Los últimos años de Miguel Delibes
'El quiosco de los helados' la biografía que Ramón García Domínguez escribió del autor de 'El hereje' se ha completado tras su muerte en 'Miguel Delibes, de cerca'. Ofrecemos aquí un fragmento del libro
PPLL
Sábado, 19 de junio 2010, 03:33
D iario de un
a rtrítico reumatoide
Miguel Delibes no publicó nada más después de 'La tierra herida'. De hecho, y como él mismo argumenta en la breve notaintroductoria al primer volumen de sus 'Obras Completas' (2007), ni éste ni 'Muerte y resurrección de la novela' los considera libros contemporáneo el primero ni propiamente suyo el segundo, y sigue afirmando, por ende, que 'El hereje' ha sido el último título de su vida de escritor. En esa nota y en esa fecha (octubre 2007), podemos asegurar que Delibes redacta su propia esquela literaria: «Aunque viví hasta el año dos mil , el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de mayo de 1998, en la mesa de operaciones de la clínica La Luz. Esto es, los últimos años literariamente no le sirvieron de nada».
Sin embargo, dos años antes de esa amarga y tajante confesión, el viejo novelista se había aventurado en una pequeña y simpática aventura literaria de la que, desde estas páginas, doy primera noticia. Se trataba de un breve texto del que él y yo hablamos con alguna frecuencia, si bien al final el propio escritor lo echó en absoluto y definitivo olvido. Tuve el primer conocimiento -¡y la gran sorpresa!- el 6 de junio de 2005. -Estoy metido en una novela corta -me suelta a bocajarro nada más verme. Y me enseña un pequeño fajo de cuartillas manuscritas, unas cincuenta aproximadamente-. Me he puesto a escribir sobre mi proceso postoperatorio, síntomas, medicación, reacciones, anécdotas, relación con los médicos, repercusiones en mi temple y conducta de cada día Y aquí está el resultado. Hasta le he dado título: 'Diario de un viejo enfermo de artritis reumatoide que empieza a tratarse con Naprosyn'.
-¡Te has superado a ti mismo! -le bromeo-. Hasta la fecha tu título más largo habían sido las 'Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso'. -Pues ya ves: Éstas son reflexiones de un octogenario nada voluptuoso. Además -añade Delibes-, mira, apenas si hay correcciones, las cuartillas han ido saliendo de un tirón, casi como cuando escribí El camino. Está satisfecho y guasón. Me comenta que se llevará los papeles a Sedano, a su refugio estival, y que allí intentará darles forma definitiva. Pero cuando regresa a primeros de septiembre de sus vacaciones veraniegas y yo le pregunto por el relato, me contesta que lo tiene abandonado y que mejor olvidarlo. Aunque lo cierto es que no lo olvida del todo: en febrero de 2006, vuelve él mismo a retomar el proyecto y me explica que lo hace por distraerse de sus muchos achaques. Y otro día más, a primeros de marzo, le sorprendo escribiendo cuando voy a visitarle, y hasta me lee en voz alta varias cuartillas. Suenan ágiles y llenas de ironía y de zumba. Ha cambiado el título, lo ha achicado: Diario de un artrítico reumatoide.
-Y he pensado que no tiene por qué ser una novela, sino lo que dice el propio título, un diario. Lo mismo que un día escribí mis memorias deportivas y de aire libre, éstas serían las memorias de mi absoluta incapacidad deportiva y del enclaustramiento doméstico más completo. Eso sí: con el mismo humor de aquéllas, aunque un humor amargo y resignado. Un tiempo después, en uno de nuestros ahora breves paseos por los alrededores de su domicilio, Delibes llega a proponerme y encomendarme que sea yo quien dé forma a su «diario» y, si lo creo oportuno, lo publique después de su muerte. Estoy hablando de septiembre de 2006. A partir de esa fecha, no obstante, el novelista abandona por completo el proyecto y rehúsa incluso hablar de él cuando yo me empeño en traerlo a colación. Miguel Delibes ya no tiene humor ni arrestos para coger la pluma. Su salud va resintiéndose día a día, e incluso mermándose día a día sus ganas de vivir. Lee el periódico, alguna biografía, ve a ratos la televisión, sobre todo tenis y otros deportes, y en varias ocasiones vamos él y yo al cine, en sesiones matutinas privadas que nos ofrece nuestro amigo común, y empresario cinematográfico, Francisco Heras. Son películas que Delibes ha mostrado especial interés en ver: 'Brokeback mountain' o 'Capote' fueron dos de ellas.
Aunque también su vista va deteriorándose progresivamente y, a partir de finales de 2008, apenas si puede leer ni ver la televisión. Situación que le provoca frecuente mal humor. Cuando en octubre del 2009 llega a sus manos el quinto volumen de sus 'Obras Completas', dedicado a sus escritos cinegéticos y prologado por su hijo Germán, se lamenta abruptamente de ni siquiera poder leer ese prólogo. Tiene que hacerlo por él el propio autor, en voz alta, pero sigue el viejo novelista lamentándose por causar molestias en su entorno. Alguna noticia o acontecimiento viene a distraerle, sin embargo, y sacarle circunstancialmente de su postración y disgusto. Tal es el caso de la traducción de su novela 'El hereje' en Estados Unidos, en mayo de 2006: 'The heretic. A novel of the inquisition'. The International bestseller by Miguel Delibes». «Ni es la novela de la Inquisición ni es un bestseller», se chancea el novelista. Pero se siente satisfecho de que Cipriano Salcedo «viaje a USA, como hice yo un día».
