«Mi hija se fue de Tabuyo, pero mi nieta ha vuelto al pueblo»

Anselmo tiene 82 años y acude a diario a su huerta a cultivar las verduras que consume. Allí cuenta que Tabuyo ha cambiado «mitad por mitad» desde que él era joven. Sus hijas decidieron no quedarse en el pueblo y emigraron a León capital y Madrid. Sin embargo, su nieta ha regresado. Ella, explica Anselmo, «no quiere saber nada de la capital, está encantada en el pueblo». Trabaja en la cercana localidad de La Bañeza y reside en Tabuyo con su novio, «no se han casado», ríe, pero «viven juntos; es la moda, así es la cosa… se quieren bien, que es lo importante». Liberto tiene 88 años, va a la residencia de ancianos donde está su mujer durante el día y regresa a casa a la hora de dormir. Del pasado recuerda que se sembraban patatas, había que labrar el campo con vacas, había mucho ganado y, en definitiva, que «había que ganarse la vida como se pudiera». Él, como Anselmo, entre otros trabajos, que ya entonces existía el pluriempleo, se dedicó «a la resina» que obtenían de las 4.000 hectáreas de pinar y que vendían en la localidad de Nogarejas. Allí, expone, «llevábamos la resina, la pesaban y te daban lo que querían» y así, «entramos con el seguro, ganábamos cuatro perras y te quitaban para el seguro», pero, reflexiona, «¡qué bien nos viene para ahora; sí señor, sí».

La nieta de Anselmo no ha sido la única joven que ha regresado a Tabuyo, otro ejemplo lo encontramos en Nacho, tiene 26 años y tras estudiar Ingeniería Forestal en Palencia ha vuelto a su pueblo natal donde es el encargado del Museo Micológico. Allí descubre a los visitantes los secretos de las setas y organiza rutas guiadas por el monte en las que recogen especies que después clasifican y exponen en el centro.