Claveles y crisantemos para alimentar los recuerdos
Cuatro floristas habituales de El Carmen se preparan para recibir la mayor afluencia de clientes de todo el año
PPLL
Jueves, 28 de octubre 2010, 03:17
«¿De plástico? ¡Qué dices! Ya hay mucha muerte dentro. Al menos habrá que meter algo vivo», sentencia Teresa González, una de las cuatro floristas que durante todo el año -llueva, hiele o caiga el calor a plomo- abre las puertas de su remolque para ofrecer flores (naturales, claro, guerra al plástico, a los pétalos artificiales) junto a los encalados muros del cementerio de El Carmen. Teresa es la cuarta generación de un negocio (Flores Tere) que abrió la bisabuela Jacinta hace más de cien años y que ella atiende a diario, durante estos días con jornadas maratonianas (cuando cierra el puesto a las 18.00 horas se recluye para preparar hasta la madrugada centros y ramos de encargo) con motivo del Día de Todos los Santos, ya a la vuelta de la esquina.
Es el momento en el que el mármol se viste de margaritas o claveles (la flor estrella, sobre todo los rojos), de gladiolos o crisantemos. Israel Ratón planta estos últimos en los terrenos que la familia tiene junto al camposanto. Bajo los plásticos de un gran invernadero crecen miles de ejemplares que hoy mismo -y no antes- se empezarán a cortar para que su madre Adela Tordera pueda venderlos en el puesto azul que tiene en el paseo de acceso al cementerio. Simpática, con unas manos ágiles y eléctricas, Adela prepara ramos y centros mientras explica que su aventura comenzó hace 29 años, cuando unas amigas le invitaron a pasar una temporada en el norte de Alemania. Allí asistió, casualidades de la vida, a un curso de arte floral. Y allí germinó, en fin, primero una afición y luego el trabajo que desde hace casi tres décadas desempeña con sonrisa perenne a solo unos metros de lágrimas, nichos y dolor.
¿Y en todo este tiempo, Adela, el negocio ha cambiado mucho? «Claro. Llevamos unos años muy malos. La crisis, ya sabes. Y eso que los precios siguen igual que el año pasado», explica. Pero no solo la crisis. Su hijo Israel amplía la lista: «Antes solo estaba este cementerio, ahora son tres. Cada vez hay más incineraciones. Está la competencia de las flores de plástico... y la gente cada vez viene menos a los cementerios».
Lo certifica Jesús Becedas, 30 años en el negocio: «Con el tiempo, no sé yo, terminaremos desapareciendo. Nosotros no lo veremos, pero a este paso... Se incinera mucho y los jóvenes no pisan el cementerio». Jesús barrunta también una temporada floja. Mucho más floja que las anteriores y, sobre todo, mucho más que cuando comenzó a trabajar en un negocio que aprendió de familiares suyos, con puestos similares en la necrópolis de Bilbao.
Banderas y ositos de Tous
Laura Cortijo -sus bisabuelos ya se ponían aquí con una cesta de mimbre para vender las margaritas que plantaban- suma otra dificultad añadida y es el desembarco de floristerías, que desde hoy instalarán sus puestos temporales junto a los cuatro que están aquí todo el año, «y que revientan precios y mercado. Nosotros aquí aguantamos a 10 bajo cero en invierno y a 45 en verano. Por eso, nos gustaría que el Ayuntamiento nos dejara la puerta principal y que el resto de floristas, los que vienen al negocio, ocuparan otros accesos», sugiere Laura. Tanto ella como Jesús, Adela y Teresa echan el resto estos días con ramos y flores para las tumbas y nichos, aunque también trabajan por encargo para bodas u otro tipo de celebraciones. «No tiene nada que ver. Es más sencillo trabajar para el cementerio porque se usan flores y verdes más fáciles de manejar», explica Laura. ¿Encargos especiales para estos días? Dos pirámides de rosas azules, floridas banderas de España e, incluso, «ositos de Tous hechos con claveles», según explica Israel Ratón. Al final, ramos desde 10 euros, centros desde 17, en unas jornadas maratonianas para los floristas.
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