Mezquitas y libertad religiosa: Noruega en el buen camino
Noruega ha rechazado las donaciones para construir mezquitas provenientes de países que carecen de libertad religiosa. La lógica decisión responde a un más que fundado temor a que se creen centros de difusión de la intolerancia
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ LÓPEZ-MUÑIZ
Martes, 21 de diciembre 2010, 01:06
Hace algún tiempo defendí en las páginas de este mismo periódico que los Estados no deberían autorizar la construcción de mezquitas para el culto islámico que resultasen financiadas con fondos procedentes directa o indirectamente de Estados en los que no se respete la libertad religiosa, y en los que, en consecuencia, no se permitan templos ni lugares de culto distintos de los musulmanes, ni reuniones, manifestaciones o prácticas de confesiones religiosas distintas del Islam y en condiciones básicas de igualdad jurídica con respecto a las de la religión musulmana. Hace tiempo que nos parece una exigencia elemental derivada de un principio tan asentado en las relaciones internacionales como el de reciprocidad, y un medio bien evidente de promover de manera efectiva -no con palabras sino con hechos y con todas las consecuencias- la libertad para todos, con dimensión universal. Los derechos humanos son en realidad indivisibles y su promoción y defensa ha de ser conjunta, para ser verdadera y efectiva: no vale quedarse con unos y rechazar otros. Y, como claramente se dice en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, nada de lo dispuesto en ella «podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender o desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración» (artículo 30). La libertad religiosa de los países occidentales o de cualquier otro en el que esté garantizada no debe poder ser utilizada, no puede entenderse que confiere derecho alguno a ser ejercida para implantar y acrecentar actitudes o convicciones tendentes a la restricción o supresión de esa libertad llegado el momento en que ello pueda ser prácticamente posible en el orden social y político. Y si resulta que las mezquitas se financian por 'poderes' que, allí donde pueden, niegan o restringen la libertad religiosa, hay serias razones para pensar que van a utilizar tales mezquitas para tratar de llegar a un modelo de organización social y política en el que la libertad religiosa quede restringida o suprimida salvo para 'ellos'.
Si esa legítima presunción no estuviese fundamentada, habría un medio facilísimo para demostrarlo: que esos 'poderes', eventualmente financiadores en una u otra medida de esas mezquitas, reconociesen y garantizasen en sus Estados la libertad religiosa para todos, en condiciones de igualdad. Si no lo hacen, es legítimo deducir que van a usar sus recursos en apoyo del Islam para difundir esos rígidos planteamientos lo más que puedan. ¿Puede aceptarlo esto un Estado de derecho, una democracia? Creo sinceramente que no , por mucho que puedan retorcer el brazo a los Estados de derecho con el petróleo. Si los Estados libres no son capaces de afrontar esto, todas sus demás actuaciones en relación con los países islámicos pueden resultar poco comprensibles.
Pues bien, se ha sabido que Jonas Gahr Stor, ministro de Asuntos Exteriores de Noruega, acaba de afirmar que Noruega rechazará las donaciones millonarias de Arabia Saudí y varios empresarios musulmanes para financiar la construcción de mezquitas en Noruega. Según el ministro, las comunidades religiosas tienen derecho a recibir ayuda financiera, pero «sería una paradoja, y antinatural aceptar las fuentes de financiación de un país donde no hay libertad religiosa», recordando la prohibición que existe en el país árabe para la construcción de iglesias cristianas. Al parecer, Jonas Gahr Stor ha anunciado además que «Noruega llevará el asunto ante el Consejo de Europa» donde defenderá esta decisión basada en la más estricta reciprocidad con los sauditas.
No hay sino felicitarse por esta valiente iniciativa del país escandinavo. Vamos a ver si prospera y qué dicen y hacen el Consejo de Europa y los Estados que de él forman parte, particularmente los de mayor peso económico y político. Y vamos a ver qué actitud adopta al respecto el Gobierno español. Es hora de comenzar a clarificar un sistema de relaciones con los Estados islámicos con demasiadas contradicciones e incongruencias. Deberá hacerse con el mejor espíritu de cooperación y con la prudencia que sea necesaria, pero no puede continuar la actual situación de excepción que, en materia de derechos fundamentales, viven importantes Estados islámicos que, prevaliéndose de su enorme potencial económico -obtenido principalmente por la explotación de sus recursos petrolíferos para satisfacer las necesidades destacadamente de los países occidentales- pueden estar sosteniendo modelos, actitudes y comportamientos que minan la cultura de los derechos humanos en que se asientan nuestras sociedades libres y abiertas. La creciente presencia en éstas de miles de personas -millones, ya- que miran con aparente admiración a esos modelos y que parecen compartir dichas actitudes y comportamientos en cuanto les resulta posible, y que, desde luego, cuentan con el apoyo de cuantiosos recursos económicos generados en Estados violadores de los derechos humanos, representará una amenaza de ya no pequeñas proporciones, mientras mantengan su vínculo con estos Estados y sigan condicionados por sus generosas financiaciones.
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