Lenguajes diferentes, misma pasión

Félix Sanz y Monona Álvarez tienen desde hace 25 años la misma pasión por la cerámica aunque se enfrentan a ella con diferentes lenguajes. Ahora sus obras ocupan la sala del Palacio de Pimentel unidas por el título de 'Vasijas y gestos' pero distribuidas en espacios separados como dos exposiciones distintas. En el primero, el espectador se encuentra con las de la artista vallisoletana, quien ha utilizado gres -a veces combinado con porcelana, engobe y esmalte-para unas piezas casi siempre de gran tamaño, redondas o triangulares, abiertas y con el interior decorado con conchas, o cerradas con pequeñas aberturas que en ocasiones recuerdan las de una bolsa de un material mucho más manejable. Son intencionadamente imperfectas, ya que las bocas se inclinan a uno u otro lado para transmitir una sensación de movimiento, y están decoradas con bandas, estrías o rugosidades de diversas tonalidades que parecen atrapar la luz. También las hay blancas, con trenzados y cadenas verticales, con brillos o moteadas en atractivas combinaciones.

Como contraste con las vasijas de Monona, Félix Sanz, convencido de que es necesario incorporar la cerámica al lenguaje del arte contemporáneo, ha creado un bosque, formado por cuencos pintados con todos los colores que, acompañados por piedras doradas, cantos rodados moldeados durante siglos por el agua del mar, reposan sobre pequeñas plataformas colocadas en fila y entre las que es posible pasear. Están interrumpidas por árboles blancos que parecen dialogar con otros que tienen ruedas y junto con los círculos protagonizan la decoración de las piezas. Completan el conjunto dos murales de dimensiones variables que enmarcan este paisaje interior que demuestra que cualquier soporte es válido para expresar y transmitir sensaciones, como el paso del tiempo y su huella en las cosas.