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El arco iris enmarca la espadaña de la iglesia parroquial de El Ganso, camino del Monte Irago . :: FOTOGRAFÍAS DE RAMÓN GÓMEZ
JACOBEO 2010 | ETAPA 33: SANTA CATALINA DE SOMOZA-RABANAL DEL CAMINO

Descanso con gregoriano

Rabanal del Camino ofrece al peregrino la oportunidad de asistir a una misa en latín

VÍCTOR M. VELA

Jueves, 1 de abril 2010, 03:19

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Hay peregrinos pata negra, con varios Caminos en la mochila y credenciales mil en los cajones de casa, que te encuentras en los albergues y te van poniendo los dientes largos. «A partir de ahora, desde Rabanal, es cuando comienza lo mejor del Camino», te dicen mientras doblan el saco de dormir con una destreza que esperas algún día adquirir. Pero también hay apocalípticos que te advierten: «Sí, sí, pero también es lo más duro». La subida hasta Foncebadón, la vertiginosa bajada hasta Molinaseca, el ascenso a los cielos gallegos del Cebreiro. ¡Ay, la que te espera!

-Tampoco es para tanto-, le resta importancia Tonín, desde la barra del hostal El Refugio, en Rabanal del Camino.

Lo dice la voz de la experiencia. «Habré subido hasta la Cruz de Ferro unas mil veces. Eso sí, en 20 años». Pero mil veces. Le encanta el senderismo y no es de extrañar que viviendo aquí, en Rabanal del Camino, aproveche cualquier ocasión para cubrir uno de los tramos más apetecibles de la ruta jacobea. Desde Rabanal a Foncebadón y de ahí, hasta el techo que marca la Cruz del Ferro, a casi 1.500 metros de altitud.

-No es para tanto- insiste Tonín-. Pero es mejor hacerse a la idea de que es duro y así no confiarse.

No, no. Si yo confiado no estoy, la verdad. Miro para arriba, a las cumbres aún nevadas y ya sólo de pensarlo me tiemblan las ampollas. Así que, para ir calentando la mente y preparándome para el ascenso, decido pasar la noche aquí en Rabanal del Camino. Por eso, y porque aquí es donde se celebra una de las ceremonias religiosas más apreciadas por los peregrinos. Los monjes del monasterio de San Salvador del Monte Irago celebran las vísperas a las 19.00 horas con cantos gregorianos y rezos en latín e invitan a los romeros a sumarse a las 21.30 horas, con bendición incluida para los viajeros compostelanos. Una experiencia irrepetible que tiene lugar todos los días en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en el corazón de Rabanal, en la plaza del peregrino Julián Campo y que merece la pena no pasar por alto.

Lo recomienda, por ejemplo, Isabel Rodríguez Morán, propietaria de El Pilar, uno de los albergues con más solera del Camino. Quince años sin cerrar un solo día aunque, como hoy, mala suerte, tenga estropeada la cafetera. «Pero no os preocupéis, que os puedo ofrecer muchas otras cosas», asegura Isabel, todo entrega. Hoy mismo, por ejemplo, ha estado ayudando a curar las ampollas de un peregrino japonés y no ha dudado en echar una mano para el transporte de las mochilas de dos españoles. La pasión jacobea le sale por las orejas, y perdón por el chiste malo, porque es que hasta los pendientes que luce Isabel tienen la forma de dos vieiras (fíjate, fíjate en la foto).

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Y en este albergue suyo con 72 camas está uno de los murales colectivos del Camino. Toda una pared llena con los billetes y las monedas que los peregrinos han ido enviando o pegando detrás de la barra del bar durante los últimos años. «El primero de todos nos lo puso un italiano en el 2000. Le escribimos hasta la fecha con bolígrafo, pero mira, ya se ha borrado un poco y no se lee bien. Fue un señor que estuvo trabajando aquí en el gasoducto y que, antes de irse, nos dejó este billete de mil liras con el que comenzamos la colección». Poco a poco se fueron sumando más billetes (y también monedas) y ahora está toda la pared empapelada. «Voy a tener que buscar sitio para los billetes que me siguen dejando, porque ya no me queda hueco para ponerlos», reconoce Isabel, mientras muestra nuevos billetes, aún sin pegar, y que tiene metidos en un bote de plástico de Coca Cola. «Los podría amontonar y colocar unos encima de otros, pero me gusta que se vean bien... Y tampoco voy a quitar los más antiguos para poner los nuevos porque es bonito comprobar que el billete también envejece, como las personas».

-Isabel, ¿y cómo ve la subida a la Cruz de Ferro?

-Chupado. Duerme bien, desayuna mejor y ya verás como no tienes ningún problema.

A ver, a ver. Mañana os cuento.

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