
LORENA SANCHO
Sábado, 20 de noviembre 2010, 10:41
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Las llaves de la iglesia de Peñalba de Duero miden cerca de diez centímetros cada una. Viajan en la guantera del vehículo de Vidal González hasta que llegan al templo de este ya casi despoblado perteneciente a Villabáñez. González las inserta en el portalón de acceso, entra en el templo y enciende unas velas a las tres imágenes de la Virgen que lo custodian. Una bóveda de arista y robustos pilares del siglo XII son testigos de su deambular por la única nave. «Esto es una cosa muy bonita», dice mientras observa a su alrededor. Todo es suyo.
Este hostelero vallisoletano tiene entre sus manos el sueño de muchos: poseer una iglesia. Y aunque probablemente sea de los últimos que lo ha conseguido (hace cinco años), no es el único. Los hundimientos y deterioros de templos hace varias décadas dejó por la provincia un número indeterminado de estos edificios en manos ajenas a la Diócesis que en un momento determinado quisieron apostar por el patrimonio y la cultura para insuflarles vida. Y ahí estaba Faustino González, vecino y alcalde de Cuenca de Campos, que atajó con la compra del inmueble de Santa María del Castillo el sufrimiento interno de ver cómo la iglesia en la que tomó la Primera Comunión se caía a pedazos. «En ese momento me sentí movido por el patrimonio, me daba mucha pena verlo hundido y sin saber lo que hacía me metí en esto con mi hermano. La compré en la subasta», narra treinta años después.
Bien de Interés Cultural
Incontables horas de trabajo y una inversión constante lavaron la cara de un templo gótico-mudéjar que está declarado Bien de Interés Cultural y que, por tanto, debe abrirlo al público que lo desee ver. La techumbre fue recobrando su esplendor hasta lucir hoy en día impoluta, los arcos tuvieron que ser apuntalados y los muros consolidados.
Los eventos culturales le esperan. Bajo el coro luce una colección permanente de aperos, que se dan la mano con otros utensilios de épocas pasadas que cuelgan de las paredes de la antigua sacristía, donde alberga además un libro que atesora las firmas de un sinfín de amigos y personalidades que han podido compartir una breve estancia en su iglesia.
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Aquí encontró hace unos años su espacio la exposición 'Gallegos a Castilla', halla su sede la Cofradía de la Virgen de la Soledad y se da cita anualmente la entrega de reconocimientos del congreso del barro. El futuro pasa por programar alguna obra de teatro que pueda disfrutar todo el pueblo. «Ahora puedo decir que estoy contento y quiero utilizarla en todos los eventos públicos para que el pueblo lo disfrute», concluye.
En el término de Villabáñez, pero a unos cuatro kilómetros de Sardón (el único lugar por el que se puede acceder), se encuentra la iglesia de Peñalba, cerrada al culto desde que el poblado quedara prácticamente vacío. Hace cinco años, el Arzobispado de Valladolid la sacó a subasta para que se le pudiera dar otro uso más allá del de granero. Tras escuchar los lamentos de un amigo de Traspinedo que fue bautizado en ella, Vidal González, hostelero de Valladolid, apostó por adjudicarse la puja, 33.000 euros, sin ver lo que contenía dentro. «Cuando lo vi me asusté, fue comprarla y querer venderla porque estaba prácticamente hundida».
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Museo etnográfico
Pero no encontró comprador y con la ayuda de su familia consiguió levantar el coro, reconstruir la sacristía, juntar las bóvedas, picar toda la piedra del templo, destapar los antiguos escalones y yeserías del altar y descubrir el campanario, que estaba tapiado con ladrillo.
Ahora ha estrenado además vidrieras con motivos religiosos, tiene una cruz de madera en el altar y varias imágenes de Vírgenes a las que profesa gran devoción, que conviven en armonía con muebles, aperos y utensilios antiguos en una especie de museo etnográfico que quiere preservar la memoria de los usos rurales tradicionales para el conocimiento de las nuevas generaciones.
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«La gente alucina», dice contundente al ser preguntado por la opinión de sus amigos sobre la propiedad de una iglesia. Tras cuatro años imparables de trabajo, Vidal pulsa ahora el mejor uso que se le puede dar al edificio, que seguramente acabará siendo un centro vinculado al turismo rural donde el visitante, además de dormir en una iglesia, podrá ser testigo directo de los parajes que acunaron los comienzos de Félix Rodríguez de la Fuente.
Los hundimientos y deterioros de las iglesias son las causas más comunes por los que la Diócesis decide sacarlas a subasta. Una situación que para el Arzobispado sería hoy «impensable» salvo que el mal estado implicara la imposibilidad de acometer obras. «No es lo mismo el pensamiento de hoy que el de hace veinte años», advierte el delegado de Patrimonio, José Luis Velasco, quien asegura que en los últimos tiempos han sido «pocos» los templos que han protagonizado una puja. «Hay situaciones que se dieron que hoy no se hubieran permitido. Ahí tenemos un ejemplo en Aguasal, un pueblo en el que apenas vive gente y donde hemos restaurado la iglesia», añade.
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Uso digno
El proceso, entonces, consiste en desacralizar el templo procurando también que tengan un uso «digno» y las condiciones económicas, además, «no se suelen corresponder con el valor real del inmueble, pues normalmente son más bajas», explica el delegado de Patrimonio. Las alternativa a la compra suele ser la cesión de la iglesia por un determinado número de años a ayuntamientos o particulares que les brindan distintos usos.
La iglesia de Santa María del Azogue, en la localidad de Mayorga de Campos, (cuyos propietarios la cedieron recientemente al Ayuntamiento para su rehabilitación), la románica de Santa María del Temple de Villalba de los Alcores (actualmente en venta) y algunas pertenecientes a fincas y caseríos son ejemplos de templos que se encuentran en manos privadas y que reciben distintos usos. Tantos, que en la provincia de Valladolid van más allá de los meramente culturales con la posibilidad, incluso, de tomar un café bajo bóvedas góticas de crucería. Es el caso de la iglesia de San Juan Bautista de Portillo, hoy transformada en casino de recreo, restaurante y cafetería.
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