CARLOS ÁLVARO
Miércoles, 28 de julio 2010, 04:48
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El cincel de Aniceto Marinas trabajó sin descanso durante todo el año 1909 y parte del 1910. Finalmente, el monumento a Daoiz y Velarde que hoy podemos contemplar en la plaza de la Reina Victoria Eugenia, junto al Alcázar, fue colocado sobre el basamento realizado por otro escultor, Toribio García, trece días antes de su inauguración, prevista para el 15 de julio de 1910. El propio Marinas dirigió la instalación de la escultura que refleja los episodios más sobresalientes acaecidos en 1808 en la defensa del parque de Monteleón: Luis Daoiz, al pie del cañón, trata de rechazar al enemigo; cerca está Velarde, ya herido de muerte, y un grupo de mujeres y chisperos avanza hacia el lugar de la pelea. En la parte posterior irrumpe el pueblo armado, y en la cima, la matrona España recoge los cuerpos de los dos artilleros moribundos.
El periodismo nacional se volcó para informar detalladamente del acto de inauguración de la estatua. EL NORTE DE CASTILLA envió a un redactor, y los semanarios gráficos, a sus mejores reporteros. Era el 15 de julio de 1910. Alfonso XIII regresaba a Segovia, esta vez acompañado de su tía, la infanta Isabel. Hacía calor, pero la ciudad no escatimó esfuerzos y organizó un amplio programa de festejos que se prolongó durante cuatro días. El monarca presidió en la avenida de la estación el desfile del Regimiento de Artillería de Sitio junto al primer ministro, José Canalejas, y al alcalde de Segovia, Pedro Zúñiga. Después, un carruaje escoltado por alumnos artilleros a caballo lo llevó hasta el Alcázar. Tras pasar revista a las tropas, subió a la tribuna, engalanada con gallardetes y medallones. Cuando el joven rey descorrió las cortinas con los colores nacionales, sonaron las campanas de todas las iglesias, y una batería ejecutó una salva con veintiún disparos desde la Cuesta de los Hoyos. «Fue un instante de sublime emoción que no hemos de olvidar los que tuvimos la dicha de presenciarlo», relata el coronel de Artillería Eduardo de Oliver-Copóns en su libro 'El Alcázar de Segovia' (1917).
En el interior de la fortaleza, don Alfonso asistió a la bendición de la capilla y entregó los reales despachos de oficiales a los nuevos tenientes en una ceremonia que se desarrolló en el Salón del Trono. Acto seguido, los artilleros obsequiaron al monarca con un almuerzo en la Academia al que asistieron trescientos comensales. En el transcurso del banquete se anunció la concesión de la Cruz al Mérito Militar al escultor Marinas.
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