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Vecinos del municipio agrícola y de canteras Campaspero. :: LORENA SANCHO
VALLADOLID

El pueblo de los García

Campaspero encuentra el mismo apellido en gran parte de sus vecinos

LORENA SANCHO

Sábado, 17 de julio 2010, 02:31

La furgoneta blanca popularmente conocida como la 'decauve' zigzaguea las empedradas calles de Campaspero anunciando su presencia: «Ha llegado el chatarrero oiga», repiten una y otra vez los altavoces que porta el vehículo en su parte superior. Oroncio Javier García, sastre ya jubilado; Domingo Viloria García, antiguo molinero y jubilado de Renault; y Francisco García García, presidente de la Asociación de Jubilados Andrés Verdugo, no reparan en su presencia. Caminan en esta calurosa mañana de julio con una sola misión: enseñar Campaspero. Les une su lugar de nacimiento pero también el apellido García. Los tres lo portan, no son una excepción en un municipio donde gran parte de los vecinos llevan el García grapado al nombre. José María Viloria, estudioso de la comarca, efectuó hace unos años una encuesta al respecto y los resultados se antojan curiosos: «Más del 43% de los vecinos tienen el García como primer o segundo apellido». Su hermano Domingo tiene una teoría para explicarlo: «Dicen que, en tiempos, para juntar las tierras, se casaban primos con primos», comenta mientras dirige sus pasos por la travesía del epicentro de la comarca de la Churrería.

Junto a la carretera, a ambos lados de esta transitada vía, se levantan las vetustas fábricas de harina que en su día emplearon a un puñado de vecinos. Son el reflejo de la economía cerealista del municipio, donde la agricultura aún lidera el empleo con dos cooperativas que aglutinan a más de un centenar de socios. La remolacha, que en su día erigió a Campaspero en uno de los municipios con más hectáreas de este cultivo, compartió antiguamente protagonismo con la rubia, planta que también tuvo su propia fábrica en la localidad.

Otro molino, pero éste de piensos, se conserva prácticamente intacto en la vivienda de Domingo Viloria. Su padre se encargó de adquirirlo en los años 40 para moler la cebada, las algarrobas y los yeros. «Yo iba con un cencerro y cuando los vecinos me oían, salían para darme el grano. Una vez molido se cobraba o en dinero o la maquila, que eran 5 kilos del grano molido», explica Domingo.

Actualmente, la agricultura comparte escenario con las innumerables canteras que abrazan el pueblo. Las viviendas de Campaspero se visten de piedra, al igual que la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, el antiguo templo del mismo nombre que después hizo las veces de cementerio y el 'lagar del Tío Padre Santo', uno de los cinco que heredaron la historia vitícola en este páramo. También las numerosas cruces emparedadas y las que forman un Vía Crucis ya desaparecido que Oroncio Javier García se ha encargado de estudiar. «Donde moría alguien levantaban una cruz», resume.

De las estaciones del Calvario que recorrían en Semana Santa poco queda. Las procesiones actuales se limitan a venerar un par de imágenes. Una de ellas, un cristo crucificado, fue un regalo de un vecino que en el año 1944 resultó agraciado con el primer premio de la lotería. Cuarenta años después el gordo repitió hazaña en Campaspero. «Tocó a casi todo el pueblo menos a tres o cuatro», precisa Francisco García. El pueblo entonces se transformó. «El que tenía un tractor viejo lo cambió y esto se llenó de coches nuevos».

Con algo más de 1.400 vecinos, y a caballo entre Cuéllar y Peñafiel, Campaspero conjuga en la actualidad la modernidad de las nuevas instalaciones con la solera de sus edificios de piedra.

A sus 82 años tiene tres libros publicados sobre la historia y curiosidades de los pueblos del Sexmo del Valcorba, entre ellos Campaspero, y sobre el despoblado de Minguela. José María Viloria es un experto sobre Campaspero, un pueblo impulsado por un sacerdote en el siglo XVIII.

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