El derecho a vivir se gana a caballo
El deporte nacional de Afganistán se llama 'buzkashi'. Dos equipos de jinetes se pelean durante días por una cabra decapitada
JULIÁN MÉNDEZ
Domingo, 3 de octubre 2010, 03:17
Pelean a muerte porque en ello les va el orgullo. Montan caballos pequeños, entecos y briosos, y cubren sus piernas y pechos con ropajes gruesos, acolchados con guata, prendas que amortiguan los golpes y los latigazos sobre sus cuerpos enjutos. El juego, dicen, no deja de ser un modo civilizado de hacer la guerra. El 'buzkashi' tiene que ser uno de los juegos más primitivos del planeta porque se parece demasiado a una batalla. No hay reglas ni jueces.
Aunque se juega en todo Oriente, es en Afganistán donde el 'buzkashi' ha adquirido la categoría de deporte nacional. Los encuentros se disputan los viernes sobre una superficie lisa, un descampado en las afueras de Kabul. Los hombres y sus caballos, divididos en dos equipos de número variable, no portan ninguna prenda que señale a qué escuadra pertenecen. Pero no hace falta. Todos se conocen.
En la campa se coloca el cuerpo decapitado de una cabra. En puridad, al 'buzkashi' se debería jugar con un ternero, un animal más difícil de desintegrar en el ardor del combate, pero las economías en tiempos de guerra no están para esos dispendios.
A una orden, los jinetes tratan de hacerse con el animal para llevarlo hacia su territorio. A esa fase la llaman 'tudabarai'. Después, los dueños de la cabra tratarán por todos los medios de colocarla en un círculo delimitado por banderas. Los contrarios pelearán por evitarlo con todos los medios a su alcance, que no son pocos, y buscarán arrebatarles el animal. A esa otra fase, que puede durar horas o días, la llaman 'qarajai'. Los jinetes espolean sus monturas, hacen chocar sus pechos contra los ijares de los caballos enemigos, arremeten con patadas y golpean la cara y el cuerpo de los adversarios con las fustas que sujetan entre sus dientes mientras cabalgan.
Dicen que se trata de una competición salvaje, brutal. No hay lugar a engaños: 'buzkashi' quiere decir 'matar a la cabra'. Durante el régimen talibán, el juego fue prohibido por los ulemas.
Los jinetes demuestran un asombroso dominio de sus monturas; son capaces de transportar el cuerpo asido con una mano mientras que, con la rodilla del mismo lado, impiden que los contrarios se acerquen. A su lado, una cohorte de aguerridos compañeros se afana en apartar a los enemigos del trayecto hacia el círculo de honor. A los capitanes, a los que llaman 'chopendoz', se les distingue por sus barbas negras, por sus turbantes y gorros de piel. A la espalda, terciados, los Kalashnikov.
En estos últimos años de presencia del Ejército de Estados Unidos en el país, ha podido verse en algún partido la figura a caballo de un jinete ataviado con el uniforme mimético de los aliados. A buen seguro, un joven texano deseoso de demostrar sus dotes para la monta y el combate sobre los nerviosos corceles afganos. Estos son caballos que se crían libres en sus tres primeros años de vida, disciplinados y duros, fogosos y pacientes a un tiempo, con la «bravura del león y la obcecación de una bestia de carga», como los define el escritor francés Joseph Kessel, autor de la novela 'Los jinetes', donde aborda este universo «violento, despiadado y magnífico» del 'buzkashi'. «Se escoge un macho cabrío del rebaño. Se le degüella. Se le corta la cabeza. Para dar peso a su pellejo, se le llena de arena y se hincha con agua. Se le coloca en un agujero poco profundo, de forma que el vellón asome a flor de tierra. No lejos del agujero está trazado con cal viva un pequeño círculo de justicia. A la derecha se planta un palo en la estepa. Y a su izquierda, otro. A la misma distancia. No hay regla que precise la longitud de esa distancia. Puede exigir una hora o tres o cinco». La frase la pronuncia Guardi Guedj, un participante animado por Kessel para la literatura. «Sus jugadores son de una estirpe de hombres soberbios, poderosos y temibles por su ira. El premio por ser el más rápido e implacable es la dignidad, el honor y el derecho a existir».
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