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Antonio es llevado por dos agentes tras cometer la masacre. :: R. C. Los hermanos Izquierdo, durante el juicio. :: R. C.
ESPAÑA

El suicidio del último asesino cierra la historia negra de Puerto Hurraco

Antonio Izquierdo, ejecutor junto a su hermano Antonio de la venganza contra los Cabanillas, se ahorcó en la cárcel

MARÍA DURO

Lunes, 26 de abril 2010, 05:08

Los Cabanillas y los Izquierdo. Familias, vecinos… enemigos, y una historia común: treinta años de odios y venganzas que se sucedían en Puerto Hurraco, entonces una tranquila pedanía pacense, hoy, seña de identidad de la España profunda. Ayer, Antonio Izquierdo, el último ejecutor de la matanza que sacudió el 26 de agosto de 1990 a los ciudadanos de este municipio, se ahorcaba en el módulo de enfermería de la prisión de Badajoz y cerraba uno de los capítulos más sangrientos de la historia negra de España.

Antonio, enfermo y con 25 años de condena efectiva a sus espaldas, habría cumplido la condena y quedado en libertad ayer mismo, pero no soportaba la idea de continuar recluido en el penal de Córdoba tras haberle sido aplicada la 'doctrina Parot'. Unas sabanas anudadas y su baja estatura (1,65 metros) le permitieron colgarse de la reja de la ventana del módulo de enfermería donde estaba ingresado.

Antonio y Emilio Izquierdo tenían claro que la tarde del 26 de agosto de 1990 pondrían fin a toda una historia de enfrentamientos -por una disputa de tierras que se había cobrado con anterioridad otras dos muertes- con los Cabanillas, a quienes resposabilizaban de la muerte de su madre, fallecida en un incendio, cuyas causas nunca se esclarecieron. Los hermanos, armados con dos escopetas repetidoras y preparados para ejecutar su venganza, irrumpieron en la calle Carrera para iniciar un baño de sangre que acabaría con el resultado de nueve fallecidos y diez heridos.

Entre las víctimas se encontraban las niñas Encarna y Antonia, de 12 y 14 años, hijas de Antonio Cabanillas. La mayor, María del Carmen, pudo escapar a la indiscriminada escopeta de los hermanos Izquierdo. El resto de los fallecidos por la masacre fueron vecinos de la aldea que aquella tarde bochornosa de agosto buscaban el frescor del anochecer estremeño.

Unidos en prisión

La Audiencia de Badajoz condenó el 25 de enero de 1994 a cada uno de los hermanos, Emilio y Antonio, a 344 años de prisión -la condena fue confirmada por el Tribunal Supremo en abril de ese año-, de donde no saldrían nunca. Emilio murió de un infarto en la cárcel de Badajoz en el 2006. Ambos hermanos, que habían compartido celda, se encontraban muy unidos y apenas se relacionaban con otros internos, un comportamiento que mantuvo Antonio tras la muerte de Emilio. Los dos habían ingresado inicialmente en la prisión de Badajoz, pero el rechazo de los otros internos provocó su traslado al centro penitenciario cordobés, en el que permanecieron hasta agosto de 1994, cuando fueron llevados al de Almería hasta que fueron devueltos finalmente a la cárcel pacense a petición propia.

Sus hermanas, Ángela y Luciana, sobre las que siempre recayó la sospecha de ser las mentes instigadoras de la masacre, acabaron sus días recluidas en un psiquiátrico. Un año antes de la muerte de Emilio, en el 2005, Luciana, de 77 años, y Ángela, de 64, fallecieron tras quince años internadas en el Hospital Psiquiátrico de Mérida por padecer un trastorno paranoide compartido y por el que fueron absueltas en el juicio.

Paradojas de la vida, otra muerte, la de Antonio, ha zanajado el odio ancestral entre los Cabanillas y los Izquierdo (ninguno ha perpetuado su estirpe) y ha devuelto a Puerto Hurraco la tranquilidad que nunca quiso perder.

La masacre de la localidad de Puerto Hurraco llenó páginas de periódicos. El director Carlos Saura llevó al cine esta truculenta historia, con el título 'El séptimo día' (2004) y guión de Ray Loriga, que protagonizaron Juan Diego, en el papel de Antonio, y José Luis Gómez, como Emilio, además de Victoria Abril, actriz que encarnó a Luciana.

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