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Miguel Romero, en su estudio. :: FOTOGRAFÍAS DE M. BARROSO
La Puerta de los Gamberros
REPORTAJE

La Puerta de los Gamberros

El cantero que restauró la portada de Ramos de la Catedral salmantina pierde la cuenta de los ataques al monumento

FRANCISCO GÓMEZ

Domingo, 3 de octubre 2010, 19:13

En el siglo XVI, la Catedral Nueva de Salamanca, en pleno esplendor plateresco, ganó una magnífica portada norte que con el tiempo y por el motivo central esculpido en relieve en su luneto pasó a conocerse como la Puerta de Ramos. Un nombre que bien podría cambiarse transcurridos los siglos por el de 'Puerta de los Gamberros', ya que pocos monumentos de la ciudad vieja salmantina han sufrido en sus piedras más agresiones que este espacio.

Las peculiaridades de la piedra arenisca de Villamayor y el hostigo de la lluvia y de la intemperie habían sido durante las primeras centurias su principal enemigo. Tanto, que en 1992 cuando se llevó a cabo la última gran restauración exterior del templo: la mitad inferior de la portada no conservaba apenas ninguna labor.

En ese momento, el arquitecto del plan director encargó a dos artistas, Juan Iglesias y Miguel Romero, acometer la restauración del complicado entramado renacentista emulando la actuación de los antiguos canteros.

Casi 20 años después, Miguel pasea con una honda tristeza por los restos de una obra que se ha ido deteriorando de manera aparentemente irremediable durante los últimos años. Y no, no han sido ni las condiciones climáticas ni las fuerzas telúricas, ha sido por obra y gracia de los vándalos. «Se trata de una obra que está muy expuesta, en un lugar que se queda vacío por la noche, y que además está a una altura muy accesible para cualquiera», se lamenta Miguel Romero. «Parece que estos años ha habido muchas personas que han querido dejar su huella en esa portada, desde luego no han dejado precisamente marcas de cantero», ironiza amargamente. El artista salmantino guarda celosamente en su taller las fotografías tomadas en los días posteriores a finalizar toda la obra de restauración de la Portada de Ramos. Aunque aparentemente esas imágenes y las que se pueden tomar ahora son parecidas, el detalle desvela que la piedra se ha ido llenando de heridas.

Sin duda, la noticia que más ha llamado la atención ha sido la amputación del brazo derecho del célebre astronauta que Miguel incluyó en la decoración del flanco izquierdo de la portada. «Supongo que ha sido alguien que se ha colgado o que ha intentado trepar por la hojarasca y se ha quedado con él de la mano», señala el cantero, quien afirma que «como casi todo, el estropicio se puede arreglar, se puede hacer un injerto con arena y cemento blanco y reponer el brazo». Aunque de momento ni el Cabildo ni ninguna administración se ha puesto en contacto con él para tratar de la restauración.

El brazo... y la cara

Miguel compara la penosa imagen actual del astronauta con la recién tallada en 1993. Además del brazo, el explorador del espacio ha perdido su cara: «Fue nada más quitar los andamios, le dieron un botellazo, yo mismo recogí los trozos», recuerda. «Sería algún gracioso o alguien a quién no le gustara lo que habíamos hecho, a saber». El artista asegura que nunca pensó que el astronauta fuera a convertirse en todo un símbolo de la ciudad y afirma que solo querían «dejar constancia de que había existido una restauración y que había obras posteriores al resto de la fachada».

Así que a ese indiscutible símbolo del siglo XX lo acompañaron otros muchos elementos decorativos envueltos en los trazos platerescos que tampoco han corrido mejor suerte que el astronauta.

El cantero muestra las fotos del antes y después de algunos de los relieves a los que los vándalos han juzgado con mayor severidad. Destaca el caso de un toro, que ha sido completamente desmochado de sus dos cuernos. Un homenaje a la dehesa charra que no ha podido embestir a su cruel destino.

Mutilación de la que no ha podido escapar ni el mismísimo diablo. Una criatura infernal a la que el cincel de Miguel Romero representó con aire burlón degustando tan ricamente un helado de dos bolas. Tanto el personaje como el elemento objeto de su gula han sufrido ataques y mutilaciones.

No menos de veinte

El cantero señala que la lista es mucho más amplia: «No habrá menos de veinte ataques, de elementos que faltan respecto a cómo lo dejamos». Ahora, ni el espectador más atento podrá encontrar ni rastro del cigarro que se fumaba un lince ibérico -talla que homenajeaba a un animal a punto de la extinción- que fue arrancado de la boca del mamífero. Tampoco lo que portaba el pico de una cigüeña, ni siquiera las pinzas de un cangrejo.

Imposible no estremecerse ante la barbarie, pero el destino es caprichoso y no a todos los elementos le ha reservado la misma suerte. Como ejemplo, uno de los relieves salidos del cincel de Miguel, un conejo, ha sido adoptado por muchos de los visitantes como un icono de la buena suerte que hay que tocar obligatoriamente, al estilo del 'Santo dos croques' de Santiago. «El otro día me acerqué a ver un poco cómo estaba la portada y una mujer que pedía limosna me dijo que tocara al animal, que me iba a dar suerte; está claro que al final es el capricho el que hace la leyenda», señala el cantero. Lo cierto es que la fama ha salvado al animal, que de hecho ha sido impermeabilizado por la capa de la que lo han impregnado el roce de tantas manos.

Un pequeño motivo para la sonrisa en medio del desastre. Fue Juan Rodríguez el encargado de tallar en el siglo XVI, a las órdenes de Gil de Hontañón, los relieves alusivos a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Sin duda no era consciente de que debía guardar un pequeño rincón para los gamberros que acabarían por convertirse en dueños de la portada.

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