelos diseñados para su venta en Japón (donde se fabrica) y EE UU llevan un botón que, al pulsarlo, reproduce el ruido de un coche para que los peatones distraídos no corran el riesgo de que les pasen por encima cuatro ruedas que no oyeron venir.
El silencio es lo que más llama la atención cuando uno se sienta al volante de un coche eléctrico como el Nissan Leaf que la compañía japonesa aliada de Renault trajo ayer a Valladolid. Los baches del pavimento se hacen más patentes, el sonido de los intermitentes casi parece atronador.
Casi podría decirse que el silencio terminó por convertirse en una obsesión para los ingenieros de Nissan. «El coche lleva unos faros que conforman un relieve sobre el capó con el objetivo de desviar el viento, que en la circulación por carretera silbaba al dar contra los espejos retrovisores», explicó el consejero director general de la marca nipona.
El Leaf no tiene embrague, pero no es exactamente automático. En lugar de palanca tiene un 'joystick' que se maneja con un dedo y solo incluye tres posiciones: parada, conducción normal (por carretera) y ecológica (por ciudad). El nivel tecnológico del equipamiento, que vendrá de serie según manifestaron los responsables de la marca, es espectacular. El libro de instrucciones será, a buen seguro, un volumen de tomo y lomo. Basta decir que cuenta con un ordenador programable desde el teléfono móvil que se encarga de que el coche comience a cargarse a la hora fijada o, incluso, de que la calefacción se encienda quince minutos antes de que el conductor vaya a utilizarlo.
Por lo demás, la conducción en ciudad no tiene nada que envidiar a la de un vehículo de gasolina, con un motor capaz de acelerar con fuerza cuando es necesario. Solo que cuando le pisas, no ruge. Ni tampoco susurra.
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