El agua de la naturaleza

Sin duda el agua ha marcado desde siempre la existencia de la localidad, lo que ya se intuye desde el mismo nombre de lal ocalidad, ya que el término 'de Pirón' hace referencia a la cercanía de la localidad con el río del mismo título. De hecho, nada más entrar en el pueblo se puede admirar un caño con agua de manantial de más de cien años. Se trata de uno de los símbolos de la localidad y de él, según cuentan, mana agua todo el año, incluso en las épocas más duras de sequía.

Pero además de en esta fuente, tan querida y cuidada por los vecinos, nos encontramos con el cercano río Pirón y su cañón, un lugar entre las rocas que el propio transcurrir del cauce ha realizado a lo largo de la historia, consiguiendo un paisaje lleno de belleza, que se ha denominado El Valle de la Luz, un espacio de interés natural.

Rutas de senderismo e incluso en bicicleta recorren habitualmente estos parajes, en los que además de un bello paisaje se conoce la importancia ambiental, geológica, cultural e histórica de este tramo del río que merece ser conocido y conservado. El turismo de naturaleza unido al turismo rural, tan de moda en estos tiempos, parecen abrirse paso en Adrada gracias a estos magníficos parajes. La señalización de los lugares y sendas ayuda cada año a la llegada de muchos amantes de la naturaleza, que, tras pasar una jornada conociendo el lugar, no dudan en volver, aunque en esta ocasión durante un fin de semana, puente e incluso unas vacaciones.

Gracias a esta riqueza natural patrimonial y un paisaje que hasta hace poco parecía hallarse escondido, los vecinos de Adrada han conseguido encontrar otro pilar base de la economía del lugar, que hasta ahora se sustentaba prácticamente en su totalidad gracias a la ganadería.

No cabe la menor duda de que merece la pena acercarse hasta el lugar y realizar un pequeño recorrido por las inmediaciones del río y conocer el cañón que ha sido surcado por la naturaleza de forma caprichosa. En el lugar también destaca un interesante y variado ecosistema, de ribera en la zona más cercana al río, donde fresnos, chopos, sauces, encinas, sabinas, enebros e incluso un robledal, dan la bienvenida al viajero.

Un paseo que en otoño se transforma de forma especial. Los tonos verdes comienzan a tornarse ocres, amarillos y marrones, mientras algunos ejemplares van perdiendo sus hojas, convirtiendo las rutas y caminos en una variada alfombra natural.

Con tanta riqueza natural, no es difícil encontrar también una riqueza en fauna, donde caben destacar animales silvestres y especialmente aves, algunas de ellas protegidas. Caminando por el lugar, el viajero se puede encontrar desde buitres leonados hasta halcones, pasando por abejarucos y alimoches, sin olvidarse de los zorros o jabalíes.

Paseo y descanso

Tras un largo paseo por el cañón del río y sus depresiones, merece la pena regresar al pueblo. En Adrada de Pirón el descanso está garantizado, pues la tranquilidad es una de las tónicas, garantizada por apenas medio centenar de vecinos.

Al recorrer las calles merece la pena destacar una curiosidad: el casco urbano se encuentra estructurado y dividido en dos barrios, situados a niveles de altura y a su vez unidos en forma de círculo. Cuentan que existió un tercer barrio al suroeste de donde se sitúa el núcleo hoy, bajo el nombre de Cabanillas de Pirón.

A lo largo del paseo se pueden observar las viviendas de arquitectura tradicional popular, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, ejemplo del románico rural segoviano, o el potro de herrar, que no podía faltar en un lugar donde la ganadería ha sido uno de los pilares básicos de la economía en los últimos siglos. Se trata de una estructura de piedra y madera, en este caso con tejado, que ha sido restaurado y se encuentra bien conservado.