Borrar
Consulta la portada de El Norte de Castilla
ARTÍCULOS

Brualla, un juez con mayúsculas

Estamos ante un juez con mayúsculas. Pero estamos ante todo frente a un hombre que sabe anteponer todo, incluidas sus ocupaciones cotidianas, a la cualidad más hermosa que puede adornar a una persona: la amistad

JOSÉ LUIS CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ

Viernes, 25 de junio 2010, 02:42

C orrían los primeros días de la década de los noventa cuando conocí a Brualla -que así gusta de ser llamado-. Quien esto escribe acababa de superar la fase de acceso a la Escuela Judicial y se acercaba al abismo de afrontar el primer destino. A la satisfacción de haber superado con éxito la dura oposición -hoy denostada por quienes pretenden fabricar Jueces ad hoc- se unían la incertidumbre del futuro inmediato y el temor de no saber aderezar el conocimiento teórico aprehendido durante los últimos años con la práctica necesaria para el ejercicio cotidiano de la función judicial. En definitiva, como en todo aquél que empieza su andadura profesional, cualquiera que ésta sea, se echaba en falta la necesaria confianza y, sobre todo, unas manos amigas dispuestas a transmitir los rudimentos más elementales para que esos primeros pasos fueran firmes.

Y con esas tribulaciones a la espalda me acerqué, por indicación de una compañera, al Juzgado de 1ª Instancia e Instrucción nº 1 de los de Segovia cuyo titular era, por aquel entonces, Luis Brualla Santos-Funcia. No tengo que explicar el trato que me dispensó desde el primer momento, pues la estrecha relación que hemos mantenido desde entonces evidencia que las semanas que permanecí bajo su tutela fueron fructíferas en lo profesional y, por encima de todo, gratificantes en lo personal. En aquella época tomé por primera vez el pulso a la trepidante jornada en un juzgado de guardia; aprendí los secretos de la Sala; vi derrumbarse a testigos y a imputados bajo la implacable indagación del instructor. Pero, sobre todo, cimenté la vocación que ya despuntaba gracias al inestimable ejemplo de quien, veterano ya en el ejercicio de la jurisdicción, seguía aún -como sigue hoy, pese a las frustraciones que asaltan a la carrera judicial- enamorado de su profesión. Y eso que venía ya Brualla curtido en mil batallas: Villalba, Benavente, Villena y Barcelona -ciudad entrañable para ambos-, en la que las guardias del juzgado de instrucción del que fue titular le otorgaron la maestría profesional de la que hace gala, aunque fuera al precio de dejarle unas aficiones futbolísticas manifiestamente mejorables.

Sentía estar ante un juez que, pese a la magnífica cantera que poblaba los tribunales de mi entrañable ciudad -Conde Pumpido, Fernández Bermejo, Adolfo Prego, Francisco Vieira y tantos otros que luego ascenderían a las mas altas magistraturas- sobresalía sobre los demás gracias a la autoridad que proporciona la bonhomía; hasta el punto de llegar a confortarme su presencia años más tarde al tomar posesión de mi actual responsabilidad.

Luis Brualla ha alternado su dedicación a los juzgados y tribunales en los que ha estado destinado, con una presencia constante en el movimiento del asociacionismo judicial de la que también pude extraer ejemplo; porque, aunque histórico militante de Jueces para la Democracia y situado, en consecuencia, en las antípodas de mis propias convicciones, siempre ha hecho gala de una voluntad de servicio a los demás compañeros y en toda ocasión le ha guiado más su deseo de mejorar la maltrecha administración de Justicia que de hacer acopio de destinos cómodos o codiciados, lo cual no es moneda común en nuestros pagos.

Estamos, pues, ante un juez con mayúsculas que ha sabido compaginar la labor que nos es consustancial y que da contenido al mandato constitucional de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, con la función gubernativa que desarrolla con prudencia y sabiduría en la Presidencia de la Audiencia provincial de Zamora, la ciudad que le vio nacer, y en la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia, a la que pertenece como miembro nato, y con esa vocación de servicio que despliega desde su propia asociación. Pero estamos ante todo frente a un hombre que sabe anteponer a todo lo anterior y al resto de sus ocupaciones cotidianas la cualidad más hermosa que puede adornar a una persona: la amistad, de la que siempre me ha hecho destinatario, incluso, con ocasión de algún desdichado incidente durante el que pudo verse injustamente correspondido.

Hoy, tras haber renovado con éxito su cargo, es objeto de un merecido homenaje por parte de la judicatura castellano y leonesa y en mi condición de presidente del Tribunal Superior de Justicia de esta Comunidad voy a tener la inmensa satisfacción de imponerle la Cruz Distinguida de 1ª Clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort que le ha sido concedida, posibilitando así su ingreso en una selecta hermandad, que se honra desde hoy con su presencia, y que acoge a quienes han acreditado méritos extraordinarios en el ejercicio de la Justicia y del Derecho. Con el acto que hoy se celebra en el bello Palacio de los Momos, la sociedad zamorana tiene la oportunidad de reconocer una importante trayectoria judicial, y quienes gozamos del privilegio de disfrutar de sus enseñanzas y de su amistad podremos agradecerle, siquiera en parte, su impagable ejemplo.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Brualla, un juez con mayúsculas

Brualla, un juez con mayúsculas