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Jesús Jato, hospitalero del albergue Ave Fénix, junto a una mesa llena de conchas jacobeas. :: FOTOS DE VÍCTOR VELA
La casa abierta de doña Generosa
JACOBEO 2010 | ETAPA 38: PONFERRADA-VILLAFRANCA DEL BIERZO. 22,4 K M .

La casa abierta de doña Generosa

La abuela de Jesús Jato ya recibía a peregrinos en su hogar de Villafranca del Bierzo

VÍCTOR M. VELA

Miércoles, 7 de abril 2010, 02:52

«Mi abuela materna se llamaba Generosa, como si le hubieran elegido el nombre con intención», asegura Jesús Jato, un histórico del Camino.

-¿Y eso?

-Porque ella ya atendía a los peregrinos en su casa cuando apenas había albergues.

Era el número 8 de la calle Santiago. Aquí, en Villafranca del Bierzo. «Mi abuela entendía la acogida como una obra de misericordia porque decía que en cada persona a la que prestaba ayuda veía a Dios vestido de peregrino». Así que en su casa había una habitación, un colchón y un tazón para todo aquel que llamaba a su puerta camino de Compostela. «El día que nací yo, y voy a cumpir 70 años el 1 de mayo, había peregrinos en mi casa», asegura Jato, quien recuerda que los nueve hermanos se criaron prácticamente en la casa de su abuela. Total, que Generosa estaba predestinada por el nombre, y Jesús, en fin, por tradición familiar.

Dice que el albergue que ahora gestiona en Villafranca del Bierzo no tiene fecha de fundación «porque ha existido toda la vida, desde que mi abuela y antes ya mis bisabuelos acogían a los peregrinos». Aún así, el Ave Fénix tal y como ahora lo conocen los caminantes (y también algún que otro ciclista) tiene 20 años.

-¿Y por qué ese nombre?

-Porque me lo quemaron.

¡Uy! Pues eso habrá que explicarlo. Y Jato lo resume en una sola palabra. Envidia, dice. «Yo he trabajado de muchas cosas en mi vida. He hecho de todo, hasta he sido capuchino durante cinco años. He sido chófer, transportista de tres camiones de servicio público y luego, comercial de plantas y flores. Tenía varios invernaderos y en uno de ellos dormian los peregrinos, hasta que me lo quemaron. El 18 de abril van a hacer 20 años». De la reconstrucción nació el Ave Fénix, el albergue «que renace de sus cenizas» y que cada año recibe a cientos de peregrinos, repartidos en cuatro habitaciones. «Está la de los jóvenes, otra para personas mayores, que la he puesto más cerca del baño. Luego está la que llamamos de mujeres cansadas, que es para aquellas personas que vienen un poco más tarde porque llegan en peores condiciones y necesitan un sitio más cómodo y, además, cerca de la enfermería. Y por último está la habitación de roncadores, para quienes duermen con sonido estereofónico», dice con una sonrisa.

Búsqueda interior

Debajo de la sudadera verde que hoy lleva puesta asoma un cordón de cuero al que Jato lleva atado un pequeño amuleto (un frasco de líquido de colores, «no sé lo que es») que le regaló un peregrino italiano. «Porque todavía quedan peregrinos. Hay mucho turista, pero todavía se ven peregrinos».

-¿Y cómo los distingue?

-Éste, no hay que olvidarlo, es un camino religioso. El peregrino es alguien que va a Santiago, pero que vive lo más importante, que es su búsqueda interior, durante el viaje. Si no se produce esa búsqueda interior, entonces es que es un turista.

-¿Y usted ha hecho el Camino?

-No, no. Cuando yo nací, el Camino ya estaba hecho. Pero lo he andado 10 veces, una de ellas desde Roma. He empezado en Somport en tres ocasiones, pero nunca desde Roncesvalles. A ver si un día de estos dejan de venir peregrinos y puedo yo hacerlo, bromea. Difícil lo tiene.

Una última duda. Jato, ¿y de los invernaderos queda algo?

«¡Claro que queda! Yo tengo mis tierras. Planto lechugas, apio, acelgas, tomates... Algunos peregrinos han probado los tomates de mis tierras, porque los bajo aquí para que se hagan una ensaladita. Y también los vendo a los mejores restaurantes. Tengo muy ricos yo los tomates», remata el nieto de Generosa.

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