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FERNANDO HERRERO
Lunes, 31 de mayo 2010, 16:50
Primer musical rodado en tres dimensiones sin que su espectacularidad destaque. Lo cierto es que el relieve funciona y por ello, desde el punto de vista industrial y económico, resulta interesante la experiencia. El tema es un tanto banal y, teniendo en cuenta los antecedentes, se busca una integración artística entre Carly y sus muchachos que danzan en la calle llenos de vida y con agilidad asombrosa, con unos bailarines clásicos tal vez demasiado oprimidos por un aprendizaje ritualizado que busca la perfección de los movimientos desde el código correspondiente.
Esa deseada integración artística o, más bien, la liberación de la danza se consigue en el cine, pero mucho me temo que no sea así en la realidad, aunque los bailarines clásicos puedan hacer también danza contemporánea.
La realización, por unos expertos autores de vídeos musicales, tiende a ser un documental sobre la Street Dance, porque la historia, es mínima, planos y planos de ese arte callejero, de ese ritmo infernal que ocupa el film desde el principio al final. Algunas secuencias son brillantes, otras más repetitivas y en ningún caso nos salimos del sistema, aunque se agradece cierto poso de naturalidad.
Música de todo tipo, no hay sino leer los títulos de crédito, fotografía brillante y mucha energía en ellas y ellos. Nichola Burley está convincente en su papel y hace una buena pareja con el señorío de Charlotte Rampling. Ya se sabe, integración de estéticas y personas.
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