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El Camino de Santiago desde Madrid pasa junto a la casa ahora en ruinas.
El pinar de los Alisos
RUTAS CON ENCANTO

El pinar de los Alisos

Pinos y poesía para disfrutar en un paseo junto al Eresma

JAVIER PRIETO

Viernes, 12 de noviembre 2010, 01:21

El suelo del pinar de los Alisos, un bosque aledaño a la localidad segoviana de Coca, está sembrado de piñas que son como los puños de un gigante. Caídas al pie de pinos también gigantes duermen sobre la tamuja el sueño de los vencidos mientras completan, al ritmo lento de la naturaleza, el ciclo de la vida y de la muerte.

Pero uno de esos pinos venerables, un gigante de tres poderosos brazos, además de piñas, cobija bajo su copa las ruinas achacosas de una vieja casita. A simple vista, los despojos de un refugio forestal tumbado por los achaques del tiempo. Sin embargo, ahí como si nada, guarda entre los escombros de la vieja chimenea el eco de lejanas tertulias literarias, de excursiones familiares de domingo, de siestas de verano acunadas entre el runrún de las chicharras y el griterío de los juegos infantiles, el aroma de un café, la pesadez del aire&hellip Porque ahí donde se ve, como si nada, esa casita en ruinas fue el refugio querido en el que pasó muchos momentos felices la familia del poeta Jaime Gil de Biedma. Y ese pinar y ese Eresma, que hace junto a la casa un requiebro memorable, tan importante en la vida del poeta que le inspiró uno de sus poemas más conocidos, 'Ribera de los Alisos': «Un pequeño rincón en el mapa de España / que me sé de memoria, porque fue mi reino», dice en uno de sus versos.

Muy cerca del pinar, en Nava de la Asunción, los Gil de Biedma tenían su caserón familiar, la Casa del Caño. Y a él acudieron para pasar los rebufos de la Guerra Civil en una posición algo más alejada del frente de la que vivían entonces. En las décadas posteriores, ese caserón castellano fue convirtiéndose en el refugio preferido de la familia, que lo mimó dotándolo incluso de un «jardín francés» que el poeta menciona en 'Retrato del artista en 1956'.

Refugio del poeta

Lleno de vida en los veranos y Semana Santa, el caserón se convirtió en el refugio segoviano que el poeta utilizó en varios momentos para escribir, para descansar o para invitar a amigos como Ana María Moix o a Juan Marsé, que terminó en él 'Últimas tardes con Teresa'. En aquellos momentos, esta casa familiar de Nava era el centro desde el que partían sus excursiones, en solitario o acompañado de familiares y amigos, para recorrer los pinares, los pueblos del entorno y, en especial, la cercana localidad de Coca, por cuyo castillo Jaime sentía una especial atracción. Como un marinero que conoce los secretos del mar por el que se sale a menudo a navegar, el poeta recorre la inmensidad de los pinares distinguiendo rincones y caminos cada uno por su nombre propio, cabalgando hasta las lagunas que menudean entre los arenales. El caserón todavía existe, en la calle Fray Sebastián, pero vencido también por la edad no aparenta, ni de lejos ni de cerca, la vida que fue capaz de alentar en el pasado.

De todos esos rincones queridos por Jaime Gil de Biedma en el entorno de Nava y Coca, el pinar de los Alisos y su casita forestal se hizo un hueco brillante en su poesía. Fue su reino infantil: «Y allá en el fondo el río entre los álamos, /completa como siempre este paisaje / que yo quiero en el mundo, / mientras que me devuelve su recuerdo / entre los más primeros de mi vida».

Por eso este paseo desde Coca hasta el pinar de los Alisos, siguiendo la amena ribera del Eresma, tiene tanto de literario y de nostalgias, de piñas como puños de gigante y de ruinas carcomidas. Pero también lo tiene de pinos venerables y de una ribera que el río abre entre profundos arenales, dibujando tajos que se aparecen como auténticos precipicios por el que «sucias de arena y rozaduras / igual que mis rodillas cuando niño, /asoman las raíces».

Para localizar el camino que recorre las orillas del Eresma antes hay que encontrar en Coca la calle del Mesonero Mayor de Castilla. Si se parte del castillo y se toma la carretera hacia el puente sobre el Eresma es una de las que salen por la derecha antes de alcanzar la curva en la que están el Centro Cultural y la residencia de ancianos. Esa calle es también el punto de entrada del Camino de Santiago desde Madrid, por lo que igualmente vale seguir, al revés, el reguero de flechas amarillas.

Una vez localizada la calle, que se torna más adelante en un camino al que se orillan diversas granjas y huertas, basta seguirlo durante tres kilómetros. Es la distancia a la que se encuentra la casita forestal destartalada, al amparo de un gran pino de tres brazos, en alto sobre el talud del río y presidiendo un antiguo meandro del Eresma, tan pronunciado que ha acabado convertido en una amplia explanada dedicada a la plantación de chopos.

Vistas exquisitas

El desnivel de las orillas es aquí espectacular y basta una silla de cámping para hacer de este rincón una balconada desde la que dedicarse a disfrutar de las vistas: taludes que son como murallas coronadas de pinos, laderas arenosas a las que se agarran las encinas, choperas bajo las que se esconde el rumor del río&hellip

La excursión puede prolongarse hasta donde queden ganas o fuerzas siguiendo las orillas del río por lo alto del talud, con vistas de impresión a cada rato, mientras dibuja revuelta tras revuelta. Cinco kilómetros después el río y el camino que lo bordea por alto alcanzan la carretera muy cerca ya de Navas de Oro.

También es posible, desde la casa del pinar de los Alisos, despegarse del río para ir siguiendo, a contracorriente, el reguero de flechas amarillas que guían hasta Nava de la Asunción. Y, una vez allí, buscar el rastro del poeta ante la Casa del Caño o en la tumba del cementerio en la que reposan sus restos. El caserón data de 1757 y, antes de que llegara a los Gil de Biedma, se erigió como parte del mayorazgo de la familia De Tobía para que acogiera, además de enseres y pinturas, el oratorio de los canónigos de la localidad.

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