El otoño dorado de Felipe González
Estos días da la cara por el PSOE. ¿Pero qué hace el resto del año? Cocina increíbles tortillas, descansa con su novia en Santo Domingo o Tánger, y gana mucho por hablar
ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO
Domingo, 20 de junio 2010, 15:02
Suramérica
En el 2007, el Consejo de Ministros le nombró embajador para la celebración del bicentenario de la Independencia de América. Los actos acaban de comenzar.
La UE le ha designado presidente del grupo de reflexión sobre el futuro de Europa. Este comité de sabios acaba de presentar un informe demoledor.
Miembro de numerosos foros internacionales, es un cotizado conferenciante. Cobra hasta 10.000 euros por charla.
Hizo las paces con Alfonso Guerra hace un año, habla mucho más a menudo de lo que algunos creen con Zapatero y sigue la actualidad nacional con la misma fruición con que agasaja a sus amigos en su nueva casa, prestada, del barrio de Salamanca. Sin hacer ruido. Con una cuidada discreción. Pero en política los gestos públicos son, a veces, tan vitales como la cocina. Y Felipe González ha sido y es un mago de ese lenguaje que no se aprende en la universidad. Con su encanto natural, enriquecido por la sabiduría ganada en 68 años, acaba de arengar a su partido. Sólo él, su líder más carismático, podía derramar esperanza y una serie de consejos dosificados a un tocado PSOE. «¡Militancia pura y dura!», recetó hace pocos días en el centenario del grupo parlamentario socialista.
En los dos últimos años el ex presidente no ha eludido sus bolos nacionales. Gijón, Santander, Bilbao, Logroño, Zaragoza, Alicante... La lista es tan larga como las campañas y los mítines electorales. Pero ha sido ahora, con una Europa encogida por la crisis y que apunta a Zapatero con el dedo acusador, cuando González más ha empujado y hablado para que se entere bien toda España y su eco se extienda por la UE. Y ha sido ahora cuando muchos ciudadanos han caído en la cuenta de que el hombre que gobernó el país durante catorce años (1982-1996) está con un pie en los setenta, ha perdido quizás algo de frescura y ganado serenidad. Pero no está parado.
Mantiene su despacho en la sede socialista de la calle Gobelas, en ese edificio de cristales tintados y ventanales verde chillón de la carretera de La Coruña donde se engrasa el cerebro electoral del partido desde hace muchos años. Allí está su equipo. Por el mundo vuela solo. Es curioso, porque cuenta un amigo suyo que «se maneja mal con el dinero; vamos, que no suele llevar suelto en la cartera». Y viaja mucho. Para trabajar y descansar. Solicitado conferenciante y director de seminarios, de sus numerosas charlas, por las que se puede embolsar hasta 10.000 euros por sesión, se encarga en buena parte Thinking Heads. Esta agencia de servicios representa también a oradores del brillo del psiquiatra Luis Rojas Marcos, el ex jefe de la diplomacia europea Javier Solana o el mago de las texturas y sabores Ferran Adrià.
Lo mismo inaugura el foro de la fundación Euroamérica en la Universidad de Nueva York -donde tildó de «caudillo rural militar con manguera de petróleo en la mano» a Hugo Chávez-, que presenta en Madrid un libro del periodista Alfonso S. Palomares para soltar otra de sus cargas de profundidad del tipo «la democracia actual es una mezcla de lo mediocre y lo mediático». No se corta. Tampoco para ponerse el bañador sin los abdominales que ha pulido Aznar tras salir de la Moncloa y pasar las vacaciones navideñas en Punta Cana junto a su nueva pareja, Mar García Vaquero; su amiga íntima la modelo Mar Flores y el marido de ésta, el empresario Javier Moreno.
La separación
En la cuadrilla tampoco suelen faltar Pedro Trapote, amigo desde hace muchos años de González y ahora 'cuñado' -es el marido de Begoña, una de las hermanas de Mar-. En Pachá, una de sus discotecas, se vio a la pareja por primera vez hace dos inviernos. Poco después, en diciembre del 2008, la prensa rosa daba una de las exclusivas del año. Una instantánea obtenida en el aeropuerto de Punta del Este (Uruguay) mostraba a Felipe junto a una mujer rubia y desconocida.
