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FERNANDO CABALLERO
Lunes, 5 de abril 2010, 03:07
El profesor de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Murcia, José Damián González Arce, ha investigado la economía medieval en numerosas trabajos sobre los artesanos y la aparición y desarrollo de los gremios medievales. Fruto de estas investigaciones es el libro 'Gremios y cofradías en los reinos medievales de León y Castilla. Siglos XII-XV', que acaba de publicar Región Editorial, dirigida por el historiador y editor palentino José Luis Sánchez García.
El libro analiza el papel de los gremios profesionales en la región. «En las ciudades medievales castellanas, antes de la aparición de los gremios, la producción era libre, la podía llevar a cabo cualquier artesano que contase con la habilidad y conocimientos suficientes, así como con las instalaciones y herramientas necesarias. Solamente estaba condicionado por un somero marco legal contenido en los fueros o en las ordenanzas municipales, que regulaban el funcionamiento del mercado y de la actividad económica», asegura el historiador para definir la situación antes de la creación de los gremios. «Los gremios surgieron como una forma de organización de la mayoría de las actividades manufactureras y buena parte de los servicios en el ámbito urbano medieval, aunque también hubo corporaciones formadas por agricultores, ganaderos y pescadores», señala González Arce.
El objetivo de los gremios era «formar una asociación de maestros, o titulares del negocio, generalmente pequeños productores, con la que regular la actividad profesional a la que se dedicaban y obtener el monopolio de la misma en el término municipal de la localidad donde se hallaban radicados, y para ello tuvieron que contar con la necesaria autorización de los gobiernos municipales, a veces también de los reyes, con lo que se convirtieron en instituciones públicas en las que el poder político delegó tareas que estas asociaciones podían desempeñar con mayor solvencia que el Estado». Estas tareas fueron, entre otras, el control de la calidad técnica de la producción y la formación de tribunales de justicia especiales para juzgar los fraudes en la misma, así como otros asuntos tocantes a cada profesión. «Estos tribunales fueron constituidos por las propias organizaciones gremiales, que por ello actuaron como autoridades públicas», apostilla.
Los primeros gremios medievales se documentan en la Europa del siglo XI, pero no se generalizarían hasta los siglos XII y XIII, tanto en Castilla como en los restantes reinos europeos.
Las ventajas de esta nueva organización fueron muchas. «Para los propios productores, aparte de monopolizar el oficio de su especialidad en su ciudad, los gremios contribuyeron a fijar normas comunes en asuntos como la contratación de mano de obra, los horarios, condiciones laborales, el acceso a la materia prima o las técnicas de producción, y, a veces, los precios de venta. Con lo cual evitaban la competencia entre ellos mismos, pero sobre todo la competencia exterior y la de aquéllos que aspirasen a poner un negocio propio, pues dificultaban su entrada en el gremio. De esta manera se trató de organizaciones contrarias a la competencia capitalista con las que se buscaba proteger a sus socios y procurar su supervivencia», explica el historiador.
Producción de bienes
Asimismo, a las ventajas anteriores -lo que los gremios aportaron al sistema y al poder político, garantía de buena calidad y tribunales especializados-, hay que añadir «la producción de bienes y servicios según condiciones, cantidades y precios supervisados por dicho poder, y por tanto según los intereses de la clase dirigente». Éste es el principal motivo, según José Damián González, del éxito de estas instituciones a lo largo del tiempo.
Precisamente, de la evolución de los gremios habla también el autor del último libro publicado por la palentina Editorial Regional. «En su origen, algunas corporaciones laborales surgieron de primitivas cofradías devocionales o funerarias formadas principalmente por profesionales de una misma especialidad. Otros gremios aparecieron de forma independiente y luego fundaron cofradías anexas en las que pudieron admitir a gentes ajenas a los mismos, pero que generalmente sólo integraban a los miembros de la corporación, para proporcionar los citados servicios religiosos y fúnebres, pero también protección a modo de compañías de seguros, mercantiles, laborales, de enfermedad, vejez o vida. Por ello, los contemporáneos solían confundir el gremio y la cofradía, que habitualmente eran la misma cosa, pero con cometidos diferenciados. Muchos de estas corporaciones se fusionaron con otras afines, las hubo que cambiaron de nombre o de santo protector y advocación, otras desaparecieron víctimas de las transformación de los tiempos y aquellas que sobrevivieron a las novedades económicas que condujeron al capitalismo fueron abolidas tras la implantación del Estado liberal», concluye el profesor de Historia.
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