El escultor Antonio López le propone esculpir su cabeza y Delibes acepta complacido. El artista viaja a Valladolid el 30 de junio de 2006, y el escritor se somete pacientemente a una prolija sesión de fotos y mediciones de cráneo, frente, nariz, boca, orejas «No me saques gordo, Antonio», reconviene Delibes al escultor. Pero el novelista no pudo constatarlo: la muerte, en marzo de 2010 -casi cuatro años después de los preparativos-, le sorprende antes de que el artista dé por rematada su efigie en bronce. También en 2006 -en octubre- es cuando los Reyes de España viajan a Valladolid a entregarle al novelista el Premio Vocento a los Valores Humanos, cumplimentándole en su propio domicilio. Y un año más tarde, el 14 de noviembre de 2007, son de nuevo los monarcas quienes inauguran el Centro Cultural y Auditorio de Música Sinfónica Miguel Delibes, construido frente por frente con el estadio Zorrilla de fútbol. Y hago notar este pormenor porque, con motivo precisamente de esta inauguración oficial, y paseando Miguel Delibes y yo por el Campo Grande al día siguiente, me comenta el escritor entre bromas y veras:
-¿Sabes qué te digo? Que podían haber bautizado el Auditorio de música con el nombre de don José y el nuevo estadio con mi nombre. Él, además, ya tuvo antaño su estadio, el viejo Zorrilla. ¿Y acaso el romántico don José sabía algo de fútbol? ¡Yo sin embargo siempre he estado vinculado a nuestro Real Valladolid, desde niño, a los nueve años ya me hice socio! (Y en enero de 2007, si bien en esa temporada el equipo militaba en segunda división, pero con la euforia de diecinueve victorias consecutivas y habiéndose clasificado para cuartos de final de la Copa del Rey, el viejo novelista volvió a hacerse socio del club para contribuir al ascenso a Primera y sumarse al entusiasmo de la afición. «Yo no iré al estadio, por descontado, pero irá mi nieto Manuel en mi nombre. Y además, si el equipo asciende -como así ocurrió- pienso regalar a cada uno de los jugadores un ejemplar dedicado de 'Mi vida al aire libre', donde cuento mi larga y apasionada afición al fútbol.»)
Nuevos galardones y actos de reconocimiento (algunos ya reseñados) salpican asimismo los dos últimos años de vida del novelista, y le hacen olvidar momentáneamente sus achaques y abatimientos: en octubre de 2007 se reúnen en la Universidad de Valladolid hispanistas y estudiosos delibeanos de todo el mundo, en un congreso que lleva por título 'Cruzando fronteras: Entre lo local y lo universal'. Y precisamente un año más tarde, en septiembre de 2008, se hace realidad tal epígrafe y la Universidad de Adelaida (Australia) organiza un simposio sobre la vida y obra del novelista castellano. En junio de ese mismo año había sido la ciudad de Ávila quien rendía homenaje al escritor, conmemorando el sesenta aniversario de su primera novela, 'La sombra del ciprés es alargada', que tiene como escenario a dicha ciudad. En mayo de 2009, la Fundación Nueva Cultura del Agua le otorga al escritor su premio anual la Dragona Iberia, y a finales de ese mismo mes, el X Festival de Cine de Torrelavega rinde homenaje al director cinematográfico Mario Camus y al vigésimo quinto aniversario del estreno de la película 'Los santos inocentes'. En noviembre de 2009, Miguel Delibes será 'condecorado' con dos medallas de oro: la de la Comunidad de Castilla y León, su tierra, y la del Mérito Turístico de Cantabria, por sus raíces familiares y por los escenarios cántabros de algunas de sus narraciones. «Demasiado metal para mis débiles fuerzas», bromeará Delibes al recibirlas. Premios, homenajes, reconocimientos a una vida y a una obra literaria que cubre toda la segunda mitad del siglo XX: porque Delibes publica 'La sombra del ciprés ' en 1948, y cincuenta años después, en 1998, da a la imprenta 'El hereje', su última novela. Él piensa que ya ha cumplido su tarea, incluso su misión. «Sólo me queda morir tranquilo», repetirá no sólo a quienes están cerca de él, sino incluso en las entrevistas de prensa concedidas en los últimos tiempos.
Transcendencia
Miguel Delibes se ha proclamado creyente a lo largo de toda su vida. Sobre su vetusto escritorio de siempre, de madera de nogal ensamblada sin un solo clavo, reposa, cada vez que voy a visitarle, un pequeño libro en rústica con el título 'Palabra y vida'. Se trata del evangelio correspondiente a la liturgia del día, con una breve glosa al texto. Delibes marca con una cruz en la esquina superior de la página su lectura diaria. En los últimos tiempos hemos hablado él y yo con frecuencia de la transcendencia del hombre. Incluso en una entrevista televisiva que yo mismo le hice en octubre de 2006, con motivo del Premio Vocento a los Valores Humanos, le formulé la pregunta de si creía en el más allá y en todo aquello que configuraba la fe en la que había sido educado desde niño. Temas por lo demás recurrentes, como ya he dicho, de nuestros paseos y coloquios.
-¿Crees firmemente en la transcendencia del hombre? -Tengo todas las dudas del mundo, y cada día más. Mi hermano José Ramón, fallecido hace algunos años, solía decir que él iba a misa y practicaba los preceptos de la religión «por si acaso». En todo creyente creo que hay una dosis de incertidumbre y de «por si acaso». Mi fe es confusa y difusa, días más días menos. También yo pido a Dios una señal, como Cipriano Salcedo en mi novela 'El hereje', pero Dios siempre guarda silencio...
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