Entonces tenía 49 años, era empleada de La Caixa en excedencia, divorciada de un médico y madre de dos hijas de 20 y 21. Cuentan que el fotógrafo recibió 3.000 euros y la ex mujer de González, Carmen Romero, «un disgusto grande». Ella se encontró con el pastel en el 'Hola'. «Felipe lo hizo muy mal con la mujer con la que llevaba 39 años. En contra de lo que se ha dicho, ellos se llevaban muy bien y no estaban separados. Como tantas otras parejas cada uno tenía su carrera profesional y libertad absoluta para moverse. Pero estaban bien con su arreglo y no se hubieran separado si la otra parte (la de Mar García Vaquero) no hubiera estado tan interesada en hacer público el asunto», cuenta un amigo de la familia.
Las mujeres del partido cerraron entonces filas con Romero, hoy volcada en sus seis nietos y en sus traducciones del italiano al castellano. A Rosa Conde, Carmen Alborch o Carmen Calvo les costará tiempo entender cómo Felipe ha sido «tan deshonesto» y ha expuesto a la carnaza pública a Carmen, también eurodiputada y presidenta del Círculo Mediterráneo, una organización que impulsa diferentes disciplinas culturales entre los países mediterráneos.
Algunos de sus camaradas de la vieja guardia no dejan de sorprenderse con González cuando acude a un sarao donde no falta ni Anita Obregón o sigue la final del Roland Garros en directo de la mano de Mar, como hace quince días. Tampoco les resulta excesivamente estético verle por los Jardines de Oñate, la impresionante finca de Aranjuez donde los Trapote dan las mejores fiestas del verano. «Eso son cosas de ella, pero él está cómodo, se deja llevar de un lado a otro. Parece mentira en Felipe, pero es así. Está en esa época de la vida de tranquilidad absoluta, de disfrutar de lo que tiene y punto», coinciden amigos y ex altos cargos.
Ha ganado alguna amistad prestada de su novia, con la que vive en un piso de la calle Velázquez, propiedad de su cuñado, y donde ahora hace las exquisitas tortillas que antes cuajaba en el adosado de Somosaguas, junto a Carmen. Pero mantiene a sus íntimos de siempre. No son muchos, pero algunos muy influyentes, como el hombre más rico del mundo, según la revista 'Forbes'. Se llama Carlos Slim, es mexicano de origen libanés y su patrimonio supera los 53.000 millones de dólares. Su habilidad para convertir empresas en crisis en sociedades en auge le valió el apelativo de Rey Midas. Algunas de sus operaciones, con el presunto apoyo de González -excelentemente relacionado con algunos de los presidentes iberoamericanos- han provocado denuncias ante la opinión pública (Costa Rica) y los tribunales (Panamá). Pero ambos lo han negado. González, de viva voz: «Slim es un buen amigo, pero nunca he pedido favores para él». El multimillonario, en su web personal. Los dos comparten otro amigo influyente: Bill Clinton.
Puros, piedras y Bono
Pero cuando Felipe va a su querida Sudamérica no duerme en las mansiones del mexicano. Frecuenta la de un compatriota, Juan Barderas, en Santo Domingo. Este abulense ha amasado una fortuna en la República Dominicana con el turismo, seguros, aeropuertos y operaciones inmobiliarias.
Otro de sus íntimos era el recientemente fallecido Luis García Cereceda, un hombre discreto que construyó su imperio al calor del boom inmobiliario de los ochenta, pero sin exhibicionismos. Pareja durante un tiempo precisamente de Mar García Vaquero, la gran obra del dueño del restaurante Zalacaín se llama La Finca, una urbanización exclusiva a las afueras de Madrid. Uno de los últimos vecinos en instalarse ha sido Cristiano Ronaldo. Cereceda construyó también en la primera línea de la playa de Tánger, en unos terrenos comprados a Mohamed VI. Hace unos meses trascendió que uno de los exquisitos chalés era para Felipe González, pero su entorno lo ha desmentido. El ex presidente sigue disfrutando de Tánger en el hotel Mirage, el favorito de Yves Saint Laurent o François Mitterrand. O viaja a Marrakech con Mar y se instalan en el lujoso riad de su hermana y Trapote.
Tampoco ha dejado de fumar puros, presentarse en casa de José Bono cualquier tarde inesperada o de pulir piedras en su casita de Castellar de la Frontera, donde vive uno de sus tres hijos, con quienes ha logrado encauzar su tocada relación tras la separación. Sigue vistiendo pantalones de pana y zamarra... aunque sea para sentarse en el mismísimo palco del Real Madrid, donde se lucen los mejores trajes y corbatas del país, con permiso del Barça. Como dice un buen amigo suyo, «ha cambiado algún gusto, pero sigue siendo más de campo que las amapolas».
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.