De Bioko a Madrid

Vivo en Madrid, tengo 24 años y estoy cabreado. Llevo 15 años en España. Mis tíos me sacaron de Bioko Norte y me trajeron, junto a mis hermanos, a la Madre Patria. Ellos creyeron que hasta aquí, hasta el país de nuestros padres colonizadores, nunca llegaría el hambre, las chinches, la malaria o el ébola. Tampoco llegaría ningún Obiang. Y mis tíos tenían razón. ¿Realmente la tenían? Lo que sí creo es que nunca debería haber salido de Guinea. ¿Por qué reniego de mi patria de acogida? No es que reniegue, pero pienso que, aun siendo negro (muy negro), soy más español que guineano; a veces siento que no es bastante que yo hable español, que yo piense y sueñe en castellano, que en mi abono de transporte aparezca el nombre de Miguel Ángel. Pues sucede que este documento, mi abono de transporte, es lo más parecido a un documento. ¿Ni siquiera una mísera tarjeta de residencia para este mísero hijo de aquellos míseros siervos de aquella mísera colonia de esta mísera España? Mi tarjeta de residencia ya caducó (en 2004). Luego vinieron tres precontratos falsos de los que se aprovecharon otros tantos empresarios. Más tarde, una detención por caminar sin identificación. Tras esta detención, una multa que pagaron mis hermanas (Marisa y Pilar, comento sus nombres por si es significativo). Después envié el justificante de pago al juzgado, y aún espero noticias de esta Administración, siempre diligente, para reiniciar los trámites de una nueva tarjeta de residencia… Y sigo esperando, y viendo cómo los ciudadanos de este país, con sus papeles en regla, se quejan de la falta de empleo. Pues que vengan a mí. Que yo les consolaré: les diré que ellos al menos pueden buscarlo, y que yo, en tanto que inmigrante sin papeles, ni siquiera puedo buscar el trabajo que ellos no encuentran ni encontrarán (porque no lo hay).