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La iglesia de Santa Cecilia y sus escaleras fueron escenario de 'Las ratas'. :: L. SANCHO
Un escenario digno de Delibes
VALLADOLID

Un escenario digno de Delibes

El pueblo acogió hace 14 años el rodaje de algunas escenas de 'Las ratas'

LORENA SANCHO

Sábado, 11 de septiembre 2010, 02:44

Regresó a la posguerra, al hambre de los años 40 y 50, a la Castilla profunda sumisa en costumbres, tradiciones y ritos, a esos pueblos de miseria donde se mataba por llevarse a la boca un pedazo de rata. Regresó pero para no quedarse. Solo era un ensayo, unas escenas que daban forma a las creaciones literarias de Miguel Delibes. Fueron tan solo dos días, pero Villavaquerín disfrutó en el año 1996 del rodaje de la película 'Las Ratas', de Antonio Giménez Rico, basada en la novela del escritor vallisoletano. Una llamada al Ayuntamiento fue suficiente para que la entonces concejala Pura Moral y su ayudante Loren Curiel convocaran a todos los vecinos casa por casa. «Nos dijeron que necesitaban tantos mayores, tantos niños, tantos medianos, y así fuimos buscando a todos. Estaba todo el pueblo encantado», recuerda Loren Curiel.

Más de un centenar de los 220 habitantes que entonces tenía esta localidad del Cerrato participaron de extras en el rodaje. Todos recibieron su correspondiente ropa, «pantalones de pana, faldas roídas y viejas, velos, lo típico de aquella época», dice Loren. Y al terminar, cada uno de los improvisados actores obtuvo un bocadillo y 3.000 pesetas.

Prácticamente todos los vecinos de más de 20 años recuerdan el rodaje. «Uy, madre, cómo estaba esto, llenito de gente», apostilla una vecina de la plaza del Ayuntamiento. La ermita y la iglesia fueron los dos escenarios elegidos para el rodaje. «La iglesia porque tiene 33 escalones, como la edad de Cristo y parece una catedral», precisa Loren, quien más allá de las características del pueblo -«buscaban casas de adobe y muchas cosas antiguas»- vincula la elección de Villavaquerín con los recuerdos que Miguel Delibes pudo ofrecer de la zona. «Venía aquí a cazar, a la Sinova, una finca que había aquí muy grande, con dos iglesias y por lo menos 700 vecinos», recuerdan los lugareños.

Villavaquerín quedó así ligado de alguna forma a la Castilla que esculpió con su pluma, a la de las guerras de ratas que nada tiene que ver ahora con un municipio perfilado en el Cerrato, abrigado por montes y páramo, y a tan solo 27 kilómetros al este de Valladolid, en la zona próxima al Esgueva. «Sí, cerca de Valladolid pero no tenemos ADSL y en invierno nos chupamos todas las heladas, que nadie viene a quitar el hielo de la carretera», protesta en el Ayuntamiento una joven que prefiere no decir su nombre.

Para acceder a la iglesia es preciso ascender al punto más alto del pueblo, que alberga en su lateral una balconada que constituye un mirador del municipio y su término, ahora tintado de paja. Su torre se aprecia desde la vecina localidad de Villabáñez, a 7 kilómetros. Se trata de un edificio gótico del siglo XVI con posteriores reformas barrocas. En su interior destaca el retablo, fechado en 1608 y atribuido a Diego de Basoco. Hasta aquí ha venido tradicionalmente en procesión Nuestra Señora del Prado, que festejan estos días, desde la ermita que ha custodiado la imagen, la que porta el mismo nombre que la Virgen, y que se encuentra en las afueras, abrigada por la ladera de unos páramos que en otras épocas perteneció a la vecina provincia de Palencia.

La agricultura y la ganadería conforman la esencia de este típico pueblo castellano de 210 vecinos que durante dos días del año 1996 rompió su rutina habitual para interpretar el pasado de una Castilla que ya perdió sus oficios y sus ritos, pero no sus refranes.

Hace apenas unos días, Villavaquerín vivió uno de los mejores acontecimientos de su historia más reciente. Leoncia Martín se ha convertido en la primera vecina que cumple cien años. El 4 de septiembre el Ayuntamiento le brindó un caluroso homenaje respaldado por todo el pueblo.